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哈姆雷特 第四幕之第七场
日期:2011-03-25 07:07  点击:951

哈姆雷特 第四幕之第七场

 

IV.vii Entran el REY y LAERTES.
 
REY
Tu conciencia debe ahora sancionar
mi absolución, y tu pecho acogerme como amigo,
pues has podido oír y comprobar
que el hombre que mató a tu noble padre
atentaba contra mí.
LAERTES
Es evidente. Mas decidme
por qué no procedisteis contra hechos
tan graves y tan ciertos de pena capital,
cuando a ello tanto os obligaban
vuestra seguridad, prudencia y más motivos.
REY
Por dos razones especiales
que, aunque a ti te parezcan harto endebles,
tienen fuerza para mí. Su madre, la reina,
le idolatra y, en lo que a mí respecta
(sea mi suerte o mi desgracia, no sé cuál),
tal es mi conjunción con ella en cuerpo y alma
que, cual astro que sólo gira dentro de su esfera[L1],
yo fuera de ella no existo. La otra razón
para no haber hecho cargos públicos
es el cariño que las gentes le profesan:
un afecto que, sumergiendo sus delitos,
cambiaría sus culpas en virtudes
cual la fuente que transmuta en piedra la madera[L2].
Así, mis flechas, de ingrávida vara
para viento tan fuerte, habrían regresado
a mi arco sin hacer diana.
LAERTES
Y yo me encuentro sin mi noble padre
y a mi hermana en condiciones angustiosas,
que, si elogio lo que fue, desde una cumbre
podía haber retado al mundo entero
a emular sus perfecciones. Mas ya me vengaré.
REY
Por eso no pierdas el sueño. No creas
que estoy hecho de sustancia tan inerte
que dejo que el peligro me tire de la barba
y lo tomo a simple juego. Pronto has de oír más.
Yo quería a tu padre, y me quiero a mí mismo,
y esto espero que te enseñe a imaginar...
 
Entra un MENSAJERO.
 
    ¿Qué pasa? ¿Hay noticias?
MENSAJERO
Señor, cartas de Hamlet.
    Ésta para Vuestra Majestad, ésta para la reina.
REY
    ¿De Hamlet? ¿Quién las ha traído?
MENSAJERO
Señor, dicen que marineros. Yo no los vi.
    Me las dio Claudio; él las recibió.
REY
Laertes, tú has de oírlo. ‑
Déjanos.
 
Sale el MENSAJERO.
 
[Lee] «Excelsa Majestad: Sabed que, despojado, he puesto pie en vuestro reino. Mañana he de pediros licencia para presentarme ante vos y, con vuestra venia, exponeros las razones de mi pronto e insólito regreso.
Hamlet.»
¿Qué significa esto? ¿Han vuelto los demás?
¿O es alguna trampa y todo es falso?
LAERTES
¿Conocéis la letra?
REY
Es la de Hamlet. «Despojado.»
Y en posdata dice «solo». ¿Te lo explicas?
LAERTES
Señor, no entiendo nada. Pero que venga.
Alivia la dolencia de mi pecho
pensar que viviré para decirle a la cara:
«¡Así mataste!»
REY
Laertes, en tal caso (y parece extraño, pero cierto),
¿dejarás que yo te guíe?
LAERTES
Sí, mientras no me desviéis hacia la paz.
REY
Hacia tu paz. Si ahora ha regresado
tras cortar su travesía y no piensa
reemprenderla, le induciré
a un encuentro cuya trama está madura
y en el cual sin remedio ha de caer.
Por su muerte no habrá un hálito de culpa:
ni su madre advertirá la maña
y la creerá un accidente. Hace unos dos meses
estuvo aquí un caballero normando.
Yo he visto a los franceses, he luchado contra ellos,
y son diestros a caballo, pero este valiente
tenía magia. Clavado a la silla,
conseguía del animal tales prodigios
cual si fuese un solo cuerpo con la bestia
y de su especie por mitad. Tanto rebasaba
mi inventiva que yo, imaginando piruetas,
quedaba atrás de las suyas.
LAERTES
¿Normando decíais?
REY
Normando.
LAERTES
Seguro que Lamord[L3].
REY
El mismo.
LAERTES
Le conozco bien. Es la gala y la gema de su tierra.
REY
Dio testimonio de ti
y alabó de tal modo tu destreza
en el arte y ejercicio de la esgrima,
sobre todo tu dominio del estoque,
que exclamó: «¡Qué espectáculo sería
si él tuviera un rival!» Este elogio
envenenó de envidia a Hamlet, a tal punto
que no hacía sino pedir y desear
tu rápido regreso por luchar contra ti.
De todo esto...
LAERTES
De todo esto, ¿qué, señor?
REY
Laertes, ¿no querías a tu padre?
¿O eres como imagen del dolor,
como un rostro sin alma?
LAERTES
¿Por qué lo preguntáis?
REY
No es que crea que no querías a tu padre;
es que sé que el amor está sujeto al tiempo
y veo, pues lo prueba la experiencia,
que el tiempo le resta su fuego y ardor.
Hamlet regresa. ¿A qué estarías dispuesto
por mostrar, más en hechos que en palabras,
que eres digno de tu padre?
LAERTES
A degollarlo en la iglesia.
REY
Ni al crimen debe darse refugio en sagrado,
ni poner freno a la venganza. Mas, buen Laertes,
si piensas actuar, permanece en tu aposento.
Hamlet sabrá que has regresado.
Haré que algunos elogien tu excelencia
y den doble barniz al gran renombre
que el francés te dispensó, os junten finalmente
y arreglen las apuestas sobre ambos.
El, como es despreocupado, noble e incapaz
de estratagemas, no mirará las armas; así,
con sutileza de manos, te será fácil
escoger una espada con punta[L4]
y, de una artera estocada, desquitarte.
LAERTES
Lo haré; y a ese fin
untaré mi espada de veneno.
Le compré un ungüento a un charlatán,
tan mortal que un cuchillo en él mojado
donde hiere no hay emplasto milagroso
compuesto con las hierbas mas energicas
del mundo que salve de la muerte
a quien sólo haya arañado. Pondré el veneno
en la punta y bastará con que le roce
para que sea su muerte.
REY
Lo estudiaremos. Pondera
qué momento y qué medios favorecen
nuestro objeto. Si éste fracasara
y nuestra mala actuación mostrase el plan,
más valdría no intentarlo. Por tanto, a tu proyecto
hay que añadirle otro de reserva
por si fuera a malograrse. Espera, a ver.
Haré una apuesta solemne por vuestra maestría.
Eso es. Cuando el esfuerzo os dé calor y sed
(y habrás de hacer más violentos los asaltos),
y él pida de beber, le tendré preparada
una copa a propósito; con que la sorba,
aunque escape a tu golpe envenenado,
nuestro plan se habrá cumplido.
 
