Esta es la historia de un cerdo fugado que se encontró en un campo donde había ovejas pastando. El pastor no quería tener un cerdo entre sus ovejas. Tomó el cerdo y lo puso bajo su brazo:
—Eh, eh, ¿para qué quiero yo un cerdo, un cerdo, un cerdo? Yo a lo que me dedico es a criar ovejas. Y aquí me viene este cerdo. Yo no quiero cerdos, ¿qué podría yo hacer con un cerdo?— dijo el pastor mientras lo llevaba bajo el brazo.
—Se me está ocurriendo, sí, sí, sí. Hoy me van a dar un dinerito. Sí, te voy a llevar al carnicero.
El cerdo armó tal griterío y dio tales meneos que las ovejas estaban asombradas.
—Me, me, ¿por qué armas tanto alboroto?—preguntaron las ovejas, — nosotras no armamos un jaleo así cuando el pastor, me, cuando el pastor nos lleva.
—Eso es porque quiere menos de vosotras que de mí. —dijo el cerdo, —él os quiere a vosotras por vuestra lana, pero a mí me quiere para jamón.