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Capítulo VII Probabilidades(4)
日期:2023-10-24 15:26  点击:241

—Realmente, no parece muy verosímil —admitió Fournier—. Hoy, en la encuesta, he observado a mademoiselle Kerr y... ivaya! me resulta muy dificil relacionarla con el crimen.

—Asiento 13 —enunció Japp—. Lady Horbury. Es una dama que se las trae. Sé de ella algo que les contaré enseguida. No me sorprendería que tuviese algunos pecadillos.

—Me consta —señaló Fournier— que esa señora ha perdido importantes sumas al bacarrá en Le Pinet.

—Hace usted bien en decirlo. Sí, es del tipo de las palomitas que caerían en las garras de Giselle.

—Absolutamente de acuerdo.

—Bien, hasta aquí la cosa marcharía. Pero ¿cómo podría haberlo hecho? Ni siquiera se levantó del asiento y, para poder disparar, hubiese tenido que arrodillarse sobre él y apoyarse en el respaldo, todo eso ante diez personas que la observarían. iDiablos! iDejémonos de insensateces!

—Asientos 9 y IO —marcó Fournier, moviendo el índice sobre el papel.

—Monsieur Hércules Poirot y el doctor Bryant —dijo Japp—. ¿Qué tiene que alegar, monsieur Poirot?

—Mon estomac —pronunció el otro patéticamente—. Es indigno que el cerebro haya de ser esclavo del estómago.

—En los vuelos yo también me siento mal —observó Fournier comprensivo, cerrando los ojos y meneando la cabeza de modo muy expresivo.

—Pasemos pues al doctor Bryant. ¿Qué hay del doctor Bryant? Es un pez gordo de Harley Street. No es muy probable que haya recurrido a una prestamista francesa, pero ¿quién sabe? Y si alguien se cruza en el camino de un médico se expone a pagar con la vida. Pero veamos mi teoría científica: un hombre como Bryant, en la cumbre, se relaciona con investigadores. Podría apoderarse fácilmente de un tubo de ensayo con veneno de víbora.

—Estas sustancias se controlan —observó Poirot—. No es fácil, no es como coser y cantar.

—Aunque así sea, un hombre inteligente siempre halla la manera de dar el cambiazo. Un tipo como el doctor Bryant estaría por encima de toda sospecha.

—Hay bastante fundamento en lo que usted dice —convino Fournier.

—Lo más sorprendente es que él mismo llamase la atención sobre esto, pues habría podido declarar que la mujer murió de una afección cardíaca, de muerte natural.

Poirot tosió. Los otros dos lo miraron con curiosidad.

—Me parece que esta fue la primera impresión que tuvo el doctor. Y después de todo, todo parecía indicar una muerte natural posiblemente imputable a la picadura de una avispa. Recuerden que había una avispa.

—No es fácil olvidarla —apuntó Japp—. Siempre sale usted con la dichosa avispa.

—Sin embargo —continuó Poirot—, fui yo quien vio el dardo mortal en el suelo y quien lo recogió. Después de eso, todo indicaba un asesinato.

—Ese dardo se hubiera encontrado de todos modos.

Poirot meneó la cabeza.


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