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西语阅读:《一千零一夜》连载二十四 a

时间:2011-10-05来源:互联网  进入西班牙语论坛
核心提示:西语阅读:《一千零一夜》连载二十四 a PERU CUANDO LLEG LA 41 a NOCHE Ella dijo: He llegado a saber, oh rey afortunado! Que l califa acudi todos los das a la tumba de su favorita durante un mes. Y el ltimo da duraron las orac
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西语阅读:《一千零一夜》连载二十四 a

PERU CUANDO LLEGÓ LA 41a NOCHE

Ella dijo:

 

He llegado a saber, ¡oh rey afor­tunado! Que él califa acudió todos los días a la tumba de su favorita durante un mes. Y el último día duraron las oraciones y la lectura del Córán desde la aurora hasta la aurora siguiente. Y éntonces cada cual pudo regresar a su casa. Y el califa, rendido por la fatiga y el do­lor, regresó a palacio, y no quizo ver a nadie, siquiera a su visir Giafar, ni a su esposa Zobeida. Y de pronto cayó en un sueño pro­fundo, velándole dos esclavas. Una de ellas estaba junto a la cabeza del califa y la otra a sus pies. Pasada una hora, cuando el sueño del califa ya no fue tan profundo, oyó a la esclava que estaba junto a su cabeza decir a la que estaba a sus pies: “¡Qué desdicha, amiga Subhia!” Y Subhia contestó: “¿Pero qué ocurre, ¡oh hermana Nozha!?” Y Nozha di­jo: “Nuestro amo debe ignorar todo lo ocurrido, cuando pasa las noches junto a una tumba donde solo hay un pedazo de madera, un maniquí fabricado por un artífice.” Y Subhia dijo: “Pues entonces, ¿qué ha sido de Kuat Al-Kulub? ¿Qué desgracia cayó sobre ella?” Nozha respondió: “Sabe, ¡ah Subhia! que me lo ha contado todo la esclava preferida de nuestra ama Zabeida. Por su encargo le dio banj a Kuat Al-Kulub, que se durmió inmediatamente, y entonces nuestra ama Zobeida la me­tió en un cajón, y la entregó, a los eunucos Sauat, Kafur y Bakhita para que lo enterrasen en un hoyo.” y Subhia, llenos de lágrimas los ojos; exclamó: “¡Oh Nozha! ¿Y nuestra dulce ama Kuat Al-Kulub habrá muerto de manera tan horrible?” Nozha contestó: “¡Alah preserve de la muerte a su juventud! Pero no ha muerto, pues Zobeida ha dicho a su esclava: “He averiguado que Kuat Al-Kulub ha podido escaparse, y que está en casa de un joven mer­cader de Damasco, llamado Ghanem ben-Ayub, hace ya cuatro meses.” Comprenderás, ¡oh Subhia! cuán dés­graciado es nuestra señor al ignorar que vive su favorita, mientras sigue velando todas las noches junto a una tumba que no hay ningún cadaver. Y las dos esclavas continuaron hablando durante algún tiempo, y el califa oía sus palabras.

Y cuando acabaron de hablar ya no le quedaba nada que saber al cali­fa. Y se incorporó súbitamente dando tal gritó, que las esclavas huyeran aterradas: Y sentía una ira espan­tosa al pensar que su favorita llevaba cuatro meses en casa del joven lla­modo Ghanem ben-Ayub. Y se le­vantó, y mandó llamar a los emires y notables, así como a su visir Giafar al Barmaki, que llegó apresurada­mente y besó la tierra entre sus ma­nos. Y el califa le dijo: “¡Oh Giafar! averigua dónde vive un jovea mercader llamado Ghanem ben-­Ayub: Asalta su casa con mis guar­dias y me traes a mi favorita Kuat Al-Kulub, y también a ese insolente mancebo, para castigarle.” Y Giafar contestó: “Escucho y obedezco:” Y salió con una compañía de guardias, acompañándole el walí con sus dependientes, y todos juntos no deja­rón de hacer pesquisas, hasta descu­brir la casa de Ghanem ben-Ayub.

