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Capítulo VI Una consulta(1)
日期:2023-10-24 15:21  点击:283

Capítulo VI Una consulta

Hércules Poirot visitó a su amigo, el inspector Japp. Este le recibió con una sonrisa burlona.

—iHola, viejo amigo! Ha estado usted a punto de dar con sus huesos en la cárcel.

—Me temo que, si llega a ocurrir semejante cosa, hubiera salido perjudicado profesionalmente.

—También los detectives resultan, a veces, criminales en las novelas. —Japp le indicó un caballero con cara melancólica, pero inteligente—. Tengo el gusto de presentarle a monsieur Fournier, de la Sûreté, que ha venido a colaborar con nosotros en este asunto.

—Creo que tuve el placer de conocerle hace años, monsieur Poirot — saludó estrechándole la mano—. También me habló de usted monsieur Giraud.

A Poirot le pareció sorprender en los labios del agente francés una leve sonrisa y se permitió replicar con una sonrisa discreta, imaginándose en qué términos le habría hablado Giraud, de quien él, a su vez, acostumbraba a hablar en términos desdeñosos como el «sabueso humano».

—Propongo —ofreció Poirot— que vengan a cenar conmigo. Ya he invitado a monsieur Thibault. Es decir, si usted y el amigo Japp no tienen inconveniente en aceptar mi colaboración.

—Está bien, amigo mío —aceptó Japp, dándole una palmada en el hombro—. Ya veo que se ha metido usted a fondo en el caso.

—Nos consideraremos muy honrados —murmuró el francés por pura cortesía.

—Como acabo de decir a una señorita encantadora, ansío que resplandezca mi inocencia.

—Al jurado no le gustó su aspecto —observó Japp, sonriendo otra vez — Fue lo más gracioso que he oído nunca.

De común acuerdo, no se habló del caso durante la excelente comida con que el belga obsequió a sus amigos.

—Después de todo, es posible comer bien en Inglaterra —comentó Fournier, mientras usaba con toda delicadeza el mondadientes.

—Una comida exquisita, monsieur Poirot —reconoció Thibault.

—Un poco a la francesa, pero condenadamente buena —convino Japp.

—La buena comida siempre ha de pesar poco en el estómago —señaló Poirot—. No debe ser tan fuerte que paralice el funcionamiento del cerebro.

—No puedo decir que me haya molestado nunca el estómago advirtió Japp—, pero no se lo discutiré. Prefiero que pasemos a tratar el asunto que nos ha reunido. Y como monsieur Thibault ha de ausentarse pronto, yo propondría que empezásemos por oír todo lo que pueda decirnos.

—Estoy a sus órdenes, caballeros. Desde luego que aquí puedo hablar más libremente que ante el tribunal. Antes de empezar la encuesta judicial tuve una charla con el inspector Japp, quien me aconsejó mucha reserva, y por eso procuré contestar en términos generales.

—Perfectamente —aceptó Japp—. No hay que gastar las municiones en salvas. Ahora puede decirnos todo lo que sepa de esa Giselle.

—A decir verdad, sé muy poco de ella. La conocía, como todo el mundo, por su fama. De su vida privada sé muy poco. Es probable que monsieur Fournier sepa más que yo. Pero sí les puedo asegurar que madame Giselle era lo que aquí llamamos todo un personaje. De sus antecedentes nada se sabe. Creo que en su juventud fue de muy buen ver y que la viruela acabó con su belleza. Le gustaba mucho, me parece, el poder; y lo tenía. Era una astuta mujer de negocios, de ese tipo de mujer francesa que tiene la cabeza muy bien puesta sobre los hombros y no permite que los sentimientos afecten para nada sus intereses, aunque tenía fama de llevar sus negocios con escrupulosa honestidad.


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09/29 19:14