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Una vez hubo un pájaro que amaba a una ballena. Y una ballena que amaba a un pájaro.
Al pájaro le encantaba la hermosa sonrisa de la ballena. Le encantaba cómo nadaba elegantemente por el agua.
A la ballena le encantaban las bonitas plumas blancas del pájaro. Le gustaba mirar cómo se elevaba hacia el cielo.
Durante el verano, el pájaro y la ballena se encontraron en la bahía. Hablaron y hablaron. Hablaron de la luna, de las olas, y de los barcos en el océano.
El pájaro contó chistes que hicieron reír a la ballena. La ballena cantó hermosas canciones que hicieron llorar al pájaro.
“Un día podrías conocer a mi familia en el océano”, dijo la ballena.
“Y tú podrías conocer a mis amigos en la tierra”, dijo el pájaro.
Todo era perfecto.
Pero el mundo no para de girar solo porque un pájaro y una ballena se enamoran. El verano se transformó en otoo, y el otoo se transformó en invierno. El océano se volvió frío, y todas las ballenas partieron hacia aguas más cálidas.
“Ven conmigo donde hay aguas cálidas”, dijo la ballena. “Es un lugar maravilloso. Siempre es cálido, y hay muchísimos peces para comer”.
“Me encanta comer pescado”, dijo el pájaro. “Y me encanta estar contigo. Te seguiré a cualquier lugar. Pero primero, enséame a ser una ballena”.
“Así!”, dijo la ballena. “Sígueme!”, y se sumergió en el agua.
“De acuerdo!” dijo el pájaro, y él también se sumergió en el agua.
Se sumergió más y más profundo. “Estoy nadando!” rió. “Soy una ballena!”
Pero pronto no pudo respirar y regresó jadeando a la superficie. El pájaro intentó e intentó e intentó nadar, pero se quedó sin aliento cada vez.
“No creo que un pájaro pueda ser una ballena”, dijo el pájaro. “Mejor ven conmigo. Vivo arriba en los acantilados. Es un lugar maravilloso. Es cálido y acogedor, y cada maana puedes ver el amanecer”.
“Me encanta ver el amanecer”, dijo la ballena. “Y me encanta estar contigo. Te seguiré a cualquier lugar. Pero primero, enséame a ser un pájaro”.
“Así!”, dijo el pájaro. “Sígueme!”, y batió sus alas y se elevó en el cielo. “De acuerdo!” dijo la ballena. Cerró los ojos con fuerza y batió sus aletas como el pájaro.
Aleteó y aleteó, arriba y abajo. El agua salpicó en todos lados. “Estoy volando!” rió. “Soy un pájaro!”.
Pero cuando la ballena abrió los ojos, no estaba elevándose en el cielo. Todavía estaba en el agua. Ella intentó e intentó e intentó volar, pero no pudo.
“No creo que una ballena pueda ser un pájaro”, dijo la ballena.
“Tú no puedes volar y yo no puedo nadar. Dónde podremos vivir juntos” dijo el pájaro.
“Nos quedaremos aquí — en las olas!” dijo la ballena.
Pero el pájaro sacudió la cabeza tristemente.
“A ti te encanta nadar profundo en el océano”, dijo. “Eso es lo que más te gusta hacer. Nunca serás feliz aquí”.
“Y a ti te encanta volar y planear en el cielo”, dijo la ballena. “Eso es lo que más te gusta hacer. Tú tampoco serás feliz aquí”.
Y entonces, como el pájaro y la ballena se querían tanto, se dijeron adiós.
Pero nunca se olvidaron el uno del otro. Cada vez que la ballena miraba un pájaro volando alto en el cielo, pensaba en su pájaro. Ella esperaba que él estuviera disfrutando de los cielos de esa manera.
Y cada vez que el pájaro veía una ballena sumergiéndose profundo en el océano, pensaba en su ballena. l esperaba que ella estuviera disfrutando del océano de esa manera.