西班牙语学习网
Capítulo XII "Yo no creía..."(2)
日期:2023-09-28 17:19  点击:247

—Es curioso que use usted esa palabra —dijo el doctor Reilly.

Sin prestarle atención, el doctor Leidner continuó:

—Mi mujer recibe cartas amenazadoras. Tiene ciertas razones para temer a determinada persona. Y luego... la matan. Y quiere usted hacerme creer que la ha matado... no esa persona... sino otra bien diferente. Le digo que es ridículo.

Miró al capitán Maitland

—Coincidencia... ¿eh? ¿Qué dice usted, Maitland? ¿Es usted partidario de la idea? ¿Se lo decimos a Leidner?

El capitán asintió.

—Adelante —dijo escuetamente.

—¿Oyó usted hablar nunca de un hombre llamado Hércules Poirot? — preguntó el doctor Reilly a Leidner.

El interpelado lo miró sorprendido.

—Creo que lo oí nombrar —dijo, indeciso—. En cierta ocasión un tal señor Van Aldin habló de él en los términos más elogiosos. Es un detective privado, ¿verdad?

—Eso mismo.

—Pero ¿cómo va a ayudar si vive en Londres?

—Es cierto que vive en Londres —replicó el doctor Reilly—; pero aquí es donde se da la coincidencia. Porque ahora se encuentra, no en Londres, sino en Siria; y mañana mismo pasar por Hassanieh, camino de Bagdad.

—¿Quién se lo ha dicho?

—Jean Berat, el cónsul francés. Cenó con nosotros anoche y habló de Poirot. Parece que ha estado en Siria, desenmarañando cierto escándalo relacionado con el Ejército. Pasará por aquí pues quiere visitar Bagdad. Después volverá de nuevo a Siria para regresar a Londres. ¿Qué le parece la coincidencia?

El doctor Leidner titubeó durante unos momentos y miró al capitán Maitland como pidiendo disculpas.

—¿Qué cree usted, Maitland?

—Que será bien recibida cualquier cooperación —se apresuró a responder el capitán—. Mis subordinados son muy buenos cuando se trata de recorrer el campo para investigar las fechorías sangrientas de los árabes, pero francamente, Leidner, este asunto de su esposa me parece que cae fuera de mis aptitudes. La cosa en sí tiene un aspecto detestablemente embrollado. Estoy más que deseoso de que ese detective le dé una ojeada al caso.

—¿Sugiere usted que debía pedir a ese Poirot que nos ayudara? — preguntó el doctor Leidner—. ¿Y si rehúsa? —No rehusará —replicó el doctor Reilly.

—¿Cómo lo sabe?

—Porque yo también tengo en gran aprecio mi profesión. SI se cruzara en mi camino un caso específico, no sería capaz de rehusar. Este no es un crimen vulgar, doctor Leidner.

—No —dijo el arqueólogo. Sus labios se contrajeron como si sufriera un dolor repentino—. ¿Querrá usted, Reilly, hablar por mi cuenta con ese Hércules Poirot?

—Lo haré.

El doctor Leidner hizo un gesto como si quisiera darle las gracias.

—Aún ahora —dijo lentamente—, no puedo creer... que Louise esté muerta.

No pude contenerme más.

i Oh, doctor Leidner! —exclamé—. Yo debo decirle lo mucho que lo siento. No supe cumplir con mi deber. Tenía que haber vigilado a la señora Leidner... guardarla de que le sucediera algo malo.

El doctor Leidner sacudió la cabeza con aire apesadumbrado.

—No, no, enfermera. No tiene que reprocharse nada —dijo lentamente Dios me perdone, pero soy yo quien tiene toda la culpa. Yo no creí... nunca creí... no sospeché, ni por un momento, que existiera un peligro real.

Se levantó. Tenía la cara crispada.

—La dejé ir al encuentro de la muerte... Sí, la dejé ir a su encuentro.. por no creer...

Salió tambaleándose de la habitación.

El doctor Reilly me miró.

—También yo me siento culpable —dijo—. Pensé que la buena señora estaba jugando con sus nervios.

—Yo tampoco lo tomé muy en serio —confesé.

—Los tres estábamos equivocados —terminó el doctor Reilly con gravedad.

—Así parece —dijo el capitán Maitland.


分享到:

顶部
09/29 21:26