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Capítulo XI El norteamericano(8)
日期:2023-10-24 15:55  点击:309

—¿Los norteamericanos? —preguntó Fournier.

—Sí, aquel tipo era norteamericano.

—Descríbanoslo.

—Era alto, encorvado, de cabello gris, gafas con montura de concha y perilla.

—¿Reservó también él un asiento?

—Sí, señor, el número uno, al lado del que había de reservar para madame Giselle.

—¿Con qué nombre?

—El de Silas... Silas Harper.

—No había ningún viajero con ese nombre y nadie ocupó el asiento número uno.

Poirot meneó la cabeza lentamente.

—Ya vi en los periódicos que faltaba ese nombre. Por eso pensé que ya no hacía falta explicar el hecho, puesto que aquel hombre no tomó ese avión.

Fournier le lanzó una mirada fría.

—Retuvo usted una información de gran valor para la policía. Eso es muy serio.

Él y Poirot salieron de la oficina, dejando a Jules Perrot mirándoles con cara de espanto.

Ya fuera, Fournier se quitó el sombrero y se inclinó ante su amigo.

—Le felicito, monsieur Poirot. ¿Cómo se le ha ocurrido esa idea?

—Dos frases sueltas. Esta mañana he oído decir a uno de los pasajeros que el primer vuelo de aquel día iba casi vacío. La otra frase fue la de Elise, al decir que encargó una reserva para el primer vuelo y le contestaron que no había plazas. Estos dos puntos no concordaban. Recordé haberle oído decir al camarero del Prometheus que había visto algunas veces a madame Giselle en el primer vuelo, de lo que deduje que la prestamista solía viajar en el avión de las ocho cuarenta y cinco. Pero alguien tenía interés en que hiciera el viaje a mediodía, alguien que también viajaba en el Prometheus. ¿Por qué dijo el empleado que el primer vuelo estaba completo? ¿Fue una equivocación o una mentira deliberada? Sospeché lo segundo y no me equivoqué.

—Este caso se va haciendo por momentos más interesante —comentó Fournier—. Al principio, parecía que seguíamos la pista de una mujer. Ahora resulta que es un hombre. Un norteamericano.

Calló para mirar a Poirot. Este asintió lentamente.

—Sí, amigo mío, ies fácil hacerse pasar por norteamericano aquí, en París! Basta tener un acento nasal y mascar chicle. Y si uno lleva gafas con montura de concha y una perilla, ya es el prototipo del turista norteamericano.

Sacó del bolsillo la página arrancada del Sketch. —¿Qué mira usted? —preguntó Fournier.

—Una condesa en traje de baño.

—¿Usted cree que... ? Pero no, es pequeña, encantadora, frágil, no puede presentarse como un norteamericano alto y encorvado. Ha sido actriz, sí, pero no podría representar semejante papel. No, amigo mío. La idea no encaja.

—Nunca he dicho que encajase —replicó Hércules Poirot

Siguió examinando muy serio la fotografia.


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