En aquel momento, Ghanem aca­baba de regresar del zoco, y estaba sentado junto a Kuat Al-Kulub, teniendo delante un hermoso carne­ro asado y relleno de manjares. Y lo estaban comiendo con mucho ape­tito. Pero al air el ruido que armaban los de fuera, Kuat Al-Kulub miró por la ventana, y emprendió la desdicha que se cernía sobre ellos, pues la casa estaba cercada por los guardias, el porta-alfanje, los mamalik y los jefes de la tropa, y vio a su cabeza al visir Giafar y al walí de la ciudad. Y todos daban vueltas alrededor de la casa como lo negro de los ojos da vueltas alrededor de los párpados. Y adivinó que el califa lo había averiguado todo, y que esta­ría celosísimo de Ghanem, que desde haría cuatro meses la tenía en su casa. Y al pensar estas cosas, se contrajeron sus hermosas facciones, palideció de terror, Y dijo a Ghanem “¡Oh querido mío! Ante todo piense en tu salvación. Levántate y escapa:” Y Ghanem contestó: “¡Alma mía! ¿Cómo voy a salir si está la casa cercada de enemigos?” Pero ella le vistió con un ropón viejo y roto que le llegaba a las rodillas, cogió una marmita de las de llevar carne, y se la puso en la cabeza. Colocó en la marmita pedazos de pan y unos tazones con las sobras de la comida, y le dijo: “Sal sin ningún temor pues creerán que eres el criaado del fondista, y nadie te hará daño. Y en cuanto a mí, ya me las sabré arreglar, pues conozco el poder que ejerzo sobre el califa.” Entonces Ghanem se apresuró a salir, y atra­vesó las filas de guardias y mama­lik, con la marmita en la cabeza. Y no le ocurrió nada malo, porque le protegía el único Protector que sabe guardar a los hombres bien inten­cionados, librándoles de los peligros y de la mala suerte.

Entonces el visir Giafar echó pie a tierra, entró en la casa y llegó hasta la sala, llena de fardos y de sederías. Mientras tanto, Kuat Al­-Kulub había tenido tiempo para her­mosearse y vestirse la ropa más rica con todas sus alhajas. Y se había puesto un brillante como los más brillantes. Y había reunido en un cajón los efectos más preciosos, las joyas y pedrerías y todas las cosas de valor. Y apenas penetró Giafar en la habitación, se puso de pie, se inclinó, besó la tierra entre su manos, y dijo: “¡Oh, mi señor! he aquí que la pluma ha escrito lo que había de escribirse por orden de Alah. En tus manos me entrego.­Y Giafar contestó: “¡Oh mi señora! El califa me ha dado orden de prender únicamente a Ghanem ben-­Ayub. Dime dónde está.” Y ella dijo: “Ghanem ben-Ayub, después de em­paquetar sus mejores mercancías, marchó hace algunos días a Damas­co, su ciudad natal, para ver a su madre y a su hermana Fetnah. Y no sé más, ni puedo decirte otra cosa. Y este cajón que aquí ves es el 'mío, y en él he colocado lo mejor que poseo. Y espero que me lo guar­des bien y lo mandes transportar al palacio del Emir de los Creyentes:” Giafar contestó: “Escucho y obedez­co.” Y cogió el cajón, y mandó a sus hombres que lo llevaran, y después de haber colmado de hono­res a Kuat Al-Kulub, le rogó que le acompañase al palacio del Emir de los Creyentes, y todos se alejaron, no sin haber saqueado antes la casa de Ghanem, según había ordenado el califa.

Cuando Giafar sé presentó entre las manos de Harún Al-Rachid, le contó todo lo ocurrido, enterándose de que Ghanem se había marchado a Damasco y que la favorita se hallaba en palacio. Pero el califa estaba convencido de que Ghanem había hecho con Kuat Al-Kulub todo cuanto se puede hacer con una mu­jer hermosa que pertenece a otro, y ni siquiera quiso ver a Kuat Al­-Kulub, y mandó a Massrur que la encerrase en un cuarto obscuro, vigi­lada por una vieja encargada de estas funciones.

Y envió jinetes para que buscasen por todo el mundo a Ghanem. Tam­bién se lo encomendó al sultán de Damasco, su vicario Mohammad ben-Soleimán El-Zeiní, para lo cual cogió el cálamo, el tintero y un pliego de papel, y escribió la carta siguiente:

“A SU SEÑORÍA EL SULTÁN MoOHAMMAD BEN-SOLEIMÁN EL-ZEINÍ, VICARIO DE DAMASCO, DE PARTE DEL EMIR DE LOS CREYENTES HARÚN AL-RACHID, QUINTO CALIFA DE LA GLORIOSA DESCENDENCIA DE LOS BE­NI-ABBAS.

