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《一千零一夜》连载三十六e

时间:2011-11-29来源:互联网  进入西班牙语论坛
核心提示:《一千零一夜》连载三十六e Entonces la princesa Badrl-Budur, a pesar de la repugnancia que tena a desempean el papel consabido, no quiso perder la oportunidad de vengarse del mago, y se propuso seguir las instrucciones de su espo
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《一千零一夜》连载三十六e

Entonces la princesa Badrú’l-Budur, a pesar de la repugnancia que tenía a desempeñan el papel consa­bido, no quiso perder la oportuni­dad de vengarse del mago, y se pro­puso seguir las instrucciones de su esposo Aladino. Se levantó, pues, y mandó a sus mujeres que la peinaran y la pusieran el tocado que sentaba mejora su cara de luna, y se hizo vestir con el traje más hermoso de sus arcas. Luego se ciñó el talle con un cinturón de oro incrustado de diamantes, y se adornó el cuello con un collar de perlas nobles de igual tamaño, excepto la de en medio, que tenía el volumen de una nuez; y en las muñecas y en los tobillos se puso pulseras de oro con pedrerías que casaban maravillosamente con los colores de los demás adornos. Y perfumada y semejante a una hurí escogida, y, más brillante que las rei­nos y sultanas más brillantes, se mi­ró enternecida en su espejo, mientras sus mujeres maravillábanse de su belleza y prorrumpían en exclama­ciones de admiración. Y se tendió perezosamente en los almohadones, esperando la llegada del mago.

No dejó éste de ir a la hora anun­ciada. Y la princesa, contra lo que acostumbraba, se levantó en honor suyo, y con una sonrisa le invitó a sentarse juntó a ella en el diván. Y el maghrebín, muy emocionado por aquel recibimiento, y deslumbrado por el brillo de los hermosos ojos que le miraban y pon la belleza arre­batadora de aquella, princesa tan deseada, sólo permitió sentarse al borde del diván por cortesía y defe­rencia. Y la princesa, siempre son­riente, le dijo: “¡Oh mi señor! no te asombres de verme hoy tan cam­biada, porque mi temperamento, que por naturaleza es muy refractario a la tristeza, ha acabado por sobre­ponerse a mi pena y a mi inquietud. Y además, he reflexionado sobre tus palabras con respecto a mi esposo Aladino, y ahora estoy convencida de que ha muerto a causa de la te­rrible cólera de mi padre el rey. ¡Lo que esta escrito ha de ocurrir! Y mis lágrimas y mis pesares no darán vi­da a un muerto. Por eso he renun­ciado a la tristeza y al duelo y he resuelto no rechazar ya tus propo­siciones y tus bondades. ¡Y ese es el motivo de mi cambio de humor!” Luego añadió: “¡Pero aun no. te he ofrecido los refrescos de amistad!” Y se levantó, ostentando su deslum­bradora belleza, y se dirigió a la mesa grande en que estaba la ban­deja de los vinos y sorbetes, y mien­tras llamaba a una de sus servido­ras para que sirviera la bandeja, echó un poco de bang cretense en la co­pa de oro que había en la bandeja. Y el maghrebín no sabía cómo dar­le gracias por sus bondades. Y cuan­do se acerco la doncella con la ban­deja de los sorbetes, cogió él la capa y dijo a Badrú’l-Budur: “¡Oh prin­cesa! ¡por muy deliciosa que sea está bebida no podrá refrescarme tanto como la sonrisa de tus ojos!” Y tras de hablar así se llevó la co­pa a los labios y la vació de un solo trago, sin respirar. ¡Pero al instante fue a caer sobre el tapiz con la ca­beza antes que con los pies, a las plantas de Badrú’l-Budur!

Al ruido de la caída Aladino lan­zó un inmenso grito de triunfo y salió del armario para correr en se­guida hacia el cuerpo inerte de su enemigo. Y se precipito sobre él, le abrió la parte superior del traje y le sacó del pecho la lámpara que estaba allí escondida. Y se encaró con Badrú'l-Budur; que acudía a be­sarle en el límite de la alegría, y le dijo: “¡Te ruego que me dejes solo, otra vez! ¡Porque ha de terminarse hoy todo!” Y cuando se alejó Ba­drú'l-Budur, frotó la lámpara en el sitio que sabía, y al punto vio aparecer al efrit de la lámpara, quien, después de la fórmula acostumbra­da, esperó la orden. Y Aladino le dijo: “¡Oh efrit de la lámpara! ¡por las virtudes de esta lámpara que sir­ves, te ordeno que transportes este palacio, con todo lo que contiene, a la capital del reino de la China, situándolo exactamente en el mismo lugar de donde lo quitaste para traer­lo aquí! ¡Y hazlo de manera que el transporte se efectúe sin conmoción, sin contratiempo y sin sacudidas!” Y el genni contestó: “¡Oír es obede­cer!” Y desapareció. Y en el mismo momento, sin tardar más tiempo del que se necesita para cerrar un ojo y abrir un ojo, se hizo el transporte, sin que nadie lo advirtiera, porque apenas si se hicieron sentir dos li­geras agitaciones, una al salir y otra a la llegada.

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