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Capítulo XIX LA VISITA DEL SEÑOR ROBINSON(3)
日期:2023-11-08 16:30  点击:246

—¿El señor Robinson? —preguntó Cicely.

—Servidor de usted —contestó Norman inclinándose.

¡Diablos! Como un viajante de comercio, pensó con disgusto. ¡Es terrible!

—Recibí su carta —aceptó Cicely.

Norman se dominó. ¡Y pensar que aquel viejo tontaina creía que no sabría actuar!, se dijo, sonriendo para sus adentros.

En voz alta y casi insolente, contestó:

—Exacto. ¿Y qué me responde usted entonces, lady Horbury?

—No sé qué pretende usted.

—Vamos, vamos, ¿para qué entrar en detalles? Todos sabemos lo agradable que es pasarse aunque solo sea un fin de semana en la playa. Pero los maridos casi nunca están de acuerdo. Creo que ya sabe usted, lady Horbury, en qué consisten las pruebas. Admirable mujer, la vieja Giselle. Siempre se procuraba los comprobantes: el registro en el hotel, etcétera. Son de primera clase. Ahora se trata de saber quién los desea más: si usted o lord Horbury. Esa es la cuestión.

Ella se echó a temblar.

—Yo vendo —insistió Norman con una voz que se hacía más firme a medida que le iba tomando gusto al papel del señor Robinson—. ¿Compra usted? De eso se trata.

—¿Cómo ha conseguido usted esa prueba?

—Poco importa cómo. El caso es que la tengo, lady Horbury.

—No me inspira confianza. Muéstremela

—¡Ah, no! —rechazó Norman, meneando la cabeza y mirando a su interlocutora de soslayo—. No llevo nunca nada encima. No soy tan cándido como para eso. Si cerramos el negocio, eso es otra cosa. Entonces le enseñaré el documento antes de que me entregue el dinero. Juego limpio y sin trampas.

—¿Cuan... cuánto?

—Diez mil de las mejores libras, no dólares.

—¡Imposible! ¡Nunca podré conseguir esa cantidad!

—Puede usted hacer milagros si quiere. No es oro todo lo que reluce en nuestros días, pero las perlas son siempre perlas. Mire, para hacerle un favor a una dama, se lo dejaré en ocho mil. Es mi última palabra. Y le concederé dos días para pensarlo.

—No podré conseguir el dinero, se lo aseguro.

Norman suspiró y meneó la cabeza.

—Bueno, acaso lo mejor será que lord Horbury se entere de lo que ha pasado. No sé si me equivoco al pensar que una mujer divorciada por su culpa no tiene derecho a compensación, y el señor Barraclough es muy buen actor, pero aún no gana lo suficiente. Ni una palabra más. Le daré tiempo para pensarlo, pero tenga por seguro que cumpliré lo que digo. —Tras una pausa, añadió—: Y lo haré como Giselle lo hubiera hecho.

Y sin dar tiempo a que la afligida señora le replicara, salió precipitadamente.


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