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西语阅读:《一千零一夜》连载二十三 a
日期:2011-10-05 00:27  点击:145

西语阅读:《一千零一夜》连载二十三 a

PERO CUANDO LLEGó LA 39a NOCHE

Ella dijo:

 

He llegado a saber; ¡oh rey afor­tunado! que el eunuco Kafur prosi­guió de este modo el relato de su historia:

“Entonces corrí al jardín, mientras que las mujeres y todos los demás se dirigían a casa del walí para con­tarle lo ocurrido. Y el walí se levan­tó y montó a caballo, llevando con­sigo peones que iban cargados de herramientas, sacos y canastos, y todo el mundo emprendió el camino del jardín siguiendo las indicaciones que yo había suministrado.

Y yo me cubrí de tierra la cabeza, empecé a golpearme la cara y llegué al jardín gritando: “¡Ay mi pobre ama! ¡Ay mis pobres amitas! ¡Ay! ¡Desdichados de todos nosotros!” Y así me presenté entre los comensales. Cuando mi amo me vio de aque­lla manera, cubierta la cabeza de tierra, aporreada la cara y gritan­do: “¡Ay! ¿Quién me recogerá aho­ra?, ¿Qué mujer será tan buena para mí como mi pobre ama?”, cambió de color, le palideció la tez, y me dijo: “¿Qué te pasa, ¡oh Kafur!? ¿Qué ha ocurrido? Dime.” Y yo lecontesté: “¡Oh amo mío! Cuando me mandaste que fuera a casa a pedirle tal cosa a mi ama, llegué y vi que la casa se había derrumbado, sepultando entre los escombros a mi ama y a sus hijas.” Y mi amo gritó entonces: “¿Pero no se ha podido salvar tu ama?” Y yo dije: “Nadie se ha salvado, y la primera en sucumbir ha sido mi po­bre ama.” Y me volvió a preguntar: “¿Pero y la más pequeña de mis hijas tampoco se ha salvado?” Y contesté: “Tampoco.” Y me dijo: ¿Y la mula, la que yo suelo montar, tampoco se ha salvado?” Y dije: “No, ¡oh amo mío! porque las paredes de la casa y las de la cuadra se han derrumbado encima de todo lo que había en la casa, sin excluir a los carneros, los gansos y las gallinas. Todo se ha convertido en una masa informe debajo de las rui­nas. Nada queda ya.” Y volvió a preguntarme: “¿Ni siquiera el mayor de mis hijos?” Y respondí: “¡Ay! ni siquiera ese. No ha quedado nadie con vida. Ya no hay casa ni habi­tantes. Ni siquiera quedan ya rastros de ello. En cuanto a los carneros, los gansos y las gallinas, deben ser en este momento pasto de los perros y los gatos:”

Cuando mi amo oyó estas palabras, la luz se transformó para él en tinieblas; quedó privado de toda voluntad; las piernas no le podían sostener; se le paralizaron los múscu­los y se le encorvó la espalda. Después empezó a desgarrarse la ropa, a mesarse las barbas, a abofe­tearse y a quitarse el turbante. Y no dejó de darse golpes, hasta que se le ensangrentó todo el rostro. Y gritaba: “¡Ay mi mujer! ¡Ay mis hijos! ¡Qué horror! ¡Qué desdicha! ¿Habrá otra desgracia semejante a la mía?” Y todos los mercaderes se lamentaban y lloraban como él para expresarle su pesar, y se desgarra­ban las ropas.

Entonces mi amo salió del jardín seguido de todos los convidados, y no cesaba de darse golpes, principal­mente en el rostro, andando como si estuviera borracho. Pero apenas había transpuesto la puerta del jar­dín, vio una gran polvareda y oyó gritos desaforados. Y no tardó en ver aparecer al walí con toda su co­mitiva, seguido de las mujeres y vecinos del barrio y de cuantos transeúntes se habían unido a ellos en el camino, movidos por la curio­sidad. Y todo el gentío lloraba y se lamentaba.

La primera persona con quien se encontró mi amo fue con su esposa, y detrás de ella vio a todos sus hijos. Y al verlos se quedó estupe­facto, como si perdiera la razón, y luego se echó a reír, y su familia se arrojó en sus brazos y se colgó a su cuello. Y llorando decían: “¡Oh padre! ¡Alah sea bendito por haberte librado!” Y él les preguntó: “¿Y vosotros? ¿Qué os ha ocurrido?” Su mujer le dijo: “¡Bendito sea Alah, que nos permite volver a ver tu cara, sin ningún peligro! ¿Pero cómo lo has hecho para salvarte de entre los escombros? Nosotros ya ves que estamos perfectamente. Y a no ser por la terrible noticia que nos anun­ció Kafur, tampoco habría pasado nada en casa.” Y mi amo exclamó: “¿Pero qué noticia es esa?” Y su mujer dijo: “Kafur llegó con la cabe­za descubierta y la ropa desgarrada, gritando; “¡Oh mi pobre amo! ¡Oh mi desdichado amo!” Y le pregun­tamos: “¿Qué ocurre, ¡oh Kafur!?” Y nos dijo: “Mi amo se había acu­rrucado junto a una pared para evacuar una necesidad, cuando de pronto la pared se derrumbó y le enterró vivo.”

