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西语阅读 罗密欧与朱丽叶 acto 1 escena 1
日期:2013-12-01 07:59  点击:744
西语阅读 罗密欧与朱丽叶 acto 1 escena 1



PERSONAJES
ESCALA, príncipe de Verona
PARIS, pariente del Príncipe
MONTESCO
CAPULETO
Un viejo de la familia Capuleto
ROMEO, hijo de Montesco
MERCUTIO, amigo de Romeo
BENVOLIO, sobrino de Montesco
TEOBALDO, sobrino de Capuleto
FR. LORENZO, de la Orden de S. Francisco
Fr. JUAN, de la Orden de S. Francisco
BALTASAR, criado de Romeo
SANSÓN, criados de Capuleto
GREGORIO, criados de Capuleto
PEDRO, criado del ama de Julieta
ABRAHAM, criado de Montesco
Un boticario
Tres músicos
Dos pajes de Paris
Un oficial
La señora de Montesco
La señora de Capuleto
JULIETA, hija de Capuleto
El Ama de Julieta
CIUDADANOS DE VERONA, ALGUACILES, GUARDIAS
ENMASCARADOS, etc. CORO
La escena pasa de Verona y en Mantua
PRÓLOGO
Coro
En la hermosa Verona, donde acaecieron estos amores, dos familias rivales igualmente nobles habían derramado, por sus odios mutuos, mucha inculpada sangre. Sus inocentes hijos pagaron la pena de estos rencores, que trajeron su muerte y el fin de su triste amor. Sólo dos horas va a durar en la escena este odio secular de razas. Atended al triste enredo, y supliréis con vuestra atención lo que falte a la tragedia.
ACTO I
ESCENA PRIMERA
Una plaza de Verona
SANSÓN Y GREGORIO, CON ESPADAS Y BROQUELES
Sansón
A fe mía, Gregorio, que no hay por qué bajar la cabeza.
Gregorio
Eso sería convertirnos en bestias de carga.
Sansón
Quería decirte que, si nos hostigan, debemos responder.
Gregorio
Sí: soltar la albarda
Sansón
Yo, si me pican, fácilmente salto.
Gregorio
Pero no es fácil picarte para que saltes.
Sansón
Basta cualquier gozquejo de casa de los Montescos para hacerme saltar.
Gregorio
Quien salta, se va. El verdadero valor está en quedarse firme en su puesto. Eso que llamas saltar es huir.
Sansón
Los perros de esa casa me hacen saltar primero y me paran después. Cuando topo de manos a boca con hembra o varón de casa de los Montescos, pongo pies en pared.
Gregorio
¡Necedad insigne! Si pones pies en pared, te caerás de espaldas.
Sansón
Cierto, y es condición propia de los débiles. Los Montescos al medio de la calle, y sus mozas a la acera.
Gregorio
Esa discordia es de nuestros amos. Los criados no tenemos que intervenir en ella.
Sansón
Lo mismo da. Seré un tirano. Acabaré primero con los hombres y luego con las mujeres.
Gregorio
¿Qué quieres decir?
Sansón
Lo que tú quieras. Sabes que no soy rana.
Gregorio
No eres ni pescado ni carne. Saca tu espada, que aquí vienen dos criados de casa Montesco.
Sansón
Ya está lista la espada: entra tú en lid, y yo te defenderé.
Gregorio
¿Por qué huyes, volviendo las espaldas?
Sansón
Por no asustarte.
Gregorio
¿Tú asustarme a mí?
Sansón
Procedamos legalmente. Déjalos empezar a ellos.
Gregorio
Les haré una mueca al pasar, y veremos cómo lo toman.
Sansón
Veremos si se atreven. Yo me chuparé el dedo, y buena vergüenza será la suya si lo toleran.
(Abraham y Baltasar)
Abraham
Hidalgo, ¿os estáis chupando el dedo porque nosotros pasarnos?
Sansón
Hidalgo, es verdad que me chupo el dedo.
Abrabam
Hidalgo, ¿os chupáis el dedo porque nosotros pasamos?
Sansón. (A Gregorio)
¿Estamos dentro de la ley, diciendo que sí?
Gregorio (A Sansón)
No por cierto.
Sansón
Hidalgo, no me chupaba el dedo porque vosotros pasabais, pero la verdad es que me lo chupo.
Gregorio
¿Queréis armar cuestión, hidalgo?
Abraham
Ni por pienso, señor mío.
