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西语阅读:《一千零一夜》连载二十三 c

时间:2011-10-05来源:互联网  进入西班牙语论坛
核心提示:西语阅读:《一千零一夜》连载二十三 c PERO CUANDO LLEG LA 40 a NOCHE Ella dijo: He llegado a saber, oh rey afortunado! que Ghanem lleg sin contratiempo a su casa, abri el cajn y ayud a salir a la joven. sta examin la casa, y
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西语阅读:《一千零一夜》连载二十三 c

 

PERO CUANDO LLEGÓ LA 40a NOCHE

Ella dijo:

 

He llegado a saber, ¡oh rey afor­tunado! que Ghanem llegó sin con­tratiempo a su casa, abrió el cajón y ayudó a salir a la joven. Ésta examinó la casa, y vio que era muy hermosa, con alfombras de vivos y alegres matices, y tapices de mil colores que alegraban la vista, y muebles preciosos y otras muchas cosas. Y vio también muchos fardos de mercancías y paños de gran valor, y pilas de sedería y brocados, y jarrones llenos, de vejigas de almiz­cle. Entonces comprendió que Ghanem era un mercader de los princi­pales, dueño de numerosas riquezas. Quitóse el velillo con que había cuidado de taparse el rostro, y miró atentamente al joven Ghanem. Y le pareció muy hermoso, y le amó, y le dijo: “¡Oh Ghanem! Ya ves que delante de ti yo me descubro. Pero tengo mucho apetito, y te ruego que me traigas algo que comer.” Y Ghanem contestó: “¡Sobre mi cabe­za y mis ojos!”

Y corrió al zoco, compró un cor­dero asado, una bandeja de pasteles en casa del confitero Hadj Soleimán, el más ilustre de los confiteros de Bagdad, otra bandeja de halaua y almendras, alfónsigos y frutas de to­das clases, y cántaros de vino añejo, y por último, flores de todas clases. Lo llevó a su casa, puso la fruta en grandes copas de porcelana y las flores en preciosos jarrones, y todo lo colocó delante de la joven. En­tonces ésta le sonrió, y se arrimó mucho a él, y le echó los brazos al cuello, le besó y le hizo mil caricias, y le dijo frases llenas de cariño. Y Ghanem sintió que el amor penetra­ba cada vez mas en su cuerpo y en su corazón. Después ambos se dedi­caron a comer y beber, y se amaron, por ser los dos de la misma edad y de igual belleza. Cuando llegó la noche, se levantó Ghanem y encen­dió lámparas y candelabros, pero más que la luz de las bujías ilumi­naba la sala el esplendor de sus rostros. Luego trajo instrumentos músicos, y fue a sentarse al lado de la joven, y siguió bebiendo y jugando con ella juegos muy agradables, rien­do muy dichoso y cantando cancio­nes apasionadas y versos inspirados. Y así fue aumentando la pasión que se tenían. ¡Bendito y glorificado sea Aquel que une los corazones y junta a los enamorados!

Y no cesaron los juegos hasta que aparecio la aurora, y como el sueño había acabado por pesar sobre sus párpados, se durmieron.

Apenas se despertó Ghenam, co­rrió al zoco para comprar viandas, legumbres, frutas, flores y vinos, todo lo necesario para pasar el día. Lo llevó a casa, se sentó al lado de­la joven y se pusieron a comer muy a gusto, hasta saciarse. Después llevó Ghanem bebidas, y empezaron a beber, hasta que se colorearon sus mejillas y sus ojos se pusieran más negros y brillantes. Entonces el alma de Ghanem deseó besar a la joven. Y le dijo: “¡Oh soberana mía! Per­míteme que te bese para que refres­que el fuego de mis entrañas.” Y ella contestó: “¡Oh Ghanem! aguar­da a que esté ebria, pues enton­ces no me daré cuenta de lo que hagan tus labios.”

Al verla así, meció el deseo de Ghanem y por la misma dificultad con que tropezaba, sintió que los deseos se desbordaban en su cora­zón, y acompañándose con el laúd, cantó estas estrofas:

 

¡Imploré un beso de su boca; de su boca, tormento de mi corazón; un beso que curase mi enfermedad!

Y me dijo: “¡Oh, no! ¡Eso nunca!” Y me dije: “¡Pues ha, de ser!”

Y ella contestó: “¡Un beso! ¡Eso ha de darse voluntariamente! ¿Me darías a la fuerza un beso en mis labios son­rientes?”

Y le dije: “¡No creas que un beso dada a la fuerza carece de voluptuosi­dad!” Y me respondió: “¡Un beso a la fuerza no sabe bien más que en la boca de las pastoras de las montañas!”