 

“EN NOMBRE DE ALAH, EL CLE­MENTE SIN LÍMITES Y MISERICOR­DIOSO.

“Después de pedir noticias de tu salud, que nos es querida, y de rogar a Alah que te conserve largos días en la dilatación y el florecimiento,

“Sabe, ¡oh nuestro vicario! que un joven mercader de tu ciudad, llamado Ghanem ben-Ayub, ha venido a Bagdad y ha seducido y for­zado a una de mis esclavas. Y ha huido de mi venganza y de mis iras, y se ha refugiado en tu ciu­dad, donde debe estar en estos mo­menos con su madre y su hermana.

“Te apoderarás de él y le manda­ras dar quinientos latigazos. Y luego le pasearás por todas las calles mon­tado en un camello. Y delante irá un pregonero, gritando: “¡Este es el castigo del esclavo que roba los bie­nes de su señor!” Y después me lo enviarás, para darle el tormento que se merece y hacer de él lo que haya de hacerse.

“Y saquearás su casa, destrozán­dola desde los cimientos hasta la te­chumbre, y harás desaparecer el ras­tro de su existencia.

“Y te apoderarás de la madre y hermana de Ghanem, y durante tres días las expondrás desnudas a la vista de todos los habitantes, y luego de eso las arrojarás de la ciudad.

“Pon gran diligencia y celo en ejecutar estas órdenes.

“¡Uassalám!”

 

Un correo fue el portador de esta carta, y viajó con tal celeridad, que llegó a Damasco a los ocho días, en vez de tardar veinte cuando menos.

Y cuando el sultán Mohammed tuvo en sus manos la carta del califa, se la llevó a los labios y a la frente. Y luego de leerla, ejecutó sin nin­guna tardanza las órdenes. Y las pregoneros anunciaron por todas partes: “Los que quieran saquear la casa de Ghanem ben-Ayub, vayan a saquearla a su gusto!”

Inmediatamente el sultán se diri­gio en persona a la casa de Ghanem, ''acompañado de los guardias. Llamó a la puerta; y Fetnah, hermana de Ghanem, salió a abrir. Y preguntó: ¿Quién llama?” Y el sultán respon­díó: “Yo soy.” Entonces Fetnah abrió la puerta, y como nunca había visto al sultán Mohammed, se tapó la cara con una punta del velo y corrió a avisar a su madre.

Y la madre de Ghanem estaba sentada bajo la cúpula del sepulcro que había mandado construir en recuerdo de su hijo, al cual creía muerto, pues desde un año que no sabía nada de él. Y no hacía más que llorar, y apenas comía y bebía: Y ordenó a su hija Fetnah que dejase entrar al sultán. Y el sultán entró en la casa, llegó hasta la tumba, y vio a la madre de Ghanem que llora­ba. Y le dijo: “Vengo a buscar a Ghanem, pues lo reclama el califa.” Y ella respondió: “¡Desdichada de mí! Mi hijo Ghanem, fruto de mis entrañas, nos abandonó hace más de un año, y no sabemos lo que ha sido de él.”

Pero el sultán Mohammed, a pesar de su generosidad, tuvo que ejecutar lo ordenado por el califa. Y mandó que se apoderaran de las alfombras, jarrones, cristalería y de­más objetos preciosos, y después echó abajo toda la casa, y arrastra­ron los escombros fuera de la ciudad. Y aunque le repugnara mucho ha­cerlo, mandó desnudar a la madre de Ghanem y a su hermana la her­mosa Fetnah, y las expuso tres días en la ciudad, prohibiendo que se las cubriera ni con una camisa sin man­gas. Y después las expulsó de Da­masco. Así fueron tratadas la madre y la hermana de Ghanem, por el odio del califa.

