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哈姆雷特 第一章之第五场
日期:2011-03-23 06:57  点击:470

哈姆雷特 5

 

 

 

I.v Entran el ESPECTRO y HAMLET.
 
HAMLET
¿Adónde me llevas? No pienso seguir.
ESPECTRO
Escúchame.
HAMLET
Habla.
ESPECTRO
    Se acerca la hora en que he de entregarme
al tormento de las llamas sulfúreas.
HAMLET
¡Ah, pobre ánima!
ESPECRRO
    No me compadezcas, sino presta
oído atento a lo que voy a revelarte.
HAMLET
Habla, he de oírte.
ESPECTRO
Y habrás de vengarme cuando oigas.
HAMLET
¿Qué?
ESPECTRO
    Soyel alma de tu padre,
    condenada por un tiempo a vagar en la noche
    y a ayunar en el fuego por el día
mientras no se consuman y purguen los graves
pecados que en vida cometí. Si no me hubieran
prohibido revelar los secretos de mi cárcel,
oirías una historia cuya más leve palabra
desgarraría tu alma, te helaría la sangre,
como estrellas te haría saltar los ojos
de sus órbitas, y erizaría tu liso cabello,
poniendo de punta cada pelo,
como púas de aterrado puercoespín.
Pero esta proclamación del más allá
no es para oídos de mortales. ¡Ah, Hamlet, escucha!
Si alguna vez quisiste a tu padre...
HAMLET
¡Santo Dios!
ESPECTRO
 ... venga su inmundo y monstruoso asesinato.
HAMLET
¡Asesinato!
ESPECTRO
Inmundo asesinato como todos, pero éste
harto inmundo, inusitado y monstruoso.
HAMLET
Vamos, cuéntamelo ya y, con alas tan veloces
como el meditar o el amoroso pensamiento,
correré a la venganza.
ESPECTRO
  Te veo dispuesto; si no reaccionases,
serías más insensible que la planta
que lánguida se pudre en la inacción
a orillas del Leteo[L1]. óyeme, Hamlet.
Propagaron que, durmiendo en el jardín,
me mordió una serpiente: con una historia falsa
de mi muerte burdamente han engañado
a toda Dinamarca. Mas atiende, noble hijo:
la serpiente que arrancó la vida de tu padre
lleva ahora su corona.
HAMLET
¡Ah, mi alma profética! ¿Mi tío?
ESPECTRO
Sí, esa bestia incestuosa, ese adúltero,
con su astuta brujería y sus pérfidas prendas
(¡ah, astucia que daña, prendas que seducen!)
se atrajo a su lascivia ignominiosa
el deseo de una reina honesta en apariencia.
¡Oh, Hamlet, qué deslealtad! Conmigo,
cuyo amor fue siempre tan perfecto
que iba en armonía con las promesas
que le hice al desposarla, para hundirse
con un mísero cuyas dotes naturales
eran pobres al lado de las mías.
Pero si la virtud no se deja seducir
aunque el vicio la tiente bajo forma divina,
la lujuria, aunque unida a un ángel radiante,
se sacia en un lecho celestial
y se ceba en la inmundicia.
Espera. Creo que siento el olor de la mañana.
He de ser breve. Durmiendo en el jardín,
como era mi costumbre por la tarde, tu tío,
a esa hora insospechada, se acercó sigiloso
con un frasco de esencia ponzoñosa
y vertió en los portales de mi oído
el tósigo ulcerante, cuyo efecto
a la sangre del hombre es tan hostil
que al punto recorre como azogue
las venas y conductos corporales
y con súbito poder cuaja y coagula,
como gotas de ácido en la leche,
la sangre más fluida y saludable. Lo hizo con la mía
y al instante me vi como un leproso,
mi piel lisa arrugada en una costra
infecta y repugnante.
Así, mientras dormía, el acto de un hermano
de un golpe me arrancó vida, corona, esposa,
me segó en la flor de mis pecados,
sin viático, asistencia, extremaunción
y, mis cuentas sin rendir, me envió a juicio
con todas mis imperfecciones sobre mí.
¡Fue horrendo, horrendo, harto horrendo!
Si tienes sentimientos, no lo sufras;
no consientas que el tálamo real de Dinamarca
sea lecho de lujuria y vil incesto.
Mas, cualquiera que sea tu proceder,
no ensucies tu alma, ni acometas
ninguna acción contra tu madre. Déjala al cielo
y a las espinas que, clavadas, le hieren
su propio corazón. Adiós ya.
La luciérnaga anuncia la mañana:
su llama mortecina palidece.
Adiós, adiós, Hamlet. Acuérdate de mí.
 
Sale.
 
HAMLET
¡Ah, legiones celestiales! ¡Ah, tierra! ‑ ¿Qué más?
¿Afiado el infierno? ¡No! ‑ Resiste, corazón,
y vosotras, mis fibras, no envejezcáis
y mantenedme firme. ¿Acordarme de ti?
Sí, pobre ánima, mientras resida memoria
en mi turbada cabeza. ¿Acordarme de ti?
Sí, de la tabla del recuerdo borraré
toda anotación ligera y trivial,
máximas de libros, impresiones, imágenes
que en ella escribieron juventud y observación,
y sólo tus mandatos viviran
en mi libro del cerebro, sin mezcla
de asuntos menos dignos. ¡Sí, sí, por el cielo!
¡Ah, perversa mujer!
¡Ah, infame, infame, maldito infame sonriente!
Mi cuaderno, mi cuaderno; he de anotarlo:
uno puede sonreír y sonreír, siendo un infame.
Al menos, seguro que es posible en Dinamarca.
Bueno, tío, ahí tienes. Y ahora, mi consigna:
«Adiós, adiós, acuérdate de mí.»
Lo he jurado.
HORACIO y MARCELO [dentro]
¡Señor, señor!
 
