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西语阅读:《一千零一夜》连载二十二 c
日期:2011-09-30 07:15  点击:246

西语阅读:《一千零一夜》连载二十二 c

HISTORIA DEL NEGRO KAFUR, SEGUNDO EUNUCO SUDANÉS

“Sabed, oh hermanos! que cuan­do sólo tenía ocho años de edad era ya tan experto en el arte de mentir, que cada año soltaba una mentira tan gorda que mi amo el mercader se caía de espaldas. Así es que el mercader, quiso deshacerse de mí cuando antes, y me puso en ma­nos del pregonero, para que anun­ciase mi venta en el zoco, diciendo: ¿Quién quiere comprar un negrito con todo su vicio?” Y el pregonero me llevó por todos los zocos, di­ciendo lo que le habían encargado. Y un buen hombre de entre los mercaderes del zoco no tardó en acercarse, y preguntó al pregonero: ¿Y cuál es el vicio de este negrito?” Y el otro contestó: “El de decir una sola mentira cada año.” Y el mercader insistió: “¿Y qué precio piden por ese negrito con su vicio?” A lo cual contesto el prego­nero: “Sólo seiscientos dracmas.” Y dijo el mercader: “Lo tomo, y te doy veinte dracmas de corretaje.” Y en el acto se reunieron los testi­gos, de la venta y se hizo el con­trato entre el pregonero y el merca­der. Entonces el pregonero me llevó a la casa de mi nuevo amo, cobró el precio de la venta y el corretaje, y se marchó.

Mi amo me vistió decentemente con ropa a mi medida, y permanecí en su casa el resto del año, sin que ocurriera ningún incidente. Pero empezó otro año y se anunció como bendito en cuanto a la recolección y la fertilidad. Los mecaderes le festejaban con banquetes en los jar­dines, y cada, uno pagaba a su vez los gastos del convite, hasta que le tocó a mi amo. Entonces mi amo invitó a los mercaderes a comer en un jardín de las afueras de la ciudad, y mandó llevar allí comesti­bles y bebidas en abundancia, y todos estuvieron comiendo y bebien­do desde por la mañana hasta el mediodía. Pero entonces recordó mi amo que había dejado olvidada una cosa, y me dijo: “¡Oh, mi esclavo! monta en la mula, ve a casa para pedirle a tu ama tal cosa, y vuelve en seguida.” Yo obedecí la orden y me dirigí apresuradamente a la casa.

Y al llegar cerca de ella empecé a dar agudos chillidos y a verter abundantes lagrimones. Y me rodeó un gran grupo de vecinos de la calle y del barrio, grandes. y chicos. Y las mujeres, asomándose a las puertas y ventanas, me miraban asustadas, y mi ama, que oyó mis gritos, bajó a abrirme, acompañada de sus hijas. Y todas me pregun­taron qué ocurría. Y yo contesté llorando: “Mi amo estaba en el jar­dín con los convidados, se ausentó para evacuar una necesidad junto a la pared, y la pared se vino abajo, sepultándole entre los escombros. Y yo he montado en seguida en la mula, y he venido a todo correr a enteraros de la desgracia.”

Cuando la mujer y las hijas oye­ron mis palabras se pusieron a dar agudos gritos, a desgarrarse los vesti­dos y a darse golpes en la cara y en la cabeza, y todos los vecinos acudieron y las rodearon. Después, mi ama, en señal de luto (como suele hacerse cuando muere inespe­radamente el cabeza de familia), empezó a destrozar la casa, a des­truir muebles, a tirarlos por las ven­tanas, a romper todo lo rompible y a arrancar ventanas y puertas. Luego mandó pintar de azul las paredes y echar encima de ellas paletadas de barro. Y me dijo: “¡Mi­serable Kafur! ¿Qué haces ahí inmó­vil? Ven a ayudarme a romper estos armarios, a destruir estos utensilios y hacer trizas esta vajilla.” Y yo, sin esperar a que me lo dijera dos veces, me apresuré a destrozarlo todo, armarios, muebles y cristale­ría; quemé alfombras, camas, corti­nas y almohadones, y después la emprendí con la casa, asolando techos y paredes. Y entretanto, no dejaba de lamentarme y de clamar: “¡Pobre amo mío! ¡Ay mi desgra­ciado amo!”­

Después mi ama y sus hijas se quitaron los velos, y con la cara descubierta y todo el pelo suelto, salieron a la calle. Y me dijeron: ¡Oh Kafur! Ve delante de nosotras para enseñarnos el camino. Llévanos al sitio en que tu amo quedó sepul­tado bajo los escombros. Porque hemos de colocar su cadáver en el féretro, llevarlo a casa y celebrar los debidos funerales.” Y yo eché a andar delante de ellas, gritando: ¡Oh mi pobre amo”' Y todo el mundo nos seguía. Y las mujeres, llevaban descubierto el rostro y la cabellera desmelenada. Y todas ge­mías y gritaban, llenas de desespe­ración. Poco a poco se aumentó la comitiva con todos los vecinos de las calles que atravesábamos, hom­bres, mujeres, niños, muchachas y viejas. Y todos se golpeaban la cara y lloraban desesperadamente. Y yo me divertía haciéndoles dar la vuelta a la ciudad y atravesar todas las calles, y los transeúntes pregunta­ban la causa de todo aquello y se les contaba lo que me habían oído decir, y entonces clamaban: “¡No hay fuerza ni poder más que en Alah, Altísimo, Omnipotente!”

Y alguien aconsejó a mi ama que fuese a casa de walí y le refiriese lo ocurrido. Y todos marcharon a casa del walí, mientras que yo pre­textaba que me iba al jardín en cuyas ruinas estaba sepultado mi amo.”

  En este momento de su narración, Schahrazada vio aparecerla mañana y se calló discretamente.


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