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Capítulo XIII En la peluqueria de Antoine(2)
日期:2023-11-08 15:43  点击:314

—Dígame —preguntó la señora, volviendo a observarla con interés— ¿no es usted la muchacha que prestó declaración ayer en la encuesta judicial, la que iba de pasajera en ese avión?

—Sí, madam.

—iQué emocionante! , ¿verdad? Cuéntemelo todo.

Jane hizo cuanto pudo por complacerla.

iAh! Señora, aquello fue realmente espantoso.

Interrumpía su relato para contestar las preguntas que se le hacían. ¿Cómo era la víctima? ¿Era cierto que viajaban en el avión dos policías franceses y aquel caso era una ramificación del escándalo del gobierno francés? ¿Iba también lady Horbury? ¿Era tan bella como todo el mundo decía? ¿Quién creía Jane que había cometido el asesinato? ¿Era verdad que el gobierno echaba tierra sobre el asunto?

Este interrogatorio no fue más que el prólogo de muchos otros del mismo estilo. Todas las señoras querían los servicios de la muchacha que estuvo en el avión, todas querían decirle a sus amigas: «Querida, es extraordinario. La empleada de mi peluquero es la muchacha... Sí, yo que tú iría, pues te peinan admirablemente.... Jane, como se llama esa chica, es lindísima, con unos ojos muy grandes... Te lo contará encantada, si se lo pides».

Pero al cabo de una semana, Jane no podía ya con sus nervios. Llegó a pensar que, si tuviera que volver a contar lo que pasó, no podría contenerse y se echaría a gritar o a golpear a la impertinente de turno con el secador.

No obstante, prefirió calmarse de otro modo. Y finalmente se presentó a monsieur Antoine a quien, con todo descaro, le pidió un aumento de sueldo.

—¿Esas tenemos? ¿Cómo se atreve a pedirme un aumento cuando solo por mi buen corazón tolero que siga en mi casa pese a haberse visto complicada en un asesinato? Muchos, menos bondadosos, la hubieran echado inmediatamente.

—No me venga con esas —replicó Jane—. Bien sabe usted que atraigo nueva clientela. Si quiere que me vaya, dígamelo. Será muy fácil que me den en Richet, o en cualquier otra casa, lo que le pido a usted.

—¿Y quién sabrá que está usted allí? ¿Qué importancia tiene usted?

—En la encuesta judicial conocí a unos periodistas. Cualquiera de ellos publicará mi cambio de establecimiento y me proporcionará toda la publicidad necesaria.

Sabiendo que esto era muy posible, monsieur Antoine accedió, aunque a regañadientes, a la petición de Jane. Gladys elogió la decisión de su amiga.

—Bien hecho, querida. Ese judío no ha podido contigo en esta ocasión. Si las muchachas no enseñásemos los dientes de vez en cuando, no sé adonde iríamos a parar. Has demostrado tener valor, querida, y por eso te admiro.

—Sé defenderme —aseguró Jane, levantando la barbilla en actitud de reto—. Durante toda mi vida he tenido que luchar.

—Muy valiente —reconoció Gladys—, pero cumple con ese judío de Andrew, que él te respetará más adelante. Las delicadezas no sirven para nada en la vida.

Desde aquel día, Jane repetía la misma historia con ligeras variantes, como una actriz repite cada día su papel en el escenario.

La cena y teatro concertados con Norman Gale tuvieron efecto a su debido tiempo. Fue una de esas noches encantadoras en que cada palabra y cada confidencia eran la revelación de una mutua simpatía y de gustos comunes.


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