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Capítulo XVIII En Queen Victoria Street(3)
日期:2023-11-08 16:23  点击:240

—iEs espantoso no poder decir más que mentiras, mentiras y más mentiras! Ese terrible inspector ha estado aquí dos o tres veces, aturdiéndome a preguntas. Aunque me sentí a salvo. Observé que no sabía nada, que solo trataba de sonsacarme.

—Para adivinar las cosas hay que estar muy seguro.

—Y además —exclamó siguiendo el hilo de sus pensamientos—, me dije que si hubiesen podido descubrir algo, ya lo hubiesen hecho. Me sentía a salvo hasta que recibí ayer esa maldita carta.

—¿Y no estaba usted atemorizada durante todo este tiempo?

—Claro que lo estaba.

—Pero ¿de qué? ¿De verse descubierta o de que la detuviesen por asesinato?

Las mejillas de Cicely perdieron su color.

—¿Por asesinato? Yo no fui. iNo me diga que piensa usted eso! Yo no la maté. iNo fui yo!

—Usted deseaba su muerte.

—Sí, pero no la maté. iOh! i Tiene usted que creerme! Yo no me moví de mi asiento. Yo...

Enmudeció, fijando en él su mirada implorante.

—La creo a usted, señora, por dos razones. Primera: porque es una mujer. Segunda, porque había una avispa. Ella abrió más los ojos, sorprendida.

—¿Una avispa?

—Exacto. Ya veo que no tiene ningún sentido para usted. Bueno, volvamos al objeto de mi visita. Yo me las arreglaré con el señor Robinson. Le doy mi palabra de que no volverá usted a verle, ni a oír hablar de él. Pondré a raya a ese sinvergüenza. Y a cambio de mis servicios, tendrá que permitirme usted un par de preguntas. ¿Estaba el señor Barraclough en París la víspera del crimen?

—Sí, almorzamos juntos, pero le pareció preferible que fuese yo sola a ver a la prestamista.

iAh! ¿De veras? Permítame otra pregunta, milady: en el teatro, antes de casarse, a usted se la conocía con el nombre de Cicely Brand. ¿Era este su verdadero nombre?

—No, mi verdadero nombre es Martha Jebb. Pero el otro... —Quedaba mejor en los carteles. ¿Y dónde nació usted?

—En Doncaster. Pero ¿por qué?

—Mera curiosidad. Perdone. Y ahora, si me permite darle un consejo: ¿por qué no arregla un divorcio discreto con su marido?

—¿Para que se case con esa mujer?

—Para que se case con esa mujer. Tiene usted buen corazón, señora. Por otra parte, se verá usted a salvo, vivirá tranquila y su marido le pasará una renta.

—No suficientemente buena.

—Eh bien, una vez libre, puede casarse con un millonario.

—Ya no hay millonarios en nuestros días.

—Lo dudo, amigo mío. Lo más interesante del caso es la personalidad de la víctima. Una mujer sin amigos, una mujer que en su tiempo fue joven, amó y sufrió, y para quien luego todo se acabó: ni una fotografia, ni un recuerdo, ni una baratija. Marie Morisot se convirtió exclusivamente en madame Giselle: una prestamista.

—¿Cree usted que hay una pista en su pasado?

—Es posible.

—Bien, deberíamos aprovecharla, porque del presente no tenemos ninguna.

iOh! Sí, amigo mío, las hay. —La cerbatana, desde luego.

—No, la cerbatana no.

—Pues sepamos qué pistas hay en este caso.

—Se las daré como títulos, como los que llevan los libros del señor Clancy: «La pista de la avispa». «La pista de las pertenencias de los viajeros». «La pista de las dos cucharillas de café».

—¿Qué es eso de las cucharillas de café?

—Madame Giselle tenía dos cucharillas en su plato.

—Eso significa boda, según dicen.

—En este caso —afirmó Poirot—, significó entierro.


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