Esta vez tendría mucho más cuidado. Para no transformarse en nadie conocido decidió aterrizar en el lugar más apartado del planeta. Era un lugar frío y blanco en el que solo había una casa, y dentro pudo ver a un anciano solitario.
- Me transformaré en este anciano. Este sí es imposible que sea famoso. Además, me encantan su traje rojo, su gran barba blanca, y ese saco enorme que tiene a su lado. Me servirá para guardar algunas cosas.
Pero en cuanto llegó a la ciudad un gran grupo de ni?os se abalanzó sobre él.
- ?Quiero mi coche!
- ?A mí dame una mu?eca!
- ?Yo quiero una consola!
Marcianoto estaba rodeado y asustado. No sabía qué estaba ocurriendo, y solo se le ocurrió ir sacando lo que llevaba en el saco para dárselo a los ni?os, que se marchaban felices. Pero la fila de ni?os era tan larga que pronto se quedó sin nada que darles, y tuvo que salir corriendo y esconderse.
Solo cuando se hizo de noche pudo salir. Estaba aterrado. No sabía cómo, pero estaba claro que había vuelto a elegir mal en quién se transformaba. ?Otra vez!
- No me extra?a que ese viejo viviera solo y escondido. Debe ser un famoso sinvergüenza ?Le debe cosas a todo el mundo!
Así que volvió a la casa del anciano. Espió desde la ventana y descubrió una enorme monta?a de juguetes.
- ?Ahí es donde tiene las cosas que quita a los ni?os este viejo malvado! -pensó.
Y esperó a que se hiciera de noche y el anciano se fuera a dormir para entrar sin ser visto y llevarse los juguetes ?Qué suerte! El viejo ponía etiquetas con los nombres, y hasta tenía una lista de nombres y direcciones.
- Por fin voy a poder hacer algo bueno en la Tierra. Llevaré cada uno de estos juguetes a su due?o.
Aunque eran muchos ni?os, su nave tenía supervelocidad y podía empeque?ecerse. Por eso consiguió devolver todos los regalos antes de que fuera de día. Cuando terminó y se dispuso a dormir en su nave, se sentía contentísimo de haber hecho justicia.
- Menuda sorpresa se va llevar ese viejo ladrón…Pero la sorpresa se la llevó Marcianoto cuando despertó. El viejo volvía a tener una monta?a de juguetes en su casa.
- Ah, este ladrón es astuto, malvado y muy rápido. No sé cómo habrá recuperado todos los juguetes en un día, pero da igual: esta noche volveré a dejárselos a sus due?os.
Y pasó la noche repartiendo juguetes. Pero al día siguiente pasó lo mismo, y al otro lo mismo y así durante muchos días más. Marcianoto estaba extra?adísimo: ?Cómo podía aquel viejo gordinflón robar tan rápido?
- Ya sé - pensó - debe tener cómplices en la ciudad que le ayudan. Iré allí disfrazado para descubrir qué pasa. Buscaré a quienes tengan peor cara; seguro que esos serán sus malvados compinches.
Pero en la ciudad todo el mundo estaba feliz. Y es que todas aquellas noches Marcianoto había estado haciendo de Santa Claus con su nave, repartiendo regalos. Y cada ma?ana los ni?os se despertaban con un nuevo juguete.
- ?De verdad que nadie os roba los juguetes? - preguntó a varios ni?os.
- ?Claro que no! Estos nos los trae Santa Claus.
- ?Santa Claus? ?Y es quién es?
- ?Pero quién eres tú que no sabes quién es Santa Claus? ?Un marciano? ja, ja, ja- le respondieron. Y entonces le explicaron que Santa Claus era un se?or mayor con una gran barba blanca y un traje rojo, y que dejaba regalos a los ni?os la noche de navidad.
Marcianoto se moría de vergüenza. No solo había tomado a Santa Claus por un malvado delincuente, sino que encima ?le había estado robando los juguetes! Volvió volando a la casa del anciano a disculparse, pero lo encontró muy enfermo. Santa Claus utilizaba su magia para volver a crear los juguetes, y al haberlo hecho tantos días seguidos se había quedado tan débil que ya no podía moverse.
?Qué podría hacer? ?Aquella misma noche era Navidad y Santa Claus no iba a repartir regalos! Marcianoto pensó rápido: hizo un vídeo de Santa Claus enfermo y usando la antena de su nave lo envió a todas las televisiones del mundo con un mensaje: había que devolver todos los regalos de aquellos días para que Santa Claus pudiera recuperar su magia y ponerse bueno.
Siempre pensamos que va a pasar algo que lo arregle todo. Y eso esperaba el pobre Marcianoto. Pero aquella vez nadie pudo arreglar nada: nadie se creyó el mensaje y Santa Claus no pudo entregar sus regalos.
Marcianoto pasó el día cuidando de Santa Claus. Anochecía cuando llamaron a la puerta. Era una ni?a que traía todos sus regalos.
- Me dan igual los regalos - dijo con una lagrimita-. Lo que quiero es que Santa Claus se ponga bueno.
-Yo también - dijo otro ni?o que venía a la cabeza de un grupo.
- Y yo… y yo…
Poco a poco fueron apareciendo ni?os y más ni?os, todos dispuestos a devolver hasta el último de sus regalos. La fila era interminable. Llegaban de todas partes y, según cruzaban la puerta, sus regalos desaparecían y Santa Claus se ponía un poco mejor. Cuando el último ni?o dejó sus juguetes, Santa Claus se pudo levantar y todos aplaudieron llenos de alegría. Parecía que nunca habían estado tan contentos.
Sin embargo, Marcianoto se sentía fatal.
- Lo siento muchísimo - dijo-. Al final por mi culpa todo el mundo se ha quedado sin regalos…Se hizo un gran silencio y todos miraron al extraterrestre.
- ?Qué va! -dijo finalmente una ni?a- Yo nunca había estado tan contenta en navidad. He podido curar a Santa Claus y ser yo la que le llevaba los regalos. Y ahora estoy segura de que es mucho mejor dar regalos que recibirlos.
Y entre risas y aplausos todos estuvieron de acuerdo en que esa lección era el mejor regalo que podían haber tenido ese a?o.