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Capítulo XX La señorita Johnson, la señora Mercado y el señor Reiter(1)
日期:2023-10-07 17:18  点击:233

Capítulo XX

La señorita Johnson, la señora Mercado y el señor Reiter

No me importa confesar que la idea me sorprendió en gran manera. Nunca asocié a la señorita Johnson con las cartas. La señora Mercado... tal vez. Pero la señorita Johnson era una dama en toda la extensión de la palabra; una mujer que sabía dominarse y tenía sentimientos. Mas recordando la conversación que aquella misma noche habían sostenido monsieur Poirot y el doctor Reilly, pensé que precisamente aquello podía haber sido la causa.

Si la señorita Johnson era la autora de las cartas, muchas cosas quedaban explicadas. No quiero decir con esto que ella tuviera algo que ver con el asesinato. Pero comprendía que su aversión por la señora Leidner podía haberla hecho sucumbir a la tentación de... ponerla nerviosa, por decirlo así. Tal vez esperó asustarla lo suficiente para que abandonara las excavaciones.

Pero luego, al ser asesinada la señora Leidner, la pobre señorita Johnson había sentido unos terribles remordimientos. En primer lugar por su cruel jugarreta. Y también, quizá, porque se dio cuenta de que las cartas constituían una buena defensa para el verdadero asesino. No era extraño que se sintiera abatida. Yo estabasegura de que, en el fondo, era una bellísima persona. Y ello explicaba, asimismo, la causa de que se hubiera hecho eco con tanto anhelo de aquello que, a manera de consuelo, le dije:

"Lo que ha pasado ya no tiene remedio".

Y luego su cabalística observación, con la que pareció justificarse... "iNunca fue una mujer agradable!" iAquella frase!

¿Qué debía hacer yo? Tal era el caso. Di muchas vueltas en la cama y, por fin, decidí contárselo a monsieur Poirot, aprovechando la primera oportunidad que tuviera.

Vino al día siguiente, pero no pude hablarle en privado.

Me quedé sola con él durante un minuto, pero antes de que me decidiera a iniciar mi relato, se inclinó y me murmuró al oído varias instrucciones,

—Debo hablar con la señorita Johnson y tal vez con otros, en la sala de estar. ¿Tiene todavía la llave de la habitación de la señora Leidner?

—Sí —dij e.

—Très bien. Vaya allí, cierre la puerta cuando haya entrado y dé un grito. No un alarido, solamente un grito. ¿Comprende lo que quiero decir? Deseo que exprese alarma y sorpresa, pero no un terror desmedido. Dejo a su elección la excusa que debe dar si la oyen. Que ha pisado algo, por ejemplo.

Supongo que quiso decir "ha tropezado con

En aquel momento salió la señorita Johnson al patio y no hubo tiempo para más. Comprendí perfectamente lo que se proponía monsieur Poirot. Tan pronto como él y la señorita Johnson entraron en la sala de estar, me dirigí a la habitación de la señora Leidner, abrí la puerta, entré y cerré. Les aseguro que me pareció un poco ridículo entrar en una habitación vacía, y, sin motivo alguno, lanzar un grito. Además, no era fácil saber con certeza qué fuerza debía darle. Lancé un iOh! bastante sonoro. Lo repetí después en tono más alto y luego con menos intensidad.

Salí al patio y me dispuse a contar que había "pisado" algo.

Pero pronto me di cuenta de que no hacía falta excusa alguna. Poirot y la señorita Johnson hablaban animadamente y nada parecía demostrar que habían interrumpido la conversación en algún momento.

"Bueno —pensé—, esto aclara la cuestión. O bien la señorita Johnson se imaginó que había oído un grito, o bien se trató de otra cosa completamente diferente."

No quería entrar en la sala de estar e interrumpirles. Había una tumbona en el porche y tomé asiento en ella. Sus voces llegaban hasta mí.

—Como comprenderá, la situación es muy delicada —estaba diciendo Poirot—. No hay duda de que el doctor Leidner... adoraba a su esposa...

—De eso no hay ninguna duda —aseguró la señorita Johnson.

—Me contó, además, que todos los de la expedición sentían también gran afecto hacia ella. ¿Y qué van a decir los demás? Lo mismo, exactamente. Es por cortesía y decoro. Tal vez sea verdad, pero tal vez no. Y yo estoy convencido, mademoiselle, de que el quid de esta cuestión estriba en comprender por completo el carácter de la señora Leidner. Si llegara a saber la opinión, la opinión sincera, de cada uno de los componentes de la expedición, podría formarme una composición de lugar. Le he de confesar, sinceramente, que para eso he venido hoy. Sabía que el doctor Leidner estaría en Hassanieh. Tal circunstancia me facilitará el entrevistarme con cada uno de ustedes y solicitar su valiosa ayuda.

—Me parece muy bien... —empezó a decir la señorita Johnson.

—No me ponga toda esa serie de reparos a que tan aficionados son ustedes los ingleses —rogó Poirot—. No me diga que es poco deportivo; que no debe hablarse mal de los muertos y que... en fin... hay un sentimiento que se llama lealtad. La lealtad es algo que no se compagina con el crimen. Sólo sirve para oscurecer la verdad.


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