西班牙语学习网
Capítulo XXII David Emmott, el padre Lavigny y un descubrimiento(1)
日期:2023-10-12 16:52  点击:250

Capítulo XXII

David Emmott, el padre Lavigny y un descubrimiento

Carey dio la vuelta repentinamente y se alejó dando largas y coléricas zancadas. Poirot se quedó mirando cómo el otro se marchaba y al poco rato murmuró:

—Sí, ya comprendo.

Y sin volver la cabeza, con voz un poco más alta, dijo:

—No salga de ahí detrás hasta dentro de un momento, enfermera... Por si acaso vuelve la cabeza... Ya puede hacerlo. ¿Tiene usted mi pañuelo? Muchas gracias, ha sido usted muy amable.

No me dijo nada acerca de mi espionaje. No sé cómo llegó a enterarse de que yo estaba escuchando, pues en ningún momento miró hacia donde me hallaba escondida.

Me alegré de que no dijera nada. En mi opinión, no creía haber hecho algo indecoroso; pero me hubiera resultado dificil explicárselo. Por lo tanto, era mejor que, tal como parecía, no necesitara aclaraciones de ninguna clase.

—¿Cree usted que la odiaba, monsieur Poirot? —pregunté.

Asintiendo lentamente con la cabeza y con una curiosa expresión en su cara, Poirot replicó:

—Sí... creo que la odiaba.

Luego se puso de pie y empezó a caminar hacia donde se veían unos trabajadores, en la cima del montículo. Le seguí. Al principio no vimos más que árabes; pero por fin encontramos al señor Emmott agachado en el suelo soplando el polvo que recubría un esqueleto que acababa de ser descubierto.

Nos sonrió con su aire grave y reposado.

—¿Han venido a dar un vistazo? —preguntó—. Termino en un momento.

Sentóse, sacó una navaja del bolsillo y empezó a quitar delicadamente la tierra adherida a los huesos. De vez en cuando utilizaba un fuelle o su propio soplo para quitar el polvo que se producía. El último procedimiento me pareció muy poco higiénico.

—Se va a llenar la boca de toda clase de bacterias, señor Emmott protesté.

—Las bacterias son mi alimento diario, enfermera —replicó con seriedad—. Los microbios no pueden con un arqueólogo. Lo único que consiguen es desanimarse, después de intentarlo todo.

Raspó un poco más alrededor de un fémur y luego habló con un capataz que tenía al lado, diciéndole qué era lo que exactamente tenía que hacer.

—Bien —dijo, levantándose—. Ya está listo para que Reiter impresione unas placas después de almorzar. Tengo otras cosas bonitas.

Nos mostró un tazón de cobre, cubierto de cardenillo y algunos alfileres. Y unas piedrecitas, doradas y azules, que, según nos dijo, eran los restos de un antiquísimo collar. Los huesos y demás objetos se limpiaban y colocaban en forma que pudieran fotografiarse.

—¿De quién es eso? —preguntó Poirot, señalando los huesos.

—Del primer milenio. Una dama de campanillas por lo visto. El cráneo me parece algo raro. Quiero que Mercado le dé un vistazo. Me parece que la muerte se debió a un golpe que recibió en la cabeza.

—¿Una señora Leidner de hace dos mil años y pico? —dijo el detective.

—Quizá —replicó el señor Emmott.

Bill Coleman estaba haciendo no sé qué cosa en un muro de barro.


分享到:

顶部
09/29 19:14