—Bueno, es un monovolumen, un Chevy para ser exactos.
— ¿Dónde lo encontraste?
— ¿Te acuerdas de Billy Black, el que vivía en La Push?
La Push es una pequeña reserva india situada en la costa.
—No.
—Solía venir de pesca con nosotros durante el verano —me explicó.
Por eso no me acordaba de él. Se me da bien olvidar las cosas dolorosas e innecesarias.
—Ahora está en una silla de ruedas —continuó Charlie cuando no respondí—, por lo que no puede conducir y me propuso venderme su camión por una ganga.
— ¿De qué año es?
Por la forma en que le cambió la cara, supe que era la pregunta que no deseaba oír.
—Bueno, Billy ha realizado muchos arreglos en el motor. En realidad, tampoco tiene tantos años.
Esperaba que no me tuviera en tan poca estima como para creer que iba a dejar pasar el tema así como así.
— ¿Cuándo lo compró?
—En 1984... Creo.
— ¿Y era nuevo entonces?
—En realidad, no. Creo que era nuevo a principios de los sesenta, o a lo mejor a finales de los cincuenta —confesó con timidez.
— ¡Papá, por favor! ¡No sé nada de coches! No podría arreglarlo si se estropeara y no me puedo permitir pagar un taller.
—Nada de eso, Bella, el trasto funciona a las mil maravillas. Hoy en día no los fabrican tan buenos.
El trasto, repetí en mi fuero interno. Al menos tenía posibilidades como apodo.
— ¿Y qué entiendes por barato?
Después de todo, ése era el punto en el que yo no iba a ceder.
—Bueno, cariño, ya te lo he comprado como regalo de bienvenida.
Charlie me miró de reojo con rostro expectante.