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Capítulo 9 - El doctor Bauerstein(5)
日期:2023-12-22 16:37  点击:292

Le conté cómo se había excitado Poirot al saber que el doctor Bauerstein había estado en

Styles la noche fatal, y añadí:

Dijo dos veces: «Esto lo cambia todo.» Y he estado pensando sobre ello. Ya sabes que

Inglethorp dijo que había dejado el café en el vestíbulo, y fue precisamente entonces cuando llegó

Bauerstein. ¿No pudo el doctor echar algo en el café al pasar, cuando cruzó el vestíbulo? ¿No lo

encuentras verosímil?

—¡Hum! dijo John. Hubiera sido muy arriesgado.

Sí, pero es posible.

Y además, ¿cómo iba a saber él que era el café de mi madre? No, chico, no creo que eso

pueda tomarse en consideración. Pero recordé otra cosa aún.

Tienes razón. No fue así cómo lo hizo. Escucha. Y le conté que Poirot había mandado

analizar la muestra del chocolate. John me interrumpió.

—¡Pero si Bauerstein ya lo había analizado!

––Claro, claro, precisamente. ¿No lo entiendes? Bauerstein lo había mandado analizar, eso es.

Si es Bauerstein el asesino, nada más fácil para él que sustituir la muestra del chocolate de tu

madre por otro normal y mandarlo analizar. Naturalmente, ¡no se encontró estricnina! Pero a nadie

más que a Poirot se le ocurriría sospechar de Bauerstein y llevar al laboratorio otra muestra de

chocolate añadí con agradecimiento tardío.

Sí, pero el chocolate no disimula el sabor amargo de la estricnina.

Sólo lo sabemos porque él lo dijo. Está considerado como uno de los más célebres

toxicólogos. —¿Uno de los más célebres qué? Repítelo.

Es una persona muy entendida en venenos expliqué. Bueno, mi idea es que quizá ha

encontrado el modo de preparar estricnina insípida. O puede que ni siquiera fuera estricnina, sino

alguna droga desconocida de la que nadie ha oído hablar y que produce los mismos efectos.

—¡Hum! Sí, eso puede ser dijo John. Pero escucha, ¿cómo pudo acercarse al chocolate?

No estaría en el piso de abajo...

No, no estaba admití de mala gana. Y de pronto una posibilidad espantosa pasó por mi

imaginación. Deseé con toda mi alma que a John no se le hubiera ocurrido también. Le miré de

reojo. Fruncía el ceño, perplejo, y respiré aliviado, porque el terrible pensamiento que había

pasado por mi imaginación era éste: el doctor Bauerstein podía tener un cómplice.

Pero no podía ser cierto. Una mujer tan hermosa como Mary Cavendish no podía ser una

asesina. Sin embargo, había habido envenenadoras muy hermosas.

Y súbitamente recordé la conversación que habíamos sostenido el día de mi llegada, a la hora

del té, y el brillo de sus ojos al decir que el veneno era un arma femenina. ¡Qué agitada estaba en

la noche de aquel martes fatal! ¿Habría descubierto la señora Inglethorp algo entre ella y

Bauerstein y la amenazaría con decírselo a su marido? ¿Se habría cometido el crimen para evitar la

denuncia?

Recordé aquella conversación tan enigmática entre Poirot y la señorita Howard. ¿Sería eso lo

que querían decir, la monstruosa posibilidad que Emily se esforzara en no creer?

Sí, todo parecía encajar. No era extraño que la señorita Howard hubiera querido ocultar el

asunto. Entonces comprendí aquella frase suya que no terminó: «La misma Emily...» E

interiormente estuve de acuerdo con ella. ¿No hubiera preferido la señora Inglethorp que su

muerte quedara impune antes de ver deshonrado el nombre de los Cavendish?


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