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西语阅读:《一千零一夜》连载二十四 c

时间:2011-10-05来源:互联网  进入西班牙语论坛
核心提示:西语阅读:《一千零一夜》连载二十四 c PERO CUANDO LLEG LA 43 a NOCHE Ella dijo: He llegado a saber, oh rey afortunado! que despus que Kuat Al-Kulub dijo a la madre y a la hermana de Ghanem: Salid de vuestra afliccin, se diri
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西语阅读:《一千零一夜》连载二十四 c

PERO CUANDO LLEGÓ LA 43a NOCHE

Ella dijo:

 

He llegado a saber, ¡oh rey afor­tunado! que después que Kuat Al­-Kulub dijo a la madre y a la her­mana de Ghanem: “Salid de vuestra aflicción”, se dirigió al jeique, le dio mil dinares de oro, y le dijo: “¡Oh jeique! Ahora irás con ellas a tu casa, y dirás a tu esposa que las lleve al hammam, y les dé hermosos tra­jes, y las trate con toda conside­ración, sin escatimar nada para su bienestar.”

Al día siguiente, Kuat Al-Kuíub fue a casa del jeique a cerciorarse por sí misma de que todo se había ejecutado según sus instrucciones. Y apenas había entrado, salió a su encuentro la esposa del jeique, y le besó las manos y le dio las gracias por su generosidad. Después llamó a la madre y a la hermana de Gha­nem, que habían ido al hammam y habían salido de él completamente transformadas, con los rostros ra­diantes de hermosura y nobleza. Y Kuat Al-Kuíub estuvo hablando con ellas durante una hora, y después pi­dió a la mujer del jeique noticias del enfermo. Y la esposa del jeique res­pondió: “Sigue en el mismo estado.” Entonces dijo Kuat Al-Kulub: “Va­mos todas a verle y a tratar de animarle.” Y acompañada de las dos mujeres, que aún no lo habían visto, entró en la sala donde estaba el enfermo. Y todas le miraron con ternura y lástima, y se sentaron en torno de él. Pero durante la conver­sación se pronunció el nombre de Kuat Al-Kulub. Y apenas lo oyó el joven, se le coloreó el rostro y le pareció que recobraba, el alma. Le­vantó la cabeza, con los ojos llenos de vida, y exclamó: “¿Dónde estás, ¡oh Kuat Al-Kulub!?”

Y cuando Kuat oyó que la llama­ba por su nombre, conoció la voz de Ghanem, e inclinándose hacia él, le dijo: “¿Eres tú querido mío?” Y el contestó: “¡Sí! ¡Soy Ghanem!” Y al oírlo la joven cayó desmaya­da. Y la madre y la hermana de Ghanem dieran un grito y cayeron desmayadas también. Al cabo de un rato acabaron por volver en sí, y se arrojaron en brazos de Ghanem. Y sólo se oyeron besos, llantos y ex­clamaciones de alegría.

Y Kuat Al-Kuub dijo: “¡Gloria a Alah por haber permitido que nos reunamos todos!” Y les contó cuanto le había pasado, y añadió: “El califa, además de protegerte, te regala mi persona.” Estas palabras llevaron al límite de la felicidad a Ghanem, que no cesaba de besar las manos de Kuat Al-Kulub, mientras ella le besa­ba los ojos. Y Kuat les dijo: “Aguar­dadme.” Y marchó a palacio, abrió el cajón donde tenía sus cosas, sacó de él muchos dinares, y se fue al zoco para entregárselos al jeique, encargándole que comprase cuatro trajes completos para cada uno, y veinte pañuelos, y diez cinturones. Y volvió a la casa, y los llevó a todos al hammam. Y les preparó pollos, carne asada y buen vino. Y durante tres días les dio de comer y beber en su presencia. Y notaron que recuperaban la vida y les volvía el alma al cuerpo. Los llevó otra vez al hammam, les hizo mudarse de ropa, y los dejó en casa del jeique. Entonces se presentó al califa, se inclinó hasta el suelo, y le enteró del regreso de Ghanem, acomo el de su madre y su hermana. Y el califa llamó á Giafar, y le dijo: “¡Ve en busca de Ghanem ben-Ayub!” Y Giafar marchó a casa del jeique; pero ya le había precedido Kuat Al-­Kulub; que dijo a Ghanem: “¡Oh querido mío! Va a llegar Giafar para llevarte a presencia del califa. Ahora hay que demostrar la elocuen­cia de tu lenguaje, la firmeza de tu corazón y la pureza de tus palabras.” Después le vistió con el mejor de las trajes que habían comprado en el zoco, le dia muchas dinares, y le dijo: “No dejes de tirar puñados de oro al llegar a palacio, cuando pases por entre las filas de los eunucos y servidores.”

Y cuando llegó Giafiar montado en su mula, Ghanem se apresuro a salir a su encuentro, le deseo la paz y besó la tierra entre sus manos. Y ya era otra vez el gallardo mozo de otros tiempos, de rastro glorioso y atractivo continente. Entonces Gia­far le rogó que lo acompañase, y lo presentó al califa. Y Ghanem vio al Emir de los Creyentes rodeado de sus visires, chambelanes, vicarios y jefes de sus ejércitos. Y Ghanem se detuvo ante el califa, miró un mo­mento al suelo, levantó en seguida la frente, e improvisó estas estrofas:

 

¡Oh rey del tiempo! ¡Una mirada bondadosa se ha dirigido a la tierra, y la ha fecundado! ¡Nosotros somos los hijos de su fecundidad feliz en tu reinado de gloria!

¡Los sultanes y los emires se te pros­ternan, arrastrando las barbas por el polvo, y como homenaje a tu grandeza te ofrecen sus coronas de pedrería!

¡La tierra no es bastante vasta ni el planeta bastante ancho para la formi­dable masa de tus ejércitos! ¡Oh rey del tiempo! ¡clava tus tiendas en las tierras planetarias del espacio que gira!

¡Y que las estrellas dóciles y los ástros numerosos se sumen a tu triunfo y acompañen a tu séquito!

¡Qué el día, de tu justicia ilumine al mundo! ¡Que acabe con las fecho­rías de los malhechores y recompense las acciones puras de tus fieles!

 

El califa quedó encantado con la elocuencia y hermosura de los ver­sos, su buen ritmo y la pureza de su lenguaje.

  En este momento de su narración, Schahrazada vio que aparecía la mañana, y discreta como siempre, interrumpió su relato.

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