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Capítulo XIII Llega Hércules Poirot(3)
日期:2023-09-28 17:38  点击:238

—Es una pregunta algo dificil de contestar, monsieur —dijo, por fin, gravemente—. Si he de decirle francamente la verdad, en mi opinión la señora Leidner estaba asustada de alguien o de algo. Los extraños, en particular, la ponían nerviosa. Creo que debía tener sus razones para sentir ese desasosiego, pero no sé nada. No me confió sus secretos.

Poirot carraspeó y consultó unas notas de su cartera.

—Tengo entendido que hace dos noches se produjo un intento de robo.

El padre Lavigny respondió afirmativamente. Contó de nuevo que había visto una luz en el almacén, así como la infructuosa búsqueda posterior.

—¿Opina usted que cierta persona estuvo en el almacén la otra noche?

—No sé qué pensar —replicó con franqueza el padre Lavigny—. No se llevaron ni revolvieron nada. Debió ser uno de los criados...

—O uno de los de la expedición.

—Sí, eso es. Pero en tal caso dicha persona no tenía por qué negarlo.

—¿Y pudo ser, igualmente, un extraño a la casa?

—Supongo que sí.

—Y suponiendo que un extraño hubiera entrado sin ser visto, ¿no podía haberse escondido durante día y medio con pleno éxito?

Dirigió esta pregunta al padre Lavigny y al doctor Leidner.

—Creo que no le hubiera sido posible —respondió este último con cierta repugnancia—. No sé dónde podía haberse escondido, ¿qué le parece, padre Lavigny?

—No... yo tampoco lo sé.

Ambos parecían poco dispuestos a tomar en consideración la creencia.

Poirot se dirigió a la señorita Johnson.

—¿Y usted, mademoiselle? ¿Cree posible tal hipótesis?

—No —respondió ella-—. No lo creo. ¿Dónde podría esconderse? Todos los dormitorios están ocupados y, además, tienen bien pocos muebles. La cámara oscura, la sala de dibujo y el laboratorio se utilizaron al día siguiente, lo mismo que las habitaciones de esta parte de la casa. No hay armarios ni rincones. Tal vez, si los sirvientes se pusieron de acuerdo...

—Eso es posible, pero improbable —dijo Poirot

Se volvió de nuevo hacia el padre Lavigny.

—Queda otra cuestión. Hace unos días la enfermera Leatheran le vio a usted hablando con otro hombre, frente a la casa. Ya con anterioridad había visto al mismo hombre cuando trataba de mirar por una ventana desde el exterior. Más bien parece como si dicho individuo rondara esta casa deliberadamente.

—Es posible, desde luego —replicó el padre Lavigny con aspecto pensativo.

—¿Se dirigió usted a ese hombre, o fue él quien le habló primero?

El religioso meditó por unos instantes y después contestó:

—Creo... sí, estoy seguro de que me habló él.

—¿Qué buscaba?

El padre Lavigny pareció hacer un esfuerzo por recordar.

—Creo que me preguntó algo sobre si era ésta la casa ocupada por la expedición americana. Y luego hizo un comentario sobre el número de gente que emplean los americanos. En realidad, no le llegué a entender del todo, pero hice lo posible para seguir la conversación al objeto de practicar el árabe. Pensé que, tal vez, tratándose de un hombre que vivía en la ciudad, me entendería mejor que los que trabajaban en las excavaciones.

—¿Trataron sobre alguna cosa más?

—Todo lo que puedo recordar es que dije que Hassanieh era una ciudad grande, y ambos convinimos en que Bagdad lo era todavía más. Después me preguntó si yo era armenio o católico sirio. Algo parecido.

Poirot asintió.

—¿Puede usted describir a ese hombre?

El padre Lavigny frunció el ceño.

—Era más bien bajo —dijo por fin—. De constitución fuerte. Bizqueaba mucho al mirar y tenía la tez muy blanca.

Poirot se dirigió a mí.


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