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《一千零一夜》连载三十五g
日期:2011-11-29 06:58  点击:489

《一千零一夜》连载三十五g

PERO CUANDO LLEGÓ LA 762 NOCHE

 

Ella dijo:

 

....Y fue para ellos una jornada espléndida que no tuvo igual en los tiempos de Iskandar y. de Soleimán.

Y cuando llegó la noche levanta­ron los manteles e hizo al punto su entrada en la sala de la cúpula un grupo de danzarinas. Y estaba com­puesto de cuatrocientas jóvenes, hi­jas de efrits, vestidas como flores y ligeras como pájaros. Y al son de una música, aérea se pusieron a bailar varias clases de motivos y con pasos de danza como no pueden versa más que en las regiones del paraíso. Y entonces fue cuando Aladino se le­vantó y cogiendo de la mano a su esposa se encaminó con ella a la cá­mara nupcial con paso cadencioso. Y les sigueron ordenadamente las esclavas jóvenes, procedidas, por la madre de Aladino. Y desnudaron a Badrú'l-Budur; y no le pusieron so­bre el cuerpo más que lo estricta­mente necesario para la noche. Y así era ella comparable a un narciso que saliera de su cáliz. Y tras de desearles delicias y alegría, les deja­ron solos en la cámara nupcial. Y por fin pudo Aladino, en el límite de la dicha, unirse a la princesa Badrú'l­-Budur, hija del rey. Y su noche, co­mo su día, no tuvo par en los tiem­pos de Iskandar y de Soleimán.

Al día siguiente, después de toda una noche de delicias, Aladino salió de los brazos de su esposa Badrú'l­Budur para hacer que al punto le pusieran un traje mas magnífico to­davía que el de la víspera, y dispo­nerse a ir a ver al sultán. Y mandó que le llevaran un soberbio caballo de las caballerizas pobladas por el efrit de la lámpara, y lo montó y se encaminó al palacio del padre de su esposa en medio de una escolta de honor. Y el sultán le recibió con muestras del más vivo regocijo, y le besó y le pidió con mucho interés noticias suyas y noticias de Badrú'l­-Budur. Y Aladino le dio la respues­ta conveniente acerca del particular, y le dijo: “¡Vengo sin tardanza ¡oh rey del tiempo! para invitarte a que vayas hoy a iluminar mi morada con tu presencia y a compartir con noso­tros la primera comida que celebra­mos después de las bodas! ¡Y te rue­go que, para visitar el palacio de tu hija, te hagas acompañar del gran visir y los emires!” Y el sultán, pasa demostrarle su estimación y su afecto, no puso ninguna dificultad al aceptar la invitación, se levantó en aquella hora y en aquel instante, y seguido de su gran visir y de sus emires salió con Aladino.

Y he aquí que, a medida que el sultán se aproximaba al palacio de su hija, su admiración erecta consi­derablemente y sus exclamaciones se hacían más vivas, más acentuadas y más altisonantes. Y eso que aún es­taba fuera del palacio. ¡Pero cómo se maravilló cuando estuvo dentro! ¡No veía por doquiera más que es­plendores, suntuosidades, riquezas, buen gusto, armonía y magnificen­cia! Y lo que acabó de deslumbrarle fue la sala de la cúpula de cristal, cuya arquitectura aérea y cuya or­namentación no podía dejar de ad­mirar. Y quiso contar el numero de ventanas enriquecidas con pedrerías, y vio que, en efecto, ascendían al número de noventa y nueve, ni una más ni una menos. Y se asombró enormemente. Pero asimismo notó que la ventana que hacía el número noventa y nueve no estaba conclui­da y carecía de todo adorno; y se encaró con Aladino y le dijo, muy sorprendido: “¡Oh hijo mío Aladino! ¡he aquí, ciertamente, el palacio más maravilloso que existió jamás sobre la faz de la tierra! ¡Y estoy lleno de admiración por cuanto veo! Pero, ¿puedes decirme qué motivo te ha impedido acabar la labor de esa ven­tana que con su imperfección afea la hermosura de sus hermanas?” Y Aladino sonrió y contestó: “¡Oh rey del tiempo! te ruego que no creas fue por olvido o por economía o por simple- negligencia por lo que dejé esa ventana en el estado imperfecto en que la ves, porque la he querido así a sabiendas. Y el motivo consiste en dejar a tu alteza el cuidado de hacer acabar esa labor para sellar de tal suerte en la piedra de este palacio tu nombre glorioso y el recuer­do de tu reinado. ¡Por eso te supli­co que consagres con tu consenti­miento la construcción de esta mo­rada que, por muy confortable que sea, resulta indigna de los méritos de mi esposa, tu hija!” Y extremada­mente halagado por aquella delicada atención de Aladino, el rey le dio las gracias y quiso que al instante se comenzara aquel trabajo. Y a este efecto dio orden a sus guardias para que hicieran ir al palacio, sin demo­ra, a los joyeros más hábiles y mejor surtidos de pedrerías, para acabar las incrustaciones de la ventana. Y mientras llegaban fue a ver a su hija y a pedirla noticias de su primera noche de bodas. Y sólo por la son­risa con que le recibió ella y por su aire, satisfecho comprendió que sería superfluo insistir. Y besó a Aladino, felicitándole mucho, y fue con él a la sala en que ya estaba preparada la comida con todo el esplendor con­veniente. Y comió de todo, y le pa­recieron los manjares los más exce­lentes que había probado nunca, y el servicio muy superior al de su pa­lacio, y la plata y los accesorios ad­mirables en absoluto.

Entre tanto llegaran los joyeros y orfebres a quienes habían ido a buscar los guardias por toda la ca­pital; y se pasó recado al rey, que en seguida subió a la cúpula de las noventa y nueve ventanas. Y enseñó a los orfebres la ventana sin termi­nar, diciéndoles: “¡Es preciso que en el plazo más breve posible acabéis la labor que necesita esta ventana en cuanto a inscrustaciones de per­las y pedrerías de todos colores!” Y los orfebres y joyeros contestaron con el oído y la obediencia, y se pusieron a examinar con mucha mi­nuciosidad la labor y las incrustacio­nes de las demás ventanas, mirán­dose unos a otros con ojos muy di­latados de asombro. Y después de ponerse de acuerdo entre ellos, vol­vieron junto al sultán, y tras de las prosternaciones, le dijeron: “¡Oh rey del tiempo! ¡no obstante todo nues­tro repuesto de piedras preciosas, no tenemos en nuestras tiendas con qué adornar la centésima parte de esta ventana!” Y dijo el rey; “¡Yo os proporcionare lo que os haga fal­ta!” Y mandó llevar las frutas de piedras preciosas que. Aladino le había dado como presente, y les di­jo: “¡Emplead lo necesario y devol­vedme lo que sobre!” Y los joyeros tomaron sus medidas e hicieron sus cálculos, repitiéndolos varias veces, y contestaron: “¡Oh rey del tiempo! ¡con todo lo que nos das y con todo lo que poseemos no habrá bastante para adornar la décima parte de la ventana!” Y el rey se encaró con sus guardias, y les dijo: “¡Invadid las casas de mis visires, grandes y pequeños, de mis emires y de todas las personas ricas de mi reino, y haced que os entreguen de grado o por fuerza todas las piedras precio­sas que posean!” Y los guardias se apresuraron a ejecutar la orden.


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