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哈姆雷特 第四幕之第五场
日期:2011-03-25 07:04  点击:1027

哈姆雷特 第四幕之第五场

 

IV.v Entran la REINA y HORACIO.
 
REINA
No quiero hablar con ella.
HORACIO
Insiste en veros, desvaría. Su estado da pena.
REINA
¿Qué quiere?
HORACIO
Habla mucho de su padre, de las trampas
de este mundo; balbucea y se da
golpes de pecho; se ofende por minucias;
habla sin concierto. Lo que dice es absurdo,
mas lleva a quien la oye a interpretar
su incoherencia. Se hacen conjeturas;
amoldan a su idea las palabras que juntan,
las cuales, a juzgar por los gestos y los guiños,
darían pie a sospechas que, aun siendo
infundadas, serían maliciosas.
REINA
Habrá que hablar con ella, no sea que siembre
dudas peligrosas en mentes malévolas.
Hazla pasar.
 
[HORACIO se dirige a la puerta.]
 
[Aparte] En mi alma enferma, pues vive en pecado,
cualquier nadería predice un gran daño.
La culpa no sabe fingir su recelo
y al fin se traiciona queriendo esconderlo.
 
Entra OFELIA tocando un laúd, con el pelo suelto y cantando.
 
OFELIA
¿Dónde está la hermosa majestad de Dinamarca?
REINA
¿Qué ocurre, Ofelia?
OFELIA [canta]
¿Cómo conoceré a tu amor
entre los demás?
Con venera y con bordón [L1]
y sandalias va.
REINA
¡Ah, pobre Ofelia! ¿A qué viene esa canción?
OFELIA
¿Decíais? Atended, os lo ruego.
    [Canta] Ya murió, señora, y se fue,
                  ya murió y se fue:
                  césped a su cabecera
                  y piedra a sus pies[L2].
REINA
Pero, Ofelia...
OFELIA
Atended, os lo ruego.
[Canta] Su mortaja, blanquísima...
 
Entra el REY.
 
REINA
¡Ah, mírala, esposo!
OFELIA [canta]
... cubierta de flor,
a la tumba fue sin llevar
lágrimas de amor.
 
REY
¿Cómo estás, linda Ofelia?
OFELIA
Bien, Dios os lo pague. Cuentan que la lechuza era la hija de un panadero[L3]. ¡Señor! Sabemos lo que somos, no lo que podemos ser. ¡Dios bendiga vuestra mesa!
REY
Fantasea sobre su padre.
OFELIA
Os lo ruego, no hablemos de esto. Cuando os pregunten qué significa, decid:
[Canta] «Mañana es el día de San Valentín[L4],
temprano, al amanecer,
y yo estaré en tu balcón;
tu enamorada seré.»
 
Entonces él se levantó y vistió     
y a la doncella hizo entrar
que de su alcoba doncella
ya nunca saldría jamás.
 
REY
Linda Ofelia...
OFELIA
Pues sí, y sin blasfemar le pondré fin:
[Canta]¡Jesús, caridad cristiana!
Vergüenza le tiene que dar.
Si puede, un joven te goza:
¡Su potra, eso está mal!
«Juraste antes de tumbarme
hacer de mí tu mujer.»
«¡Y ya lo serías si en mi cama
no te llegas a meter!»
 
REY
¿Cuánto hace que está así?
OFELIA
Espero que todo irá bien. Hay que tener paciencia. Pero lloro sin remedio de pensar que lo enterraron en la fría tierra. Mi hermano ha de saberlo. Así que gracias por el buen consejo. ¡Vamos, mi carruaje! Buenas no­ches, señoras, buenas noches, buenas noches.
 
Sale.
 
REY
Síguela de cerca. Vigílala bien, te lo ruego.
 
[Sale HORACIO.]
 
