西班牙语学习网
Capítulo XXV ¿Suicidio o asesinato?(2)
日期:2023-10-13 08:54  点击:262

El médico aprovechó la ocasión.

Se llevó al hombrecillo, que era un arqueólogo francés, llamado Verrier, y le puso al corriente de la anormal situación.

Verrier se horrorizó. Durante los últimos días había estado en las excavaciones italianas, en pos de la civilización, y no se había enterado de nada. Se deshizo en condolencias y excusas. Finalmente fue hacia el doctor Leidner y lo abrazó con calor.

—iQué tragedia! iDios mío, qué tragedia! No sé cómo expresarlo. Mon pauvre collège.

Y sacudiendo la cabeza, en un último e inefectivo esfuerzo para demostrar sus sentimientos, el hombrecillo subió a su coche y se fue.

Como he dicho antes, aquel intermedio cómico en la tragedia pareció realmente más espeluznante que todo lo que había ocurrido.

—Lo que debemos hacer ahora es desayunar —dijo el doctor Reilly, con firmeza-—. Sí, insisto en ello. Vamos, Leidner, tiene usted que comer algo.

El pobre doctor Leidner estaba destrozado. Vino con nosotros al comedor, donde se sirvió un tétrico desayuno. Creo que el café caliente y los huevos fritos nos sentaron muy bien a todos, aunque nadie tenía ganas de comer. El doctor Leidner tomó un poco de café y no probó nada más, limitándose a desmigajar el pan. Tenía la cara pálida; contraída por el dolor y las preocupaciones.

Una vez acabado el desayuno, el capitán Maitland volvió a ocuparse del asunto. Expliqué cómo me había despertado, y después de oír un ruido extraño, había entrado en la habitación de la señorita Johnson.

—¿Dice usted que el vaso estaba en el suelo?

—Sí, debió dejarlo caer después de haber bebido.

—¿Estaba roto?

—No. Cayó sobre la alfombra y creo que la ha estropeado. Cogí el vaso y lo volví a poner sobre la mesa.

—Me alegro de que haya aclarado usted eso. Hay en él dos clases de huellas dactilares: las de la misma señorita Johnson y otras que deben ser de usted.

Guardó silencio durante un momento y luego dijo:

—Continúe, por favor.

Describí detalladamente lo que había hecho y los métodos que había ensayado, mientras miraba con cierta ansiedad al doctor Reilly, esperando un signo de aprobación por su parte. Al final vi cómo asentía con la cabeza.

—Intentó usted todo lo que podía dar resultado positivo —dijo.

Y aunque yo estabasegura de que así era, me sentía aliviada al ver que se confirmaba mi creencia.

—¿Sabía usted exactamente qué era lo que la señorita Johnson había tomado —preguntó el capitán.

—No... Pero se veía, desde luego, que era un ácido corrosivo.

—¿Opina usted, enfermera, que la señorita Johnson se administró ella misma tal sustancia?

—i Oh, no! —exclamé—. iNunca pensé en tal cosa!

No sé por qué causa estaba tan segura de ello. Tal vez fuera, en parte, por las insinuaciones de monsieur Poirot. Aquello de que "asesinar es una costumbre" se me había quedado grabado en el pensamiento. Y, por otra parte, no era fácil pensar que alguien se suicidara eligiendo una clase de muerte tan dolorosa. Expresé en voz alta esto último y el capitán Maitland, con aspecto abstraído, hizo un gesto afirmativo con la cabeza.

—Convengo en que no es lo que uno elegiría para quitarse la vida dijo—. Pero si alguien se encontrara presa de una gran agitación moral y no tuviera a mano más que esa sustancia, es posible que se decidiera por ella.

—Pero, ¿estaba presa de tan gran agitación? —pregunté dubitativamente.

—Así lo dice la señora Mercado. Nos ha contado que la señorita Johnson no parecía ser la misma, durante la cena de anoche; que casi no contestaba a lo que se le decía. Añade que está completamente segura de que la señorita Johnson estaba muy preocupada por alguna causa, y que la idea del suicidio ya se le debía haber ocurrido.

—Pues no lo creo —insistí.

'i Vaya con la señora Mercado! iQué bicho más escurridizo!"

—Entonces, ¿qué es lo que cree usted?

—Creo que la asesinaron —dije tozudamente.


分享到:

顶部
09/29 17:32