—Concentrémonos en eso —expuso en voz alta—. ¿Quién la mató? Tengamos en cuenta a todos los que estaban allí. ¿Quizá uno de los camareros?
—No —rechazó Jane.
—Conforme. ¿Las señoras que estaban sentadas al otro lado del pasillo?
—No creo que una dama como lady Horbury haya matado a nadie. Y la otra, la señorita Kerr es demasiado «señora». Jamás mataría a una anciana francesa, estoy segura.
—Me parece que no te equivocas, Jane. Tenemos a ese hombrecillo de los bigotes. Aunque, según el jurado, sea el más sospechoso, tenemos que descartarlo. ¿Y el médico? Tampoco parece muy probable que tenga nada que ver.
—Si la hubiese querido matar, lo hubiese hecho sin dejar huellas y nadie le hubiera descubierto.
—Sí, claro —admitió Norman dubitativo—. Esos venenos inodoros e insípidos que no dejan huellas son más apropiados, aunque dudo de que existan. ¿Qué te parece ese escritor, el que confesó poseer una cerbatana?
—Es bastante sospechoso. Pero me parece buena persona y no necesitaba confesar que poseía uno de esos chismes, de modo que no creo que fuese él.
—Así pues, nos queda Jameson. No, ¿cómo se llama...? ¿Ryder?
—Sí. Pudo ser él.
—¿Y los franceses?
—Son los más probables. Han viajado a extraños lugares y pueden tener motivos que nosotros desconocemos por completo. El más joven me parece una persona desdichada y preocupada.
—También tú estarías inquieta si hubieras cometido un crimen afirmó Norman lúgubre.
—Parecía muy agradable —insistió Jane—, y su padre un hombre encantador. Confio en que no sean ellos.
—No parece que progresemos mucho.
—No sé cómo vamos a llegar a una conclusión, desconociendo tantas cosas acerca de la mujer asesinada: qué enemigos tenía, quién la va a heredar y todo eso.
Norman Gale terció esperanzado:
—¿Tú crees que esto es especular en vano?
—¿No lo es? —preguntó ella sin sonreír.
—No del todo —contestó Gale, y añadió lentamente, después de vacilar—: Presiento que será provechoso.
Jane le dirigió una mirada interrogadora.
—Un asesinato —puntualizó Normal Gale— no concierne solo a la víctima y al autor. También afecta al inocente. Tú y yo somos inocentes, pero nos envuelve la sombra del crimen y no sabemos cómo afectará esta sombra a nuestras vidas.
Jane era una muchacha muy juiciosa, pero no pudo evitar un estremecimiento.
—No digas eso. Me da miedo.
—Y a mí también —reconoció Gale.