En cuanto a Ghanem ben-Ayub El-Motim El-Masslub, al salir de Bagdad con el corazón hecha trizas fue caminando sin comer y sin beber. Y al terminarse el día estaba muerto de cansancio. Así llegó a una aldea, y entró en la mezquita, cayendo extenuado sobre una esterilla, apoya­da contra la pared. Y allí permaneció sin sentido, palpitándole desordena­damente el corazón y sin fuerzas para hacer un movimiento ni nada. Los vecinos del pueblo que fueron a orar a la mezquita por la mañana lo vieron tendido y exánime. Y comprendiendo que tendría ham­bre y sed, lo llevaron un tarro de miel y dos panes, y le obligaron a comer y beber. Después le dieron para que se vistiera una camisa sin mangas, muy remendada y llena de piojos. Y le preguntaron: “¿Quién eres, ¡oh forastero! y de dónde vie­nes?” Y Ghanem abrió los ojos, pero no pudo articular palabra, no ha­ciendo más que llorar. Y los otros estuvieron allí algún tiempo, pero acabaron por irse cada cual a sus quehaceres.

Las privaciones y el dolor hicie­ron que Ghanem cayera enfermo, y siguió echado sobre la esterilla de la mezquita durante un mes, y se debilitó su cuerpo, cambió de color, y le devoraban las pulgas; Al verle reducido a tan mísero estado, los fieles de la mezquita se concertaron un día para llevarlo al hospital de Bagdad, que era el más próximo. Y fueron a buscar a un camellero, y le hablaron así: “Colocarás a este joven en tu camello, lo llevarás a Bagdad y lo dejarás a la puerta del hospital. Y seguramente el cambio de aires y los cuidados del hospital acabarán por curarle del todo. Y vendrás después a que te paguemos lo que se te deba por el viaje y por el camello. Y el camellero dijo. “Es­cucho y obedezco.” Y ayudándole los demás, cogió a Ghanem y la esterilla en que estaba echado y lo colocó sobre el camello, sujetándole bien para que no se cayese.

Y cuando iban a marchar, lloraba Ghanem sus desdichas, y entonces se aproximaron dos mujeres misera­blemente vestidas que estaban entre la muchedumbre. Y al ver al enfermo, exclamaron: ‘¡Cuánto se parece a nuestro hijo Ghanem! pero no es posible que sea este joven reducido a su sombra.” Y aquellas dos muje­res, que estaban cubiertas de polvo y acababan de llegar al pueblo, se pusieron a llorar pensando en Gha­nem, pues eran su madre y su her­mana Fetnah, que habían huido de Damasco y seguían ahora, su camino hacia Bagdad.

En cuanto al camellero, no tardó en montar en el burro, y cogiendo al camello del ronzal, se encaminó hacia Bagdad. Y en cuanto llegó, se fue al hospital, bajó a Ghanem del camello, y como era muy temprano y el hospital no estaba abierto toda­vía, lo dejó en la escalera y se vol­vió al pueblo.

Y allí permaneció Ghanem hasta que los vecinos salieron de sus casas. Y al verle echado en la esterilla y reducido al estado de sombra, empe­zaron a hacer mil suposiciones. y mientras tanto, pasó uno de los jei­ques entre los principales jeiques del zoco. Apartó la muchedumbre, se acercó al enfermo, y dijo: “¡Por Alah! Si este joven entra en el hos­pital, lo veo perdido por falta de cuidados. Lo voy a llevar a mi casa, y Alah me premiará en su Jardín de las Delicias.” Mandó, pues, a sus esclavos que cogieran al joven y lo llevasen a su casa, y él los acompa­ñó., Y apenas llegaron, le preparó una buena cama, con magníficos colchones y una almohada muy lim­pia. Y luego llamó a su esposa, y le dijo: “He aquí un huésped que nos envía Alah. Lo vas a asistir con mucho cuidado.” Y ella respon­dió: Le pondré sobre mi cabeza y mis ojos.” Y se arremangó, mandó calentar agua en el caldera grande, le lavó los pies, las manos y todo el cuerpo. Le vistió con ropas de su es­poso, le llevó un vaso de sorbete y le roció la cara con agua de rosas. Entonces Ghanem empezó a respirar mejor y a recuperar las fuerzas poco a poco. Y con las fuerzas le acudió el recuerdo de su pasado y de su amiga Kuat Al-Kulub. Esto en cuan­to a Ghanem ben-Ayub El-Motim El-Masslub.

En cuanto a Kuat Al-Kulub, el califa se enojó tanto contra ella...

En este momento de su narración Schahrazada vio aparecer la mañana e interrumpió discretamente su re­lato.

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