Entonces dijo mi amo. “¡Por Alah! Pero si Kafur acaba de venir ahora mismo gritando: “¡Ay mi ama! ¡Ay los pobres hijos de mi ama!” Y le he preguntado:' ¿Qué ocurre, ¡oh Kafur!? Y me ha dicho: “Mi ama, con todos sus hijos, acaba de perecer debajo de las ruinas de la casa.”

Inmediatamente mi amo se volvió hacia donde estaba yo, y vio qué seguía echándome polvo sobre la cabeza, y desgarrándome la ropa, y tirando el turbante. Y dando una voz terrible, me mandó que me acer­cara. Al acercarme me dijo: “¡Ah miserable esclavo! ¡Negro de mal agüero! ¡Maldito y de raza maldita! ¿Por qué has ocasionado tanto tras­torno? ¡Por Alah! que he de castigar tu crimen según se merece. Te he de arrancar la piel de la carne, y la car­ne de los huesos.” Y yo contesté resueltamente: “¡Por Alah! que no me has de hacer ningún daño, pues me compraste con mi vicio, y como fue ante testigos, declararán que sabías mi vicio de decir una mentira cada año, y así lo anunció el pre­gonero. Pero he de advertirte que todo lo que acabo de hacer no ha sido más que media mentira, y me reservo el derecho de soltar la otra mitad que me corresponde decir antes que acabe el año.” Mi amo, al oírme, exclamó: “¡Oh tú, el más vil y maldito de todos los negros! ¿Conque lo que acabas de hacer no es más que la mitad de una men­tira? ¡Pues valiente calamidad la que tú eres! Vete, oh perro, hijo de perro, te despido! Ya estás libre de toda esclavitud.” Y yo dije: “¡Por Alah! que podrás echarme, ¡oh mi amo! pero yo no me voy. De ningu­na manera. He de soltar antes la otra mitad de la mentira. Y esto será antes de que acaba el año. Entonces me podrás llevar al zoco para ven­derme con mi vicio. Pero antes no me puedes abandonar, pues no tengo oficio de qué vivir. Y cuanto te digo es cosa muy legal, y legalmente reconocida por los jueces cuando me compraste”.

Y mientras tanto, los vecinos que habían venido para asistir a los fune­rales se preguntaban qué era lo que pasaba. Entonces les enteraron de todo, lo mismo que al walí, a los mercaderes y a los amigos, explicán­doles la mentira que yo había inven­tado. Y cuando les dijeron que todo aquello no era más que la mitad, llegaron todos al límite de la estu­pefacción, juzgando que aquella mi­tad era ya de suyo bastante enorme. Y me maldijeron, y me brindaron toda clase de insultos, a cuál peor de todos. Y yo seguía riéndome, y decía: “No tenéis razón en reconve­nirme, pues me compraron con mi vicio.”

Ya sí llegamos a la calle en que vivía mí amo, y vio que su casa no era más que un montón de ruinas. Y entonces se enteró de que yo había contribuido a destruirla, pues le dijo su mujer: “Kafur ha roto todos los muebles, y los jarro­nes, y la cristalería, y ha hecho pedazos cuanto ha podido.” Y lle­gando al límite del furor, exclamó: “¡En mi vida he visto un negro más miserable que este! ¡Y aún dice que no es más que la mitad de un em­buste! ¿Pues qué sería una mentira completa? ¡Lo menos la destrucción de una o dos ciudades!” E inmedia­tamente me llevaron a casa del walí, que me mandó dar tan soberana paliza, que me desmayé.

Y encontrándome en tal estado, mandaron llamar a un barbero, que con sus instrumentos me mutiló del todo y cauterizaron la herida con un hierro candente. Y al des­pertar me enteré de lo que me fal­taba y de que me habían hecho eu­nuco para toda mi vida. Entonces mi amo me dijo: “Así como tú me has abrasado el corazón queriendo arrebatarme lo que más quería, así te lo quemo yo a ti, quitándote lo que querías más.” Después me llevó consigo al zoco, y me vendió por más precio, puesto que yo había en­carecido al convertirme en eunuco

Desde entonces he causado la dis­cordia y el trastorno en todas las casas en que entré como eunuco, y he ido pasando de un amo a otro, de un emir a un emir, de un notable a un notable, según la venta y la compra, hasta ser propiedad del mis­mo Emir de los Creyentes Pero he perdido mucho, y mis fuerzas disminuyeron desde que quedé sin lo que me falta.

Y tal es, ¡oh hermanos! la causa de mutilación. He aquí que se ha terminado mi historia. ¡Uassalam!”

Y los otros dos negros, oído el relato de Kafur, empezaron a reirse y a burlarse de él, diciendo: “Eres todo un bribón, hijo de bribón. Y tu mentira fue una mentira formi­dable.”

Después el tercer negro, llamado Bakhita, tomó la palabra, y diri­giéndose a sus dos compañeros dijo:


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