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西语阅读:《一千零一夜》连载二十九 a

时间:2011-10-12来源:互联网  进入西班牙语论坛
核心提示:西语阅读:《一千零一夜》连载二十九 a Y Sindbad el Marino mand poner el mantel para el festn y dio de comer a sus huspedes, incluso a Sindbad el Cargador, a quien mand entregaran, antes de que se fuera, cien monedas de oro c
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西语阅读:《一千零一夜》连载二十九 a

Y Sindbad el Marino mandó po­ner el mantel para el festín y dio de comer a sus huéspedes, incluso a Sindbad el Cargador, a quien mandó entregaran, antes de que se fuera, cien monedas de oro como los de­más días. Y el cargador se retiró a su casa, maravillado de cuanto aca­baba de oír. Y al día siguiente hizo su oración de la mañana y volvió al palacio de Sindbad el Marino. Cuando estuvieron reunidos todos los invitados, y comieron, y bebieron, y conversaron, y rieron, y oyeron los cantos y la música, se colocaron en corro, graves y silenciosos. Y habló así Sindbad el Marino:

 

LA SEPTIMA HISTORIA

DE LAS HISTORIAS DE SINDBAD EL MARINO,

QUE TRATA DE LA SEPTIMA Y ÚLTIMA HISTORIA

 

“Sabed, ¡oh amigos míos! que al regreso del sexto viaje, di resuelta­mente de lado a toda idea de em­prender en lo sucesivo otros, pues aparte de que mi edad me impedía hacer excursiones lejanas, ya no te­nía yo deseos de acometer nuevas aventuras, tras de tanto peligro co­rrido y tanto mal experimentado. Además, había llegado a ser el hom­bre más rico de Bagdad, y el califa me mandaba llamar con frecuencia para oír de mis labios el relato de las cosas extraordinarias que en mis viajes vi.

Un día que el califa ordenó que me llamaran, según su costumbre, me disponía a contarle una, o dos, o tres de mis aventuras, cuando me dijo: “Sindbad, hay que ir a ver al rey de Serendib para llevarle mi contestación y los regalos que le destino. Nadie conoce como tú el camino de esa tierra, cuyo rey se alegrará mucho de volver a verte. ¡Prepárate, pues, a salir hoy mismo, porque no me estaría bien quedar en deuda con el rey de aquella isla, ni sería digno retrasar más la res­puesta y el envío!”

Ante mi vista se ennegreció el mundo, y llegué al limite de la per­plejidad y la sorpresa al oír estas palabras del califa. Pero logré domi­narme, para no caer en su desagrado. Y aunque había hecho voto de no volver a salir de Bagdad, besé la tierra entre las manos del califa, y contesté oyendo y obedeciendo. En­tonces ordenó que me dieran mil dinares de oro para mis gastos de viaje, y me entregó una carta de su puño y letra y los regalos destinados al rey de Serendib.

Y he aquí en qué consistían los regalos: en primer lugar una magní­fica cama, completa, de terciopelo carmesi, que valía una cantidad enor­me de dinares de oro; además, había otra cama de otro color, y otra de otro; había también cien trajes de tela fina y bordada de Kufa y Ale­jandría, y cincuenta de Bagdad. Ha­bía una vasija de comalina blanca procedente de tiempos, muy remotos. en cuyo fondo figuraba un guerrero armado con su arco tirante contra un león. Y había otras muchas cosas que sería prolijo enumerar, y un tronco de caballos de la más pura raza árabe...

 

En este momento de su narración, Schahrazada vio aparecer la maña­na, y se calló discretamente.

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