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Capítulo 3 En Croydon(5)
日期:2023-10-18 16:50  点击:227

—En el avión, ¿habló la señora Morisot con alguien, o dio muestras de reconocer a alguien? —preguntó Japp.

—No me fijé, señor.

—¿Y usted, Davis?

—Tampoco, señor.

—¿Dejó ella su asiento durante el viaje?

—No lo creo, señor.

—¿Ninguno de ustedes puede añadir algo que arroje alguna luz sobre este caso?

Los dos hombres, tras meditar unos instantes, lo negaron con sendos movimientos de la cabeza.

—Bien, ya basta por ahora. Luego volveremos a vernos.

Henry Mitchell comentó lacónico:

—Es un caso muy molesto, señor. No me gusta nada, teniendo en cuenta que yo era el responsable.

—Bien, no creo que pueda considerarse culpable en modo alguno reconoció Japp—, pero admito que es un suceso enojoso. E hizo un ademán de despedida. Poirot se adelantó.

—Permítame una pregunta.

—Hable usted, monsieur Poirot.

—¿Vieron ustedes volar una avispa por el avión?

Los dos menearon la cabeza.

—Que yo sepa, no había ninguna avispa —señaló Mitchell.

—Había una avispa —aseguró Poirot—. La vimos muerta en uno de los platos de los viajeros.

—Pues yo no la vi, señor —rechazó Mitchell.

—Yo tampoco —corroboró Davis.

—No importa.

Los camareros salieron de la habitación y Japp examinó los pasaportes.

—Veo que viajaba también una condesa. Debe de ser esa señora que se ha mostrado tan impaciente. Será mejor que la entrevistemos la primera, antes de que se salga de sus casillas y presente una interpelación a la Cámara de los Lores por los brutales métodos que usa la policía.

—Supongo que querrá usted registrar cuidadosamente las maletas y el equipaje de mano de los pasajeros del compartimiento posterior del avión.

Japp pestañeó alegremente.

—Pues claro, ¿qué Imaginaba, monsieur Poirot? i Tenemos que encontrar esa cerbatana, SI realmente existe y no estamos soñando! A mí todo esto me parece una pesadilla. ¿No se habrá vuelto loco ese tipo escritor y se le ha ocurrido realizar uno de sus crímenes personalmente, en vez de ponerlo en el papel? Eso del dardo envenenado parece cosa suya.

Poirot meneó la cabeza dubitativamente.

—Sí —continuó Japp—, todo el mundo tendrá que ser registrado, aunque se enfaden. Hemos de revisar todos los maletines y bolsos de mano, desde luego.

—Habría que hacer una relación minuciosa —propuso Poirot—, una relación de los objetos que se hallen en poder de cada uno de los viajeros.

Japp le dirigió una mirada de curiosidad.


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