Sansón
Si queréis armarla, aquí estoy a vuestras órdenes. Mi amo es tan bueno como el vuestro.
Abraham
Pero mejor, imposible.
Sansón
Está bien, hidalgo.
Gregorio (A Sansón)
Dile que el nuestro es mejor, porque aquí se acerca un pariente de mi amo.
Sansón
Es mejor el nuestro, hidalgo.
Abraham
Mentira.
Sansón
Si sois hombre, sacad vuestro acero. Gregorio: acuérdate de tu sabia estocada. (Pelean).
(Llegan Benvolio, y Teobaldo)
Benvolio
Envainad, majaderos. Estáis peleando, sin saber por qué.
Teobaldo
¿Por qué desnudáis los aceros? Benvolio, ¿quieres ver tu muerte?
Benvolio
Los estoy poniendo en paz. Envaina tú, y no busques quimeras.
Teobaldo
¡Hablarme de paz, cuando tengo el acero en la mano! Más odiosa me es tal palabra que el infierno mismo, más que Montesco, más que tú. Ven, cobarde.
(Reúnese gente de uno y otro bando. Trábase la riña)
Ciudadanos
Venid con palos, con picas, con hachas. ¡Mueran Capuletos y Montescos!
(Entran Capuleto y la señora de Capuleto)
Capuleto
¿Qué voces son esas? Dadme mi espada.
Señora
¿Qué espada? Lo que te conviene es una muleta.
Capuleto
Mi espada, mi espada, que Montesco viene blandiendo contra mí la suya tan vieja como la mía.
(Entran Montesco y su mujer)
Montesco
¡Capuleto infame, déjame pasar, aparta!
Señora
No te dejaré dar un paso más.
(Entra el Príncipe y su séquito)
Príncipe
¡Rebeldes, enemigos de la paz, derramadores de sangre humana! ¿No queréis oír? Humanas fieras que apagáis en la fuente sangrienta de vuestras venas el ardor de vuestras iras, arrojad en seguida a tierra las armas fratricidas, y escuchad mi sentencia. Tres veces, por vanas quimeras y fútiles motivos, habéis ensangrentado las calles de Verona, haciendo a sus habitantes, aun los más graves e ilustres, empuñar las enmohecidas alabardas, y cargar con el hierro sus manos envejecidas por la paz.
Si volvéis a turbar el sosiego de nuestra ciudad, me responderéis con vuestras cabezas. Basta por ahora; retiraos todos. Tú, Capuleto, vendrás conmigo. Tú, Montesco, irás a buscarme dentro de poco a la Audiencia, donde te hablaré más largamente. Pena de muerte a quien permanezca aquí. (Vase)
Montesco
¿Quién ha vuelto a comenzar la antigua discordia? ¿Estabas tú cuando principió, sobrino mío?
Benvolio
Los criados de tu enemigo estaban ya lidiando con los nuestros cuando llegué, y fueron inútiles mis esfuerzos para separarlos. Teobaldo se arrojó sobre mí, blandiendo el hierro que azotaba el aire despreciador de sus furores. Al ruido de las estocadas acorre gente de una parte y otra, hasta que el Príncipe separó a unos y otros.
Señora de Motesco
¿Ir has visto a Romeo? ¡Cuánto me alegro de que no se hallara presente!
Benvolio
Sólo faltaba una hora para que el sol amaneciese por las doradas puertas del Oriente, cuando salí a pasear, solo con mis cuidados, al bosque de sicomoros que crece al poniente de la ciudad. Allí estaba tu hijo. Apenas le vi me dirigí a él, pero se internó en lo más profundo del bosque. Y como yo sé que en ciertos casos la compañía estorba, seguí mi camino y mis cavilaciones, huyendo de él con tanto gusto como él de mí.
Señora de Montesco
Dicen que va allí con frecuencia a juntar su llanto con el rocío de la mañana y contar a las nubes sus querellas, y apenas el sol, alegría del mundo, descorre los sombríos pabellones del tálamo de la aurora, huye Romeo de la luz y torna a casa, se encierra sombrío en su cámara, y para esquivar la luz del día, crea artificialmente una noche. Mucho me apena su estado, y sería un dolor que su razón no llegase a dominar sus caprichos.
Benvolio
¿Sospecháis la causa, tío?
Montesco
No la sé ni puedo indagarla.
Benvolio
¿No has podido arrancarle ninguna explicación?
