Siempre he pensado que como mejor se consiguen las cosas es por las buenas, y no por las malas. Ahora bien, no todos están de acuerdo.
Había una vez un príncipe cuya mayor ambición era conquistar países con un numeroso y temible ejército. De los países conquistados se llevaba cuantiosos tesoros: oro y esclavos. Dejaba a familias enteras destrozadas, mucha pobreza y víctimas inocentes. Nada de esto le importaba, sólo quería conquistar más territorios y enriquecerse.
Llegó el día en que era el amo del mundo y se dijo a símismo:??Qué gran príncipe soy, ahora megustaría vencer a Dios... Ja, ja, ja!?, y su risa resonó en los confines de la tierra. Para ello construyó un extra?o barco volador y lo llenó de soldados y ca?ones. La nave surcaba los cielos como endiablada, lanzando ca?onazos a diestro y siniestro.
Dios, que veía tan singular espectáculo desde las alturas, sólo tuvo que enviar una peque?a nube de mosquitos.Los soldados blandían sus espadas al aire, sin dar en el blanco, mientras que el príncipe se envolvía en una red en la que quedó preso un solo mosquito, que se le metió por el oído.
El diminuto animal le produjo tal infección que el príncipe enloqueció. Ahora vaga solitario, contando que un día fue el amo del mundo, pero todos lo toman por loco y no le hacen ni caso.
A veces, cuando más seguros estamos de nuestros éxitos, un peque?o detalle nos puede conducir al más garrafal de los errores.