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西语阅读:《一千零一夜》连载三十二 a
日期:2011-10-15 22:08  点击:380

西语阅读:《一千零一夜》连载三十二 a

PERO CUANDO LLEGó LA 736 NOCHE

 

Ella dijo:

 

... Y se despidió de la madre de Aladino, besó a Aladino y se mar­chó. Y Aladino pensó durante la noche en todas las cosas hermosas que acababa de ver y en las alegrías que acababa de experimentar; y se prometió nuevas delicias para el si­guiente día. Así es que se levantó con la aurora, sin haber podido pe­gar los ojos, y se vistio sus ropas nuevas, y empezó a andar de un lado para otro, enredándose los pies con aquel traje largo, al cual no es­taba acostumbrado. Luego, como su impaciencia le hacía pensar que el maghrebín tardaba demasiado, salió a esperarle a la puerta y acabó por verle aparecer. Y corrió a él como un potro y le besó la mano. Y el maghrebín le beso y lo hizo muchas caricias, y le dijo que fuera a adver­tir a su madre que se le llevaba. Des­pués le cogió de la mano y se fue con él. Y echaron a andar juntos, hablan­do de unas cosas y de otras; y fran­quearon las puertas de la ciudad, de donde nunca había salido aún Aladino. Y empezaron a aparecer ante ellos las hermosas casas particu­lares y los hermosos palacios rodea­dos de jardines; y Aladino los mira­ba maravillado, y cada cual le pa­recía más hermoso que el anterior.

Y así anduvieron mucho por el campo, acercándose más cada vez al fin que se proponía el maghrebín. Pero llegó un momento en que Ala­dino comenzó a cansarse, y dijo al maghrebín: “¡Oh tío mío! ¿tenemos que andar mucho todavía? ¡mira que hemos dejado atrás los jardines, y ya sólo tenemos delante de nosotros la montaña! ¡Además, estoy fatiga­dismo, y quisiera tomar un boca­do!” Y el maghrebín se sacó del cinturón un pañuelo con frutas y pan, y dijo a Aladino: “Aquí tienes, hijo mio, con qué saciar tu hambre y tu sed. ¡Pero aún tenemos que andar un poco para llegar al paraje maravilloso que voy a enseñarte y que no tiene igual en el mundo! ¡Re­pón tus fuerzas, y toma alientos, Ala­dino, que ya eres un hombre!” Y continuó animándole, a la vez que le daba consejos acerca de su con­ducta en el porvenir, y le impulsaba a separarse de los niños para acer­carse a los hombres sabios y pru­dentes. ¡Y consiguió distraerle de tal manera, que acabó por llegar con él a un valle desierto al pie de la mon­taña, y en donde no había más pre­sencia que la de Alah!

¡Allí precisamente terminaba -el viaje del maghrebín! ¡Y para llegar a aquel valle había salido del fondo del Maghreb y había ido a los con­fines de

la China!

Se encaró entonces con Aladino, que estaba extenuado de fatiga, y le dijo sonriendo: “¡Ya hemos llegado, hijo mío Aladino!” Y se sentó en una roca y le hizo sentarse al lado suyo Y lo abrazó con mucha ternura, y le dijo: “Descansa un poco Ala­dino. Porque al fin voy a mostrarte lo que jamás vieron los ojos de los hombres. Sí, Aladino; en seguida vas a ver aquí nusmo un jardín más hermoso que todos los jardines de la tierra. Y sólo cuando hayas admi­rado las maravillas de ese jardín ten­drás verdaderamente razón para dar­me gracias y olvidarás las fatigas de la marcha y bendecirás el día en que me encontraste por primera vez.” Y le dejó descansar un instante, con los ojos muy abiertos de asombro al pensar que iba a ver un jardín en un paraje donde no había más que rocas desperdigadas y matorra­les. Luego le dijo: “¡Levántate aho­ra, Aladino, y recoge entre esos ma­torrales las ramas más secas y los trozos de leña que encuentres, y tráemelos! ¡Y entonces veras el es­pectáculo gratuito a que te invito!” Y Aladino se levantó y se apresuro a recoger entre los matorrales y la maleza una gran cantidad de ramas secas y trozos de leña, y se los llevo al maghrebín, que, le dijo: “Ya ten­go bastante. ¡Retirate ahora y ponte detrás de, mí!” Y Aladino obedeció a su tío, y fue a colocarse a cierta distancia detrás de él.

