Recogieron el aparejo del bote. El viejo se echó el mástil al hombro y el muchacho cargo la caja de madera de los enrollados sedales pardos de apretada malla, el bichero y el arpón con su mango. La caja de las camadas estaba bajo la popa, junto a la porra que usaba para rematar a los peces grandes cuando los arrimaba al bote. Nadie sería capaz de robarle nada al viejo, pero era mejor llevar a casa la vela y los sedales gruesos puesto que el rocío los dañaba, y aunque estabaseguro de que ninguno de la localidad le robaría nada, el viejo pensaba que el arpón y el bichero eran tentaciones y que no había por que dejarlos en el bote.
Marcharon juntos camino arriba hasta la cabaña del viejo y entraron, la puerta estaba abierta. El viejo inclinó el mástil con su vela arrollada contra la pared y el muchacho puso la caja y el resto del aparejo junto a él. El mástil era casi tan largo como el cuarto único de la choza. Esta estaba hecha de las recias pencas de la palma real que llaman guano, y había una cama, una mesa, una silla y un lugar en el piso de tierra para cocinar con carbón. En las paredes, de pardas, aplastadas y superpuestas hojas de guano de resistente fibra había una imagen en colores del Sagrado Corazón de Jesús y otra de la Virgen del Cobre. Estas eran reliquias de su esposa. En otro tiempo había habido una desvaída foto de su esposa en la pared, pero la había quitado porque le hacía sentirse demasiado solo el verla, y ahora estaba en el estante del rincón, bajo su camisa limpia.
-¿Qué tiene para comer? -pregunto el muchacho.
-Una cazuela de arroz amarillo con pescado. ¿Quieres un poco?
-No. Comeré en casa. ¿Quiere que le encienda la candela?
-No. Yo la encenderé luego. O quizás coma el arroz frío.
-¿Puedo llevarme la atarraya?
-Desde luego.
-No había ninguna atarraya. El muchacho recordaba que la habían vendido. Pero todos los días pasaban por esta ficción. No había ninguna cazuela de arroz amarillo con pescado, y el muchacho lo sabía igualmente.
-El ochenta y cinco es un numero de suerte -dijo el viejo-. ¿Qué te parece si me vieras volver con un pez que, en canal, pesara más de mil libras?
-Voy a coger la atarraya y salir a pescar las sardinas. ¿Se quedará sentado al sol, a la puerta?
-Sí. Tengo ahí el periódico de ayer y voy a leer los partidos de béisbol.
他们把用具从船上捡起。老人扛着桅杆,孩子抱着木头盒子,盒子里面装着盘在一起的、编得很硬的褐色的钓丝、鱼钩和带把子的鱼叉。盛鱼饵的盒子连同一根棍子给藏在船梢下面,那根棍子是等到把大鱼拖近船旁边时用来把鱼打晕的。谁也不会来偷老人的用具,不过还是把船帆和沉重的钓丝带回家去妥当些,再说,这些东西沾了露水也不好。老人虽然深信当地不会有人偷他的用具,但是,他还是觉得把鱼叉和鱼钩丢在船上总是不必要的诱惑。
他俩沿路来到老人的茅棚,从敞开的门走进去。老人把绕着帆的桅杆靠在墙上,孩子把盒子和其他船具搁在桅杆旁边。桅杆差不多有茅棚的一间屋子那么长。茅棚是用大椰子树的坚硬的苞壳,一种叫作海鸟粪的东西做成的。屋子里有一张床、一张饭桌、一把椅子和泥地上一块用木炭烧饭的地方。在用带有硬质纤维的“海鸟粪”的叶子压平后叠盖而成的褐色的墙上,挂着一幅彩色的耶稣圣心图,还挂着一幅柯布雷圣母图。这都是他妻子的遗物。墙上曾经悬挂一幅他妻子的彩色照片,后来把它取下了,因为看了觉得有点孤独凄凉。如今用一件干净衬衫包着放在屋角的架子上。
“你想吃点什么?”孩子问。
“一盆鱼拌黄米饭,要吃点吧!”
“不。我回家去吃。我替你生火好吗?”
“不。过一会儿我自己来生。我已习惯吃冷饭了。”
“我去拿网好吗?”
“当然好了。”
其实并没有网,也没有所说的一盆鱼拌黄米饭。孩子还记得是什么时候,他们把网卖掉的。可是,他们每天都要编一遍这样的谎话。
“八十五是一个吉祥的数目,”老人说,“你想看见我捉到一条净重一千多磅的鱼吗?”
“我拿网去捞沙丁鱼,你坐在门口晒太阳好吗?”
“好的。我有昨天的报纸,看一看垒球的消息。”