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Capítulo XIX LA VISITA DEL SEÑOR ROBINSON(4)
日期:2023-11-08 16:30  点击:219

—¡Uff! —respiró cuando se vio en la calle—. ¡Gracias a Dios que ha terminado!

Apenas había transcurrido una hora, cuando lady Horbury leyó la tarjeta que le entregaron.

MonSIEUR HERCULES POIROT

—¿Quién es? —preguntó, volviéndose rápidamente—. No puedo recibirle.

—Dice, milady, que viene de parte del señor Raymond Barraclough.

—¡Ah! Muy bien, hágalo pasar.

El mayordomo desapareció para anunciar al poco rato:

—Monsieur Hércules Poirot.

Vestido con la elegancia de un dandy, monsieur Poirot entró y se inclinó reverente.

El mayordomo cerró la puerta. Cicely avanzó un paso.

—¿Le manda a usted el señor Barraclough?

—Siéntese, señora —ordenó él, afable pero autoritario.

Ella se sentó maquinalmente. Él ocupó una silla a su lado, mostrando una conducta paternal y tranquilizadora.

—Señora, le ruego que vea en mí a un amigo. Vengo a aconsejarla. Sé que se encuentra usted en un grave apuro.

—No —murmuró ella débilmente.

—Écoutez, madame, yo no vengo a que me descubra usted ningún secreto. No hace falta, porque yo ya lo sé todo. En esto precisamente consiste ser un buen detective.

—¿Un detective? —repitió ella, abriendo mucho los ojos—. Ya recuerdo, estaba usted en el avión. Era usted.

—Exacto, era yo. Ahora, señora, vayamos al asunto. Como le he dicho, no pretendo que se me confíe. No quiero que empiece a contarme cosas. Ya se las contaré yo. Esta mañana, aún no hace una hora, ha recibido usted una visita. ¿El caballero que la ha visitado no era Brown por casualidad?

—Robinson —señaló Cicely con voz desfallecida.

—Es el mismo: Brown, Smith, Robinson, según convenga. Ha venido a hacerle chantaje, señora. Posee ciertas pruebas de lo que podríamos llamar... una indiscreción. Estas pruebasestuvieron antes en poder de madame Giselle. Ahora las tiene ese tipo. Se las ofrece a usted quizá por siete mil libras.

—Ocho mil.

—Ocho mil pues. ¿Y usted no podrá reunir ese dinero fácilmente, señora?

—Imposible, del todo imposible. Ya estoy endeudada. No sé qué hacer.

—Tranquilícese, señora. He venido a ayudarla.

Ella le miró, sorprendida.


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