Entra la REINA.
 
¿Qué hay, querida esposa?
 
REINA
Una pena le pisa los talones a la otra;
tan rápido se siguen. ‑ Laertes, tu hermana se ha ahogado
LAERTES
¿Ahogado? ¿Dónde?
REINA
Sobre un arroyo, inclinado crece un sauce
que muestra su pálido verdor en el cristal.
Con sus ramas hizo ella coronas caprichosas
de ranúnculos, ortigas, margaritas, y orquídeas
a las que el llano pastor da un nombre grosero
y las jóvenes castas llaman «dedos de difunto».
Estaba trepando para colgar las guirnaldas
en las ramas pendientes, cuando un pérfido mimbre
cedió y los aros de flores cayeron con ella
al río lloroso. Sus ropas se extendieron,
llevándola a flote como una sirena;
ella, mientras tanto, cantaba fragmentos
de viejas tonadas como ajena a su trance
o cual si fuera un ser nacido y dotado
para ese elemento. Pero sus vestidos,
cargados de agua, no tardaron mucho
en arrastrar a la pobre con sus melodías
a un fango de muerte[L5].
LAERTES
Ah, así que está ahogada.
REINA
Ahogada, ahogada.
LAERTES
Pobre Ofelia, bastante agua has tenido:
me prohibo llorar. Y sin embargo,
es humano; se impone la naturaleza,
aunque sea vergonzoso. Cuando cese mi llanto,
ya no habrá mujer. ‑ Adiós, señor.
Tengo palabras de fuego queriendo encenderse,
pero este desliz las apaga.
 
Sale.
 
REY
Sigámosle, Gertrudis.
Mucho me ha costado aplacar su ira,
y ahora me temo que vuelve a empezar.
Sigámosle.
 
Salen.

 [L1]Según la astronomía tolemaica, cada astro o planeta giraba alre­dedor de la Tierra llevado en una esfera envolvente de la que era inse­parable.
 [L2]Posible referencia a la petrificación causada por las capas de cal que depositaba el agua de algunas fuentes.
 [L3]El nombre sugiere el francés «La mort». Este detalle es apropiado a una obra en que la muerte es uno de los temas principales, especial­mente en esta parte, en que comienza a ser insistente.
 [L4]El encuentro se realizará con las antiguas espadas de esgrima (despuntadas), no con los floretes modernos provistos de botón en la punta.
 [L5]En 1579 se ahogó en el Avon, cerca de Stratford, una tal Katharine Hamlett. La escena y las circunstancias de su muerte parecen haber inspirado este relato.

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