Ah, este es el veneno de la honda tristeza;
todo viene de la muerte de su padre. ¡Ah, Gertrudis!
Las penas nunca vienen como espías de avanzada,
sino en batallones. Primero, su padre muerto;
después, tu hijo ausente, el más violento autor
de su propia partida; el pueblo, enturbiado,
revuelto con tantas sospechas y rumores
sobre la muerte de Polonio (y fue una ingenuidad
enterrarle bajo mano); la pobre Ofelia,
trastornada y privada de razón,
sin la cual todos somos pinturas o animales;
por último, y peor que todo lo demás,
su hermano ha regresado de Francia en secreto,
se nutre de su asombro, vive en la penumbra
y no le faltan chismosos que le infectan
los oídos con infundios sobre la muerte de su padre.
En tal apuro, y escaseando los hechos,
no dudarán en acusar a mi persona
en sus rumores. Querida Gertrudis,
todo esto, cual disparos de metralla,
me da muerte superflua en muchas partes.
 
Ruido dentro. Entra un MENSAJERO.
 
REINA
¡Ah! ¿Qué ruido es ese?
REY
¡Mi guardia suiza! ¡Que defiendan la puerta!
¿Qué ocurre?
MENSAJERO
Salvaos, señor.
El océano, rebasando sus orillas,
no sumerge los llanos con más ímpetu
que Laertes, con sus amotinados, arrolla
a vuestra guardia. La chusma le llama señor
y, cual si el mundo fuese a empezar hoy
y no hubiera costumbres ni pasado
(garantía y sostén de las palabras),
gritan: «¡Elijamos nosotros[L5]!. ¡Laertes será rey!»
Al cielo vuelan gorros, aplausos y vítores:
«¡Laertes será rey, Laertes rey!»
REINA
¡Qué alegres ladran tras la pista falsa!
¡Rastreáis al revés, perros daneses!
 
Ruido dentro.
 
REY
¡Han roto las puertas!
 
Entra LAERTES con sus SECUACES.
 
LAERTES
¿Dónde está ese rey? ‑ Quedaos todos fuera.
SECUACES
No, entremos.
LAERTES
Dejadme, os lo ruego.
SECUACES
Muy bien, señor.
LAERTES
Gracias. Guardad la puerta.
 
[Salen loS SECUACES.]
 
¡Ah, vil rey! ¡Dadme a mi padre!
REINA
Quieto, buen Laertes.
LAERTES
La gota de mi sangre que esté quieta
me acusará de bastardo, gritará «cornudo»
a mi padre y pondrá el estigma de ramera
en la frente casta y pura de mi madre.
REY
Laertes, ¿cuál es el motivo
de esta rebelión tan gigantesca? –
Suéltale, Gertrudis. No te inquiete mi persona.
Hay tal divinidad guardando a un rey
que la traición apenas si vislumbra su objetivo
y no llega a actuar. ‑ Laertes, dime
lo que tanto te ha inflamado. ‑ Suéltale, Gertrudis. –
Habla ya.
LAERTES
¿Dónde está mi padre?
REY
Muerto.
REINA
Pero no a sus manos.
REY
Que pregunte a placer.
LAERTES
¿Cómo murió? Nada de trampas.
¡Al infierno la lealtad! ¡Al más negro diablo
juramentos! ¡Al más profundo abismo
la gracia y la conciencia! No temo condenarme.
A tal punto he llegado que no me importa nada
esta vida, la otra, cualquier cosa:
tomaré plena venganza por mi padre.
REY
¿Quién te frenará?
LAERTES
Juro que ni el mundo entero.
Y mis medios voy a administrarlos
de modo que lo poco rinda mucho.
REY
Buen Laertes, si deseas conocer
la verdad de la muerte de tu padre,
¿está escrito en tu venganza que tu juego
barra de montón a amigo y enemigo,
al que gane y al que pierda?
LAERTES
Sólo a sus enemigos.
REY
¿Quieres conocerlos?
LAERTES
A sus amigos les abro los brazos
y, como el pelícano, generoso les daré
vida y alimento con mi sangre[L6].
REY
Ahora hablas
como un buen hijo y todo un caballero.
Que soy inocente de la muerte de tu padre
y la he llorado con honda tristeza
entrará tan de lleno en tu razón
como el día en tus ojos.
 
Ruido dentro.
 
VOCES [dentro]
¡Dejadla pasar!
LAERTES
¿Eh? ¿Qué ruido es ese?
 
Entra OFELIA como antes.
 