Entonces el maghrebín sacó del cinturón un eslabón, con el que hizo lumbre, y prendió fuego al montón de ramas y hierbas secas, que lla­mearon crepitando. Y al punto sacó del bolsillo una caja de concha, la abrió y tomó un poco de incien­­so, que arrojo en medio de la hoguera. Y levantóse una humareda muy espesa que apartó él con sus manos a un lado y a otro, murmu­rando fórmulas en una lengua in­comprensible en absoluto para Ala­dino. Y en aquel mismo momento tembló la tierra y se conmovieron sobre su base las rocas y se entre­abrió el suelo en un espacio de unos diez codos de anchura. Y en el fon­do de aquel agujero apareció una loza horizontal de mármol de cinco codos de ancho con una anilla de bronce en medio.

Al ver aquello, Aladino, espanta­do, lanzo un grito, y cogiendo con los dientes el extremo de su traje, volvió la espalda y emprendió la fuga, agitando las piernas. Pero de un salto cayó sobre él el maghrebín y le atrapó. Y le miró con ojos me­drosos, le zarandeó teniéndole cogi­do de una oreja, y levantó la mano, y le aplicó una bofetada tan terri­ble, que por poco le salta los dientes, y Aladino quedó todo aturdido y se cayó al suelo.

Y he aquí que el maghrebín no le había tratado de aquel modo más que por dominarle de una vez para siempre, ya que le necesitaba para la operacion que iba a realizar, y sin él no podía intentar la empresa para que había venido. Así, es que cuando le vio atontado en el suelo, le levantó, y le dijo con una voz que procuro hacer muy dulce: “¡Sabe, Aladino, que si te traté así, fue para enseñarte a ser un hombre! ¡Por­que soy tu tío el hermano de tu padre, y me debes obediencia!” Lue­go añadió con una voz de lo más dulce: “¡Vamos, Aladino, escucha bien lo que voy a decirte, y no pier­das ni una sola palabra! ¡Porque si así lo haces sacarás de ello ventajas considerables y en seguida olvida­rás los trabajos pesados!” Y le besó, y teniéndole para en adelante com­pletamente sometido y dominado le dijo: “¡Ya acabas de ver, hijo mío, cómo se ha abierto el suelo en vir­tud de las fumigaciones y fórmulas que he pronunciado!, ¡Pero es pre­ciso que sepas que obré de tal suerte únicamente por tu bien; porque de­bajo de esta losa de mármol que ves en el fondo del agujero con un anillo de bronce se halla un tesoro que está inscripto a tu nombre y no puede abrirse más que en tu pre­sencia! ¡Y ese tesoro, que te está destinado, te hara mas rico que to­dos los reyes! Y para demostrarte que ese tesoro está destinado a ti y no a ningún otro, sabe que sólo a ti en el mundo es posible tocar esta losa de mármol y levantarla; pues yo mismo, a pesar de todo mi poder, que es grande, no podría echar ma­no a la anilla de bronce ni levantar la losa, aunque fuese mil veoes más poderoso y más fuerte de lo que soy. ¡Y una vez levantada la losa no me sería posible penetrar en el tesoro, ni bajar un escalón siquiera! ¡A ti únicamente incumbe hacer lo que no puedo hacer yo por mí mis­mo! ¡Y para ello no tienes más que ejecutar al pie de la letra lo que voy a decirte! ¡Y así serás el amo del tesoro, que partiremos con toda equidad en dos partes iguales, una para ti y otra para mí!”


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