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西语阅读:《一千零一夜》连载二十六 a
日期:2011-10-08 23:37  点击:206

西语阅读:《一千零一夜》连载二十六 a

PERO CUANDO LLEGÓ LA 294 NOCHE

Ella dijo:

 

... “¡No hay recursos y poder más que en Alah el Altísimo, el Omnipotente! ¡Ya no queda conciencia ni honradez en ninguna criatura de este mundo! ¿Cómo osas afirmar que eres Sindbad el Marino, ¡oh escriba astuto! cuanto todos nosotros le vi­mos por nuestros propios ojos aho­garse con los demás mercaderes? ¡Vergüenza sobre ti por mentir con impudicia tanta!”

Entonces le contesté: “¡Cierto ¡oh capitán! que la mentira es la renta de los bellacos! ¡Pero escúcha­me, porque voy a probarte que soy Sindbad el ahogado!” Y conté al capitán diversos incidentes que sólo conocíamos él y yo, y que sobrevi­nieron durante aquella maldita tra­vesía. El capitán entonces no dudó ya de mi identidad y llamó a los que iban en el barco, y todos me felici­taron por mi salvamento, y me dije­ron, “¡Por Alah, no podemos creer que lograras librarte de perecer aho­gado! ¡Alah te concedió una segun­da vida!”

Tras de lo cual apresuróse el ca­pitán a devolverme mis mercancías, que yo hice transportar al zoco en el momento, después de asegurarme de que no faltaba nada y de que to­davía aparecían en dos fardos mi nombre y mi sello.

Una vez en el zoco, abrí mis far­dos y vendí mis mercancías con un beneficio deciento por una; pero tu­ve cuidado de reservarme algunas objetos de valor, que me apresure a ofrecer como presente al rey Mih­raján.

Le relaté la llegada del capián del navío, y el rey asombróse en extre­mo de este acontecimiento inespera­do, y como me quería mucho, no quiso ser menos amable que yo, y a su vez me hizo regalos inestimables que contribuyeron no poco a enri­quecerme completamente. Porque yo me di prisa a vender todo aquello, realizando así una fortuna conside­rable que transporté a bordo del mismo navío donde había empren­dido antes mi viaje.

Efectuado esto, fui a palacio para despedirme del rey Mihraján y darle gracias por todas sus generosidades y por su protección. Me despidió con frases muy conmovedoras, y no me dejó partir sin haberme ofrecido aun más presentes suntuosos y ob­jetos de valor que ya no me decidí a vender y que, por cierto, estáis viendo ahora en esta sala, ¡oh mis honorables invitados! Tuve igual­mente cuidado de llevar conmigo por todo equipaje los perfumes que estáis aspirando aquí, madera de áloe, alcanfor, incienso y sándalo, productos de aquella isla lejana.

Subí en seguida a bordo, y a poco diose a la vela el navío con la auto­rización de Alha. Porque nos favo­reció la Fortuna y nos ayudó el Destino, en aquella travesía, que duró días y noches, y por último, una ma­ñana llegamos con salud a la vista de Bassra, donde no nos detuvimos mas que muy escaso tiempo para ascender por el río y entrar al fin, con el alma regocijada, en la ciudad de paz, Bagdad, mi tierra.

Cargado de riquezas y con la ma­no pronta para las dádivas, llegué a mi calle así, y entré en mi casa, donde volví a ver con buena salud a mi familia y a mis amigos. Y al punto compré gran cantidad de esclavos de uno y otro sexo, mamalik, mujeres hermosas, negros, tierras, casas y propiedades, como no tuve nunca, ni aun cuando murió mi padre.

Con esta nueva vida olvidé las vicisitudes pasadas, las penas y los peligros sufridos, la tristeza del des­tierro, los sinsabores y fatigas del viaje. Tuve amigos numerosos y de­liciosos, y durante largo tiempo vivía una vida llena de agrado y de place­res y exenta de preocupaciones y molestias, disfrutando con toda mi alma de cuanto me gustaba y co­miendo manjares admirables y be­biendo bebidas preciosas.

¡Y tales el primero de mis viajes! Pero mañana, si Alah quiere, os contaré, ¡oh invitados míos! el se­gundo de los siete viajes que em­prendí, y que es bastante más extra­ordinario que el primero.”

Y Sindbad el Marino se encaró con Sindbad el Cargador y le rogó que cenase con él. Luego, tras de ha­berle tratado con mucho miramien­to y afabilidad, hizo que le entre­garan mil monedas de oro, y antes de despedirle le invitó a volver al día siguiente, diciéndole: “¡Para mí tu urbanidad será siempre un placer y tus buenos modales una delicia!” Y contestó Sindbad el Cargador: “¡Por encima de mi cabeza y de mis ojos! ¡Obedezco con respeto! ¡Y sea continua en tu casa la alegría, ¡oh señor mío!”

Salió entonces de allá, después de dar las gracias y llevarse consigo el regalo que acababa de recibir, y re­tornó a su hogar, maravillándose hasta el límite de la maravilla, y pensó toda la noche en lo que aca­baba de escuchar y de experimentar.

Así es que en cuanto amaneció apresuróse a volver a casa de Sind­bad el Marino...

 

En este momento de su narración, Schahrazada vio aparecer la maña­na, y se calló discretamente.


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