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Capítulo IX Elise Grandier(2)
日期:2023-10-24 15:31  点击:226

Al llegar a París, se dirigieron sin pérdida de tiempo al número 3 de la rue Joliette.

La rue Joliette está en el lado sur del Sena. En nada se diferenciaba el número 3 de las demás casas. Un portero viejo salió a recibirles y saludó a Fournier de mal talante.

—i Ya volvemos a tener aquí a la policía! No hacen más que molestar. Acabarán por dar mala fama a la casa.

Se metió en la portería refunfuñando.

—Subamos al despacho de Giselle —propuso Fournier—. Está en el primer piso.

Sacó una llave de su bolsillo mientras contaba que la policía tuvo la precaución de sellar la puerta en tanto no se conociesen los resultados de la encuesta judicial de Londres.

—Aunque no creo que encontremos nada que pueda ayudarnos.

Arrancó los sellos, abrió la puerta y entraron en la estancia. El despacho de madame Giselle era una habitación reducida y mal ventilada. En un rincón había una caja de caudales vieja. El mobiliario se reducía a una mesa de escritorio y algunas sillas de raída tapicería. La única ventana estaba tan llena de polvo que probablemente nunca había sido abierta. Fournier paseó su mirada en derredor, encogiéndose de hombros.

—¿Ve usted? Nada. Absolutamente nada.

Poirot fue a situarse detrás de la mesa, se sentó en la silla y observó a Fournier. Pasó la mano suavemente por la superficie de la mesa y luego por debajo.

—Aquí hay un timbre.

—Sí, para llamar al portero.

iAh! Una sabia precaución. Los clientes de madame debían ser conflictivos en ciertas ocasiones.

Abrió varios cajones. Contenían únicamente material de oficina: un calendario, plumas, lápices, pero ni un papel ni nada que fuese muy personal.

Poirot se limitó a examinar su interior con curiosidad.

—No quiero ofenderlo, amigo mío, haciendo un registro minucioso. Si hubiera algo de importancia, estoy seguro de que lo hubiese encontrado usted. —Miró la caja de caudales y añadió—: No parece un modelo muy eficaz.

—Es muy antigua —convino Fournier.

—¿Estaba vacía?

—Sí. Esa maldita criada lo destruyó todo.

—iAh, sí, la criada! La criada de confianza. Habrá que verla. Esta habitación, como me ha advertido usted, no nos dice mucho. Eso es muy significativo, ¿no le parece?

—¿Qué quiere decir con eso, monsieur Poirot?

—Que no se ve en este despacho ningún toque personal. Me parece interesante.

—Era una señora muy poco sentimental —contestó Fournier secamente.

Poirot se levantó.


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