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西语阅读:《一千零一夜》连载三 h

时间:2011-09-29来源:互联网  进入西班牙语论坛
核心提示:西语阅读:《一千零一夜》连载三 h Y CUANDO LLEG LA OCTAVA NOCHE Schahrzada dijo: He llegado a saber. oh rey afortunado! que el joven encantado dijo al rey: Al herir al negro para cortarle la cabeza, cort efectivamente su piel
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西语阅读:《一千零一夜》连载三 h

Y CUANDO LLEGÓ LA OCTAVA NOCHE

 

Schahrázada dijo:

 

He llegado a saber. ¡oh rey afor­tunado! que el joven encantado dijo al rey:

“Al herir al negro para cortarle la cabeza, corté efectivamente su piel y su carne, y creí que lo había matado, porque lanzó un estertor horrible. Y a partir de este momento, nada sé sobre lo que ocurrió. Pero al día siguiente vi que la hija de mi tío se había cortado el pelo y se había vestido de luto. Después me dijo: “¡Oh hijo de mi tío! No censures lo que hago, porque acabo de saber que se ha muerto mi madre, que a mi padre lo han matado en la guerra santa, que uno de mis hermanos ha fallecido de picadura de escorpión y que el otro ha quedado enterrado bajo las ruinas de un edificio; de modo que tengo motivos para llorar y afligir­me.” Fingiendo que la creía, le dije: “Haz lo que creas conveniente; pues no he de prohibírtelo.” Y perma­neció encerrada con su luto, sus lágrimas y sus accesos de dolor durante todo un año, desde su comienzo hasta el otro comienzo. Y transcurrido el año, me dijo: “Deseo construir para mí una tum­ba en este palacio; allí podré ais­larme con mi soledad y mis lágri­mas, y la llamaré la Casa de los Duelos.” Yo le dije: “Haz lo que tengas por conveniente.” Y se man­dó construir esta Casa de los Duelos, coronada por una cúpula, y conte­niendo un subterráneo como una tumba. Después transportó allí al negro, que no había muerto, pues sólo había quedado muy enfermo y muy débil, aunque en realidad ya no le podía servir de nada a la hija de mi tío. Pero esto no le impe­día estar bebiendo a todas horas vino y buza. Y desde el día en que le herí no podía hablar y seguía viviendo, pues no le había llegado todavía su hora. Ella iba a verle todos los días, entrando en la cúpu­la, y sentía a su lado accesos de llanto y de locura, y le daba bebidas y condimientos. Así hizo, por la mañana y por la noche, durante todo otro año. Yo tuve paciencia durante este tiempo; pero un día, entrando de improviso en su habi­tación, la oí llorar y arañarse la cara, y decir amargamente estos versos:

 

¡Partiste! ¡oh muy amado mío! y he abandonado a los hombres y vivo en la soledad, porque mi corazón no puede amar nada desde que partiste, ¡oh muy amado mío!

'¡Si vuelves a pasar cerca de tu muy amada, recoge por favor sus despojos mortales, en recuerdo de su vida terre­na, y dales el reposo de la turrba donde tú quieras, pero cerca, de ti, si vuelves a pasar cerca de tu muy amada!

¡Que tu voz se acuerde de mi nom­bre de otro tiempo, para hablarme en la tumba! ¡Oh, pero en mi tumba. sólo oirás el triste sonido de mis huesos al chocar unos con otros!

 

Cuando hubo terminado su lamen­tación, desenvainé la espada, y le dije: “¡Oh traidora! sólo hablan así las infames que reniegan de sus amores y pisotean el cariño.” Y levantando el brazo, me disponía a herirla, cuando ella, descubriendo entonces que había sido yo quien hirió al negro, se puso de pie, pro­nunció unas palabras misteriosas, y dijo: “Por la virtud, de mi magia, que Alah te convierta mitad piedra y mitad hombre.” E inmediatarnen­te, señor, quedé como me ves. Y ya no pude valerme ni hacer un movimiento, de suerte que no estoy ni muerto ni vivo. Después de ponerme en tal estado, encantó las cuatro islas de mi reino, convirtién­dolas en montañas, con ese lago en medio de ellas, y a mis súbditos los transformó en peces. Pero hay más. Todos los días me tortura azotán­dome con una correa, dándome cien latigazos, hasta que me hace sangrar. Y después me pone sobre las carnes una camisa de crin, cubriéndola con la ropa.”

El joven se echó entonces a llorar y recitó estos versos:

 

¡Aguardando tu sentencia y tu ius­ticia, ¡oh mi Señor!, sufro pacientemente, pues tal es tu voluntad!

¡Pero me ahogan mis desgracias! Y sólo puedo recurrir a ti, ¡oh Señor! ¡oh Alah, adorado por nuestro ben­dito Profeta!