Montesco
Ni yo, ni nadie. No sé si pienso bien o mal, pero él es el único consejero de sí mismo. Guarda con avaricia su secreto y se consume en él, como el germen herido por el gusano antes de desarrollarse y encantar al sol con su hermosura. Cuando yo sepa la causa de su mal, procuraré poner remedio.
Benvolio
Aquí está. O me engaña el cariño que le tengo, o voy a saber pronto la causa de su mal.
Montesco
¡Oh si pudieses con habilidad descubrir el secreto! Ven, esposa.
(Entra Romeo)
Benvolio
Muy madrugador estás.
Romeo
¿Tan joven está el día?
Benvolio
Aún no han dado las nueve.
Romeo
¡Tristes horas, cuán lentamente camináis! ¿No era mi padre quien salía ahora de aquí?
Benvolio
Sí por cierto. Pero ¿qué dolores son los que alargan tanto las horas de Romeo?
Romeo
El carecer de lo que las haría cortas.
Benvolio
¿Cuestión de amores?
Romeo
Desvíos.
Benvolio
¿De amores?
Romeo
Mi alma padece el implacable rigor de sus desdenes.
Benvolio
¿Por qué el amor que nace de tan débiles principios, impera luego con tanta tiranía?
Romeo
¿Por qué, si pintan ciego al amor, sabe elegir tan extrañas sendas a su albedrío? ¿Dónde vamos a comer hoy? ¡Válgame Dios! Cuéntame lo que ha pasado. Pero no, ya lo sé. Hemos encontrado el amor junto al odio; amor discorde, odio amante; rara confusión de la naturaleza, caos sin forma, materia grave a la vez que ligera, fuerte y débil, humo y plomo, fuego helado, salud que fallece, sueño que vela, esencia incógnita. No puedo acostumbrarme a tal amor. ¿Te ríes? ¡Vive Dios!...
Benvolio
No, primo. No me río, antes lloro.
Romeo
¿De qué, alma generosa?
Benvolio
De tu desesperación.
Romeo
Es prenda de amor. Se agrava el peso de mis penas, sabiendo que tú también las sientes. Amor es fuego aventado por el aura de un suspiro; fuego que arde y centellea en los ojos del amante. O más bien es torrente desbordado que las lágrimas acrecen. ¿Qué más podré decir de él? Diré que es locura sabia, hiel que emponzoña, dulzura embriagadora. Quédate adiós, primo.
Benvolio
Quiero ir contigo. Me enojaré si me dejas así, y no te enojes.
Romeo
Calla, que el verdadero Romeo debe andar en otra parte.
Benvolio
Dime el nombre de tu amada.
Romeo
¿Quieres oír gemidos?
Benvolio
¡Gemidos¡ ¡Donosa idea! Dime formalmente quién es.
Romeo
¿Dime formalmente?... ¡Oh, qué frase tan cruel! Decid que haga testamento al que está padeciendo horriblemente. Primo, estoy enamorado de una mujer.
Benvolio
Hasta ahí ya lo comprendo.
Romeo
Has acertado. Estoy enamorado de una mujer hermosa.
Benvolio
¿Y será fácil dar en ese blanco tan hermoso?
Romeo
Vanos serían mis tiros, porque ella, tan casta como Diana la cazadora, burlará todas las pueriles flechas del rapaz alado. Su recato la sirve de armadura. Huye de las palabras de amor, evita el encuentro de otros ojos, no la rinde el oro. Es rica, porque es hermosa. Pobre, porque cuando muera, sólo quedarán despojos de su perfección soberana.
Benvolio
¿Está ligada a Dios por algún voto de castidad?
Romeo
No es ahorro el suyo, es desperdicio, porque esconde avaramente su belleza, y priva de ella al mundo. Es tan discreta y tan hermosa, que no debiera complacerse en mi tormento, pero aborrece el amor, y ese voto es la causa de mi muerte.
Benvolio
Déjate de pensar en ella.
Romeo
Enséñame a dejar de pensar.
Benvolio
Hazte libre. Fíjate en otras.
Romeo
Así brillará más y más su hermosura. Con el negro antifaz resalta más la blancura de la tez. Nunca olvida el don de la vista quien una vez la perdió. La beldad más perfecta que yo viera, sólo sería un libro donde leer que era mayor la perfección de mi adorada. ¡Adiós! No sabes enseñarme a olvidar.
Benvolio
Me comprometo a destruir tu opinión.

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