Tales historias establecen nosotros pensando, preguntándose lo que debemos hacer en circunstancias similares. ?Qué eventos, qué experiencias, lo que asociaciones, debemos desplazar en las últimas horas como seres mortales? ?Qué felicidad debemos encontrar en la revisión del pasado, lo lamenta?
A veces he pensado que sería una excelente regla para vivir cada día como si debemos morir ma?ana. Tal actitud sería enfatizar fuertemente los valores de la vida. Debemos vivir cada día con una dulzura, un vigor y una agudeza de apreciación que a menudo se pierde cuando el tiempo se extiende ante nosotros en la constante panorama de más días y los meses y a?os por venir. Hay quienes, por supuesto, que adoptaría el lema epicúreo de "bebida Coma, y ??divertíos, 'pero la mayoría de la gente se disciplinaban por la certeza de la muerte inminente.
En los cuentos, el héroe condenado por lo general se salvó en el último momento por algún golpe de fortuna, pero casi siempre se cambia su sentido de los valores. Se vuelve más agradecida por el sentido de la vida y de sus valores espirituales permanentes. A menudo se ha observado que las personas que viven o han vivido, a la sombra de la muerte traer una suave dulzura a todo lo que hacen.
La mayoría de nosotros, sin embargo, tomar la vida por sentado. Sabemos que un día tenemos que morir, pero por lo general nos imaginamos ese día tan lejos en el futuro. Cuando estamos en la salud boyante, la muerte es casi inimaginable. Rara vez pensamos en ella. Los días se extienden en una vista interminable. Así que vamos sobre nuestras peque?as tareas, apenas consciente de nuestra actitud indiferente hacia la vida.
Lo mismo letargo, me temo, caracteriza el uso de todas nuestras instalaciones y los sentidos. Sólo los sordos agradeceremos contar, sólo los ciegos darse cuenta de las múltiples bendiciones que se encuentran a la vista. Particularmente no esta observación se aplica a aquellos que han perdido la vista y el oído en la vida adulta. Pero los que nunca han sufrido deterioro de la vista o la audición rara vez hacen el máximo uso de estas facultades benditos. Sus ojos y oídos reciben todas las imágenes y sonidos vagamente, sin concentración y con poco aprecio. Es la misma historia de siempre de no ser agradecidos por lo que tenemos hasta que lo perdemos, de no ser consciente de la salud hasta que estamos enfermos.
A menudo he pensado que sería una bendición si cada ser humano se azotado ciego y sordo por unos días en algún momento de su vida adulta temprana. La oscuridad le haría más agradecida de la vista; silencio le ense?aría las alegrías de sonido.