Entran HORACIO y MARCELO.
 
MARCELO
¡Príncipe Hamlet!
HORACIO
Que Dios le proteja.
HAMLET
Así sea.
HORACIO
¡Eh‑oh! ¡Eh‑oh, señor!
HAMLET
¡Hucho, hucho‑hó! ¡Vuelve, pájaro[L2]!.
MARCELO
¿Cómo estáis, noble señor?
HORACIO
¿Qué ha ocurrido, señor?
HAMLET
¡Ah, qué prodigio!
HORACIO
Mi buen señor, contadlo.
HAMLET
No, que lo divulgaréis.
HORACIO
Yo no, señor, por el cielo.
MARCELO
Ni yo, señor.
HAMLET
¿Qué me decís? ¿Quién pensaría que ... ?
¿Guardaréis el secreto?
HORACIO y MARCELO
Sí, por el cielo.
HAMLET
No hay un solo canalla en Dinamarca
que no sea un pillo redomado.
HORACIO
Señor, para oír eso no hace falta
que salga de la tumba espectro alguno.
HAMLET
Sí, claro, desde luego.
Entonces, sin más ceremonia, es mejor
que nos demos la mano y nos vayamos: vosotros,
adonde os lleven vuestros asuntos y deseos,
pues cada cual tiene sus asuntos y deseos,
los que sean; en cuanto a mí, ¿sabéis?,
me voy a rezar.
HORACIO
Señor, habláis sin orden ni medida.
HAMLET
Siento haberte ofendido, de veras,
lo siento de veras.
HORACIO
No hay ofensa, señor.
HAMLET
Por San Patricio, sí que hay ofensa, Horacio,
y mucha. En cuanto a esta aparición,
es un espectro de verdad, os lo aseguro.
Por lo que hace a vuestro deseo de saber
lo que me ha dicho, dominadlo. Y ahora,
pues sois amigos y hombres de armas y letras,
concededme un humilde favor.
HORACIO
Sí, señor. ¿Cuál?
HAMLET
No revelar lo que habéis visto esta noche.
HORACIO y MARCELO
No lo haremos, señor.
HAMLET
Pues juradlo.
HORACIO
Juro que no, señor.
MARCELO
Juro que no, señor.
HAMLET
Sobre mi espada[L3].
MARCELO
Señor, ya hemos jurado.
HAMLET
Vamos, sobre mi espada. Vamos.
 
Grita el ESPECTRO bajo el escenario.
 
ESPECTRO
¡Jurad!
HAMLET
¡Ajá, muchacho! ¿Tú también? ¿Estás ahí,
buen hombre? ‑ Vamos, ya oís al del sótano
Prestaos a jurar.
HORACIO
Proponed el juramento, señor.
HAMLET
No decir jamás lo que habéis visto.
Jurad sobre mi espada.
ESPECTRO
¡Jurad!
 
[Juran.]
 
HAMLET
Hic et ubique [L4]?. Pues cambiemos de sitio.
Venid, señores y volved a poner vuestras manos en mi espada:
no decir jamás lo que habéis oído.
Jurad sobre mi espada.
ESPECTRO
¡Jurad!
 
[Juran.]
 
HAMLET
Muy bien, viejo topo. ¡Qué rápido escarbas!
¡Vaya zapador! ‑ Cambiemos de nuevo, amigos.
HORACIO
¡Día y noche, esto es harto extraño!
HAMLET
Pues igual que al extraño, acógelo bien.
Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio,
de las que sueña nuestra filosofía. Vamos,
como antes: jurad que nunca, Dios mediante,
por rara o extraña que sea mi conducta
(pues tal vez desde ahora crea conveniente
adoptar un talante estrafalario),
si me veis en tal tesitura, jamás,
doblando así los brazos, meneando la cabeza
o diciendo expresiones equívocas, como
«Nosotros lo sabemos», o «Queriendo, podríamos»,
o «Si fuésemos a hablar» o «Los hay que si pudieran»,
mostrando con frases tan ambiguas
que sabéis algo de mí... Jurad
que, Dios mediante y toda la gracia divina,
no haréis nada de eso.
ESPECTRO
¡Jurad!
 
[Juran.]
 
HAMLET
¡Descansa, ánima inquieta! ‑ Señores,
de corazón a vosotros me encomiendo;
y todo lo que un ser tan humilde como Hamlet
pueda hacer por demostraros su estima,
si Dios quiere, nunca faltará. Entremos todos.
Y, os lo ruego, el dedo siempre en el labio.
Los tiempos se han dislocado. ¡Cruel conflicto,
venir yo a este mundo para corregirlos!
Venid. Vamos todos.
 
Salen.

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 [L1]En la mitología griega, río del olvido.
 [L2]En su excitación, Hamlet se burla del grito de Horacio como si hubiera sido la llamada del cetrero a su halcón.
 [L3]Exactamente, sobre la cruz de la espada.
 [L4]Sólo Dios y el diablo podían estar «aquí y en todas partes», la pregunta de Hamiet expresaría sus dudas sobre la verdadera naturaleza del espectro.


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