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西语阅读精选资料之《格林童话集》(2)

时间:2018-04-08来源:互联网  进入西班牙语论坛
核心提示:Érase una vez un caballero muy elegante, que por todo equipaje posea un calzador y un peine; pero tena un cuello
(单词翻译:双击或拖选)
 Érase una vez un caballero muy elegante, que por todo equipaje poseía un calzador y un peine; pero tenía un cuello de camisa que era el más notable del mundo entero; y la historia de este cuello es la que vamos a relatar. El cuello tenía ya la edad suficiente para pensar en casarse, y he aquí que en el cesto de la ropa coincidió con una liga.

Dijo el cuell

-Jamás vi a nadie tan esbelto, distinguido y lindo. ¿Me permite que le pregunte su nombre?

-¡No se lo diré! -respondió la liga.

-¿Dónde vive, pues? -insistió el cuello.

Pero la liga era muy tímida, y pensó que la pregunta era algo extraña y que no debía contestarla.

-¿Es usted un cinturón, verdad? -dijo el cuello-, ¿una especie de cinturón interior?. Bien veo, mi simpática señorita, que es una prenda tanto de utilidad como de adorno.

-¡Haga el favor de no dirigirme la palabra! -dijo la liga-. No creo que le haya dado pie para hacerlo.

-Sí, me lo ha dado. Cuando se es tan bonita -replicó el cuello no hace falta más motivo.

-¡No se acerque tanto! -exclamó la liga-. ¡Parece usted tan varonil!

-Soy también un caballero fino -dijo el cuello-, tengo un calzador y un peine.

Lo cual no era verdad, pues quien los tenía era su dueño; pero le gustaba vanagloriarse.

-¡No se acerque tanto! -repitió la liga-. No estoy acostumbrada.

-¡Qué remilgada! -dijo el cuello con tono burlón; pero en éstas los sacaron del cesto, los almidonaron y, después de haberlos colgado al sol sobre el respaldo de una silla, fueron colocados en la tabla de planchar; y llegó la plancha caliente.

-¡Mi querida señora -exclamaba el cuello-, mi querida señora! ¡Qué calor siento! ¡Si no soy yo mismo! ¡Si cambio totalmente de forma! ¡Me va a quemar; va a hacerme un agujero! ¡Huy! ¿Quiere casarse conmigo?

-¡Harapo! -replicó la plancha, corriendo orgullosamente por encima del cuello; se imaginabaser una caldera de vapor, una locomotora que arrastraba los vagones de un tren.

-¡Harapo! -repitió.

El cuello quedó un poco deshilachado de los bordes; por eso acudió la tijera a cortar los hilos.

-¡Oh! -exclamó el cuello-, usted debe de ser primera bailarina, ¿verdad?. ¡Cómo sabe estirar las piernas! Es lo más encantador que he visto. Nadie sería capaz de imitarla.

Érase una vez un caballero muy elegante, que por todo equipaje poseía un calzador y un peine; pero tenía un cuello de camisa que era el más notable del mundo entero; y la historia de este cuello es la que vamos a relatar. El cuello tenía ya la edad suficiente para pensar en casarse, y he aquí que en el cesto de la ropa coincidió con una liga.

Dijo el cuell

-Jamás vi a nadie tan esbelto, distinguido y lindo. ¿Me permite que le pregunte su nombre?

-¡No se lo diré! -respondió la liga.

-¿Dónde vive, pues? -insistió el cuello.

Pero la liga era muy tímida, y pensó que la pregunta era algo extraña y que no debía contestarla.

-¿Es usted un cinturón, verdad? -dijo el cuello-, ¿una especie de cinturón interior?. Bien veo, mi simpática señorita, que es una prenda tanto de utilidad como de adorno.

-¡Haga el favor de no dirigirme la palabra! -dijo la liga-. No creo que le haya dado pie para hacerlo.

-Sí, me lo ha dado. Cuando se es tan bonita -replicó el cuello no hace falta más motivo.

-¡No se acerque tanto! -exclamó la liga-. ¡Parece usted tan varonil!

-Soy también un caballero fino -dijo el cuello-, tengo un calzador y un peine.

Lo cual no era verdad, pues quien los tenía era su dueño; pero le gustaba vanagloriarse.

-¡No se acerque tanto! -repitió la liga-. No estoy acostumbrada.

-¡Qué remilgada! -dijo el cuello con tono burlón; pero en éstas los sacaron del cesto, los almidonaron y, después de haberlos colgado al sol sobre el respaldo de una silla, fueron colocados en la tabla de planchar; y llegó la plancha caliente.

-¡Mi querida señora -exclamaba el cuello-, mi querida señora! ¡Qué calor siento! ¡Si no soy yo mismo! ¡Si cambio totalmente de forma! ¡Me va a quemar; va a hacerme un agujero! ¡Huy! ¿Quiere casarse conmigo?

-¡Harapo! -replicó la plancha, corriendo orgullosamente por encima del cuello; se imaginabaser una caldera de vapor, una locomotora que arrastraba los vagones de un tren.

-¡Harapo! -repitió.

El cuello quedó un poco deshilachado de los bordes; por eso acudió la tijera a cortar los hilos.

-¡Oh! -exclamó el cuello-, usted debe de ser primera bailarina, ¿verdad?. ¡Cómo sabe estirar las piernas! Es lo más encantador que he visto. Nadie sería capaz de imitarla.

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