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哈姆雷特 第一幕之第三场
日期:2011-03-23 06:45  点击:2405

哈姆雷特 第一幕之第三场 

 

I.iii Entran LAERTES y OFELIA.
 
LAERTES
Mi equipaje está embarcado. Adiós.
Hermana, siempre que el viento sea próvido
y zarpe algún barco, no descanses
hasta haberme escrito.
OFELIA
¿Lo dudas?
LAERTES
    Respecto a Hamlet y su vano galanteo,
tenlo por capricho e impulsiva liviandad,
por violeta de su joven primavera:
precoz, mas transitoria; grata, mas huidiza;
perfume y pasatiempo de un minuto, nada más.
OFELIA
    ¿Nada más?
LAERTES
Seguro que nada más.
No crecemos solamente en tamaño
y en vigor, sino que con nuestro cuerpo
aumenta la eficacia de la mente
y el espíritu. Tal vez te quiera ahora
y no haya mancha ni doblez que empañe
sus nobles intenciones. Mas desconfía:
su grandeza le impide su deseo
y su regia cuna le somete.
Él no puede hacer su voluntad
como la gente sin rango, pues de su elección
depende el bienestar de todo el reino,
y por eso su elección se supedita
al voto y aquiescencia de ese cuerpo
del cual él es cabeza. Si te dice que te quiere,[L1][L1]
podrá creerlo tu prudencia en la medida
en que él, por su altura y posición,
pueda cumplirlo, es decir, no más allá
del sentir general de Dinamarca.
Así que considera tu deshonra
si, crédula, escuchas su cantar,
le das tu corazón o le abres
tu casto tesoro a su empeño inmoderado.
Cuidado, Ofelia, ten cuidado, hermana mía;
mantente en retaguardia del cariño,
no te expongas al peligro del deseo.
La más recatada se prodiga
si a la luna revela su belleza.
Ni la virtud escapa a la calumnia.
El gusano estraga los renuevos
antes que florezcan, y en la aurora
y el fresco rocío de nuestros años
es cuando las plagas más corrompen.
Guárdate; el temor es la mejor defensa:
la sangre joven, sin tentarla, se subleva.
OFELIA
El sentido de tu buena lección
será el guardián de mi pecho. Mas, hermano,
no me enseñes, como el mal sacerdote,
la espinosa pendiente del cielo
mientras tú, cual fatuo libertino,
sigues la senda florida del placer
y no tus propios consejos.
LAERTES
No temas por mí.
 
Entra POLONIO.
 
Me estoy demorando. Aquí está nuestro padre.
Doble bendición es doble fortuna:
feliz ocasión para otra despedida.
POLONIO
¿Aún aquí, Laertes? ¡Por Dios, a bordo, a bordo!
El viento ya ha hinchado tus velas, y están
esperándote. Llévate mi bendición
y graba en tu memoria estos principios:
no le prestes lengua al pensamiento,
ni lo pongas por obra si es impropio.
Sé sociable, pero no con todos.
Al amigo que te pruebe su amistad
sujétalo al alma con aros de acero,
pero no embotes tu mano agasajando
al primer conocido que te llegue.
Guárdate de riñas, pero, si peleas,
haz que tu adversario se guarde de ti.
A todos presta oídos; tu voz, a pocos.
Escucha el juicio de todos, y guárdate el tuyo.
Viste cuan fino permita tu bolsa,
mas no estrafalario; elegante, no chillón,
pues el traje suele revelar al hombre,
y los franceses de rango y calidad
son de suma distinción a este respecto.
Ni tomes ni des prestado, pues dando
se suele perder préstamo y amigo,
y tomando se vicia la buena economía.
Y, sobre todo, sé fiel a ti mismo,
pues de ello se sigue, como el día a la noche,
que no podrás ser falso con nadie.
Adiós. Mi bendición madure esto en ti.
LAERTES
Humildemente de vos me despido.
POLONIO
El tiempo te llama. Corre, los criados esperan.
LAERTES
Adiós, Ofelia, y recuerda bien
lo que te he dicho.
OFELIA
Lo he encerrado en la memoria,
y tú guardarás la llave.
LAERTES
Adiós.
 
Sale.
 
POLONIO
           ¿Qué es lo que te ha dicho, Ofelia?
OFELIA
           Con permiso, una cosa del Príncipe Hamlet
POLONIO
Vaya, ha hecho bien.
Me han dicho que últimamente te dedica
mucho tiempo y que tú le dispensas
tu atención con gran esplendidez.
Si es así, como me han insinuado
a modo de aviso, debo decirte
que no pareces comprender con claridad
tu lugar como hija mía ni tu honra.
¿Qué hay entre vosotros? Dime la verdad.
OFELIA
Señor, últimamente me ha dado
muchas muestras de su afecto.
POLONIO
¿Afecto? ¡Bah! Veo que estás verde
e inexperta en cuestión tan peligrosa.
¿Crees en sus muestras, como tú las llamas?
OFELIA
Señor, no sé qué pensar.
POLONIO
Pues yo te enseñaré. Considérate una niña
al haber dado por valiosas unas muestras
que no son de ley. Muéstrate más cauta
o, por no agotar el término acosándolo,
harás que yo sea muestra de idiotez.
OFELIA
Señor, me ha galanteado
de un modo decoroso.
POLONIO
Ya, a modo de capricho. ¡Vamos, vamos!
OFELIA
Y me ha corroborado sus palabras
con todos los divinos juramentos.
POLONIO
Sí, cepos para pájaros. Sé bien
que, cuando arde la sangre, el alma se prodiga
en juramentos. Hija, esas llamaradas,
que dan más luz que calor y se extinguen
cuando parece que prometen,
no las tomes por fuego. Desde ahora, hija,
escatima un poco más tu virginal presencia,
haz que tus encuentros exijan algo más
que la orden de acudir. Respecto a Hamlet,
créele en la medida en que es joven,
y piensa que el ronzal con que se mueve
es mucho más largo que el tuyo. En suma, Ofelia,
no creas sus juramentos, pues son intermediarios
de distinto color del que los viste,
abogados de causas impías, que se expresan
como santos y piadosos alcahuetes
para seducirte mejor. No lo repetiré:
hablando claro, no quiero que en adelante
deshonres ni un momento de tu ocio
conversando con el Príncipe Hamlet.
Haz lo que te digo. Vamos, ven.
OFELIA
Os obedeceré, señor.
 
Salen.

 Tanto aquí como en IV.v y en V.ii, Shakes­peare tiene en cuenta el carácter electivo de la monarquía danesa. Según la versión de Belleforest, el Hamlet legendario, tras matar a su tío, llega a ser rey por aclamación pública.

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