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Capítulo XIII En la peluqueria de Antoine(4)
日期:2023-11-08 15:43  点击:285

—Claro que sí—reconoció Jane—. iQué torpe soy! Ya me parecía a mí que le conocía. Es usted..

—Jean Dupont —aclaró él haciendo una pequeña reverencia algo cómica.

Recordó una frase que Gladys solía repetir acaso con indebida delicadeza:

«Si te pretende un hombre, seguro que aparece otro más. Es una ley natural. A veces hasta tres o cuatro».

Jane había llevado siempre una austera vida de trabajo (igual a la descripción que se hace siempre de las chicas desaparecidas). Jane había sido una muchacha lista y divertida, pero sin amigos conocidos. Ahora parecía que los hombres acudían a ella como las moscas a la miel. No había duda de que la cara de Jean Dupont mostraba algo más que un Interés meramente cortés. Se le veía encantado de hallarse sentado delante de Jane. Más que encantado, entusiasmado.

Pero es francés, pensó Jane con cierto recelo. Hay que estar muy alerta con los franceses. Todos van a lo mismo.

—¿De modo que está usted todavía en Inglaterra? —preguntó luego, maldiciendo en silencio la estupidez de su pregunta.

—Sí. Mi padre ha ido a Edimburgo a dar allí una conferencia y hemos visitado a algunos amigos. Pero mañana volvemos a Francia.

—Ya comprendo.

—¿Aún no ha detenido a nadie la policía?

—No, ni siquiera lo mencionan los periódicos estos días. Tal vez han abandonado el asunto.

Jean Dupont meneó la cabeza.

—No lo crea. No lo han abandonado. Trabajan en silencio, en secreto.

—No me diga eso —rogó Jane intranquila—, que se me hiela la sangre en las venas.

—Es cierto, no es muy agradable recordar que se ha estado muy cerca de donde se ha cometido un crimen. Yo aún estaba más cerca que usted. A veces, me estremezco al pensarlo.

—¿Quién cree usted que cometió el crimen? —preguntó Jane—. Yo he pensado mucho en eso.

Dupont se encogió de hombros.

—Yo no fui. iEra demasiado fea!

—Bueno, me parece que antes mataría usted a una fea que a una guapa.

—De ningún modo. De una mujer hermosa, puede enamorarse uno y, si ve que no le corresponde o le asaltan los celos, quizá pierda la cabeza y piense: La mataré. Será una satisfacción.

—¿Y es una satisfacción?

—Eso, mademoiselle, no lo sé, porque no lo he probado aún —Se echó a reír y luego meneó la cabeza—. Pero ¿quién se iba a molestar en matar a una mujer como Giselle?

—Es un modo de verlo —admitió Jane frunciendo el entrecejo—. Es terrible pensar que, a lo mejor, fue joven y hermosa en su juventud.

—De acuerdo, de acuerdo —aceptó él ya más serio—. La gran tragedia de la vida es que las mujeres envejezcan.

—Parece usted muy preocupado por las mujeres bien parecidas.


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