 

El rey dijo entonces, al joven:. “Has añadido una pena a mis penas; Pero dime: ¿dónde está esa mujer?” Y respondió el mancebo: “En la tumba, donde está su negro, debajo de la cúpula. Todos los días viene a ésta habitación, me desnuda, y me da cien latigazos, y yo lloro y grito, sin poder hacer un movi­miento para defenderme. Después de martirizarme, se va junto al negro, llevándole vinos y licores hervidos.”. Entonces exclamó el rey: “¡Oh excelente joven! ¡Por Alah! voy a hacerte un favor tan memo­rable, que después de mi muerte pasará al dominio de

la Historia.” Y ya no añadió más, y siguió la conversación hasta que se acercó la noche. Después se levantó el rey y aguardó que llegase la hora nocturna de las brujas. Entonces se desnudó, volvió a ceñirse la espada, y se fue hacia el sitio donde se encontraba el negro. Había allí velas y farolillos colgados, y también per­fumes, incienso y distintas pomadas. Se fue derechamente al negro, le hirió, le atravesó, y le hizo vomitar el alma. En seguida se lo echó a hombros, y lo arrojó al fondo de un pozo que había en el jardín. Después volvió a la cúpula, se vistió con las ropas del negro, y se paseó durante un instante a todo lo largo. del subterráneo, tremolando en su mano la espada completamente des­nuda.

Transcurrida una hora, la des­vergonzada bruja llegó a la habita­ción del joven. Apenas hubo entra­do, desnudó al hijo de su tío, cogió el látigo y empezó a pegarle. Enton­ces él gritaba: “¡No me hagas sufrir más! ¡Bastante terrible es mi des­gracia! ¡Ten piedad de mí!” Ella respondió: “¿La tuviste de mí? ¿Res­petaste a mi amante? Así, pues, ¡toma, toma!” Después, le puso la túnica de crin, colocándole la otra ropa por encima, e inmediatamente marchó al aposento del negro, lle­vándole la copa, de vino y la taza de plantas hervidas. Y al entrar debajo de la cúpula, se puso a llorar e imploró: “¡Oh dueño mío, hábla­me, hazme oír tu voz!” Y recitó dolorosamente estos versos:

 

¡Oh corazón mío! ¿ha de durar mucho esta separación tan angustiosa? ¡El amor con que me traspasaste es un tormento que supera mis fuerzas! ¿Hasta cuándo seguirás huyendo de mí? ¡Si sólo querías mí dolor y mi amargura, ya serás feliz, pues bien se han cumplido tus deseos!

Después rompió en sollozos y volvió a implorar: “¡Oh dueño mío! Háblame, que yo te oiga.” Entonces el supuesto negro torció la lengua y empezó a imitar el habla de los negros: “¡No hay fuerza ni poder sin la ayuda de Alah!” La bruja, al oír hablar al negro después de tanto tiempo, dio un grito de júbilo y cayó desvanecida, pero pronto volvió en sí, y dijo: “¿Es que mi dueño esta curado?” Entonces el rey, fingiendo la voz y haciéndola muy débil, dijo: “¡Oh miserable liberti­na! No mereces que te hable.” Y ella dijo: “¿Pero por qué?” Y él contestó: “Porque siempre estás cas­tigando a tu marido, y él da voces, y esto me quita el sueño toda la noche hasta la mañana. De otro modo ya habría yo recobrado las fuerzas. Eso precisamente me impi­de contestarte.” Y ella dijo. “Pues ya que tú me lo mandas, lo libraré del estado en que se encuentra.” Y él contestó: “Sí, líbralo y recobrare­mos la tranquilidad.” Y dijo la bru­ja: “Escucho y obedezco.” Después salió de la cúpula, marchó al pala­cio, cogió una taza de cobre llena de agua, pronunció unas palabras mágicas, y el agua empezó a hervir como hierve en la marmita. Enton­ces echó un poco de esta agua al joven, y dijo, ¡Por la fuerza de mi conjuro, te mando que salgas de esa forma y recuperes la primitiva!” Y el joven se sacudió todo él, se puso de pie, y exclamó muy dichoso al verse libre: “¡No hay más Dios que Alah, y Mohamed es el Profeta de Alah! ¡Sean con El la bendición y la paz de Alah!” Y ella dijo: “¡Vete, y no vuelvas por aquí, por­que te matare!” Y se lo gritó en la cara. Entonces el joven se fue de entre sus manos. Y he aquí todo lo referente a él.

En cuanto a la bruja, volvió en seguida a la cúpula, descendió al subterráneo, y dijo: “¡Oh dueño mío! levántate, que te vea yo.” Y el rey contestó muy débilmente: “Aún no has hecho nada. Queda otra cosa para que recobre la tran­quilidad. No has suprimido la causa principal de mis males.” Y ella dijo: ¡Oh amado mío! ¿cuál es esa causa principal?” Y el rey contestó: “Esos peces del lago, los habitantes de la antigua ciudad y de las cuatro islas, no dejan de sacar la cabeza del agua, a media noche, para lanzar imprecaciones contra ti y contra mí. Y este es el motivo de que no recobre yo las fuerzas. Libértalos, pues. Entonces podrás venir a darme la mano y ayudarme a levantar, por­que seguramente habré vuelto a la salud.”

Cuando la bruja oyó estas-pala­bras, que creía del negro, exclamó muy alegre: “¡Oh dueño mío! pongo tu voluntad sobre mi cabeza y sobre mis ojos.” E invocando el nombre de Bismillah, se levantó muy dicho­sa, echó a correr, llegó al lago, cogió un poco de agua, y...

En este momento de' su narración Schahrazada vio aparecer la maña­na, y se calló discretamente.

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