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Capítulo XI El norteamericano(3)
日期:2023-10-24 15:53  点击:267

—¿No quiere decirme en qué consiste?

—No, porque puedo equivocarme, equivocarme de todas todas y, en ese caso, podría inducirle a error. Trabajemos cada uno según nuestra inspiración. Continuemos examinando esos apuntes.

—«RT 362. Doctor. Harley Street» —leyó Fournier.

—Una posible pista que nos llevaría al doctor Bryant No nos revela gran cosa, pero tampoco hemos de abandonar esta línea de investigación.

—Esta tarea corresponde, desde luego, al inspector Japp.

—Y a mí —intervino Poirot—. Yo también tengo una vela en ese entierro.

—«MR 24. Antigüedades falsificadas» —leyó Fournier—. Aunque remotamente, esto bien podría relacionarse con los Dupont, aunque no acabo de creerlo. Monsieur Dupont es un arqueólogo de prestigio mundial. Goza de inmejorable fama.

—Eso no haría más que allanarles el camino —observó Poirot—. Piense, mi querido Fournier, la gran fama de que han gozado, los buenos sentimientos que han puesto de manifiesto durante toda su vida casi todos los estafadores famosos, antes de ser descubiertos.

—Cierto, muy cierto —asintió Fournier con un suspiro.

—Una buena reputación —señaló Poirot— es lo primero que necesita un estafador que se precie. El tema es interesante, pero volvamos a nuestra lista.

—XVB 724. Es muy ambiguo. «Inglés. Estafa.»

—De poco nos servirá —convino Poirot—. ¿Qué estafa? ¿Un administrador? ¿Un empleado de banco? Cualquier hombre de confianza en una empresa comercial, pero raramente un escritor, un dentista o un médico. El señor James Ryder es nuestro único representante comercial. Él puede haber malversado fondos, él puede haber recibido dinero prestado de Giselle para que no se descubriese el robo. En cuanto al último apunte: «GF 45. Asesinato frustrado. Inglés», nos ofrece un amplio campo de acción. El escritor, el dentista, el médico, el comerciante, el camarero, la peluquera, la dama de linaje o la joven provinciana, todos pueden ser GF 45. Solo quedan excluidos los Dupont a causa de su nacionalidad.

Con un ademán, llamó al mozo y le pidió la cuenta.

—¿Y ahora, amigo mío? —preguntó Poirot.

—A la Sûreté. Tal vez tengan alguna noticia para mí.

—Bueno, le acompañaré. Después tengo que hacer una pequeña investigación en la que tal vez pueda usted ayudarme.

En la Sûreté, Poirot renovó sus relaciones con el jefe de detectives, a quien había conocido muchos años antes a causa de uno de sus casos. Monsieur Gilles era afable y cortés.

—Encantado de saber que se interesa usted por este asunto, monsieur Poirot.

—¿Cómo no he de interesarme, monsieur Gilles, si sucedió todo delante de mis narices? iEs una vergüenza, ¿no le parece?, que Hércules Poirot duerma a pierna suelta mientras a su lado se comete un crimen!

Monsieur Gilles meneó la cabeza en tono conciliador.

—iEsos aviones! Si el tiempo es malo, el aparato no hace más que tambalearse. Yo también me he sentido indispuesto alguna vez.


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