¡Fiebre, sécame el cerebro! ¡Lágrimas amargas,
quemadme el sentido y poder de mis ojos!
Juro que tu demencia será pagada en peso
hasta que la balanza se incline de mi lado.
¡Rosa de mayo, querida doncella, hermana, Ofelia!
¡Dios! ¿Es posible que un juicio tan tierno
sea tan mortal como la vida de un anciano?
El amor nos perfecciona, y nos hace
enviar una valiosa parte nuestra [L7]
tras el ser al que amamos.
OFELIA [canta]
Su ataúd descubierto va,
ay, nony, nony, no, nony, no,
y en la tumba le lloran ya.
Adiós, mi paloma.
LAERTES
Si estuvieras en tu juicio y clamases venganza,
no conmoverías tanto.
OFELIA
Vos cantad «Do‑re‑dó», y vos «Do‑re‑fá». ¡Ah, qué bien le va el estribillo! El pérfido mayordomo raptó a la hija del amo[L8].
LAERTES
Ese absurdo dice mucho.
OFELIA
Esto es romero, para recordar. Acuérdate, amor. Y esto pensamientos, para pensar.
LAERTES
La lección de la locura: ajusta el pensamiento y el re­cuerdo.
OFELIA
Esto es hinojo, para vos, y aguileña. Y esto ruda, para vos; y una poca para mí. Los domingos la llamamos hierba de la gracia. ¡Ah, vos llevad la ruda por otro motivo! Esto es una margarita. Os daría violetas, pero todas se mustiaron al morir mi padre; dicen que tuvo buena muerte.
[Canta] Pues Robin el guapo es mi ilusión.
LAERTES
Pesadumbre y tristeza, dolor, el infierno,
ella los convierte en dulzura y encanto.
 
OFELIA [canta]
¿Y ya nunca volverá?
¿Y ya nunca volverá?
No, no, no, muerto está,
y tú muere ya,
pues él jamás volverá.
 
La barba, níveo blancor,
el pelo, rubio color;
Ya murió, ya murio.
¿A qué más dolor?
Acoja su alma Dios. Y todas las almas cristianas, si Dios quiere. Adiós.
 
Sale.
 
LAERTES
¿Ves esto, Dios?
REY
Laertes, debo compartir tu pena;
no me niegues mi derecho. Ahora sal
y escoge a tus amigos más juiciosos
para que oigan y arbitren entre tú y yo.
Si me creen implicado, de manera
personal o coligada, yo, en desagravio,
te daré mi reino, mi vida, mi corona
y todo lo que es mío. Mas, si no es así,
accede a dispensarme tu paciencia
y obraré en alianza con tu alma
por dejarte satisfecho.
LAERTES
Conforme. El modo
en que murió, su oscuro entierro (sin emblema,
espada, ni blasón sobre sus restos,
rito noble o ceremonia funeral);
todo esto clama tanto del cielo a la tierra
que exijo que se indague.
REY
Así se hará;
y donde haya crimen, el hacha caerá.
Te lo ruego, ven conmigo.
 
Salen.

 [L1]Insignias del peregrino de Santiago, sobre todo la concha venera, que se llevaba cosida a la esclavina o al ala del sombrero (como sugiere exactamente el original «Cockle hat»). Se ha señalado que, tal como cuentan antiguas baladas y podría insinuar el contexto, disfrazarse de peregrino era un recurso para llevar a efecto intrigas amorosas.
 [L2]Antiguos usos en los enterramientos, mencionados en las baladas y el folklore.
 [L3]Referencia a un viejo cuento, en el que la hija de un panadero fue convertida en lechuza en castigo por su cicatería. Se sospecha que la historia alude a la pérdida de la virginidad.
 [L4]La canción alude a una vieja costumbre, según la cual la primera muchacha a quien veía un hombre en el día de San Valentín se convertía en su amada.
 [L5]Es decir, sea el pueblo el que elija rey. Referencia al carácter electivo de la monarquía danesa.
 [L6]Se creía que el pelícano hembra alimentaba a sus crías con su propia sangre.
 [L7]La parte «enviada» sería la cordura perdida de Ofelia, que ha seguido a la muerte de su padre.
 [L8]Otra referencia a casos de decepción o engaño amoroso. No se conserva ninguna balada o historia a la que podría aludir Ofelia.

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