 

Y después que hubo cantado, sin­tió Ghanem que aumentaba su locu­ra, y el fuego de sus entrañas. Y la joven nada le concedía, aunque no dejaba de expresarle que compar­tía su pasión. Y así siguieron hasta que se hizo de noche. Por fin, Gha­nem se levantó y encendió las lám­paras, alumbrando espléndidamen­te el salón, y fue a echarse a los pies de la joven. Y pegó los labios a aquellos pies tan maravi­llosos, que le parecieron dulces co­mo la leche y tiernos como la man­teca. Y Ghanem gritó enloqueci­do: “¡Oh dueña mía! ¡Ten piedad de este esclavo tuyo, vencido por tus ojos! Desde que viniste he per­dido la tranquilidad.” Y sintió que las lágrimas bañaban sus ojos. En­tonces la joven contestó: “¡Por Alah! ¡Oh dueño mío, oh luz de mis ojos! Te quiero con toda el alma! Pero sabe que nunca podré satisfacerte.” Y Ghanem exclamó: “¿Y quién te lo impide?” Y ella dijo: “Esta no­che te explicaré el motivo, y enton­ces me disculparás.” Pero al hablar así, se dejó caer a su lado, y le echó los brazos al cuello, y le dio millares de besos. Y la joven nada dijo respecto a la causa.

Siguieron haciendo las mismas co­sas todos los días y todas las no­ches durante un mes. Y su amor aumentaba. Pero cierta noche entre las noches, Ghanem descubrió entre las ropas de su amada una cinta, y le pidió permiso para verla.

Y ella tomó aquella cinta y se la presentó diciendo: “Leed las palabras escritas.” Ghanem tomó la cinta y en la trama vio bordadas unas letras de oro que decían: “¡SOY TUYA Y TÚ ERES MÍO, DESCENDIENTE DEL TÍO DEL PROFETA!”

Y al leer estas palabras bordadas con letras de oró en el extremo de la cinta, dijo: “Explícame . qué sig­nifica. todo, esto.”

Y la joven dijo:

“Sabe, ¡oh mi señor! que soy la favorita del califa Harún Al-Rachid. Las palabras escritas en la cinta prueban que pertenezco al Emir de los Creyentes, al cual debo reservar el sabor de mis labios y el misterio de mi carne. Me llamo Kuat Al­-Kulub, y desde mi infancia me cria­ron en el palacio del califa. Llegué a ser tan hermosa, que el califa se fijó en mí y comprobó mis perfec­ciones, debidas a la generosidad del Señor. Y le impresionó tanta mi be­lleza, que sintió un gran amor hacia mí, y me destinó un aposento en pa­lacio para mí sola, poniendo a mis órdenes diez esclavas muy simpáti­cas y serviciales. Y me regaló todas las alhajas y joyas con que me en­contraste en el cajón. Y me prefi­rió a todas las mujeres de palacio, y hasta olvidó a su esposa El Sett­-Zobeida. Así es que Sett-Zobeida me tomó un odio inmenso.

Habiéndose ausentado un día el califa para luchar con uno de sus lugartenientes que se había rebelado, se aprovechó de ello Zobeida para combinar un plan contra mí. Sobor­nó a una de mis doncella, y llamán­dola un día a sus habitaciones le dijo: “Cuando tu señora Kuat Al­-Kulub esté durmiendo, le pondrás en la boca este pedazo de banj, después de haberle echado otra dosis en la bebida. Si lo haces te recom­pensaré y te daré la libertad y mu­chas riquezas.” Y la esclava, que antes lo había sido de Zobeida, contestó: “Lo haré porque la adhe­sión que te tengo es tan grande como mi cariño.” Y muy alegre por la recompensa que la aguardaba, vino a mi aposento y me dio una bebida compuesta con banj. Y ape­nas la hube probada, caí en tierra, y me dieron convulsiones, y me sentí transportada a otro mundo. Y al verme dormida, fue la esclava a buscar á Sett-Zobeida, que me metió en ese “cajón y mandó llamar a los tres eunucos. Y los gratificó esplén­didamente; lo mismo que a los por­teros del palacio. Y así me sacaron de noche para llevarme a la turbeh adonde Alah te había conducido. Porque a ti, ¡oh amor de mis ojos! debo el haberme salvado de la muer­te. Y también gracias a ti me en­cuentro en esta casa tan generosa.

Pero lo que más me preocupa es lo que el califa haya pensado al vol­ver y no encontrarme. Y todo por estar sujeta por lo que dice esta cin­ta de oro. Tal es mi historia, Ahora sólo te pido discreción y que nadie conozca mi secreto.”

Cuando Ghanem hubo oído la his­torio de Kuat Al-Kulub, y supo que era favorita y propiedad del Emir de los Creyentes, retrocedió hasta el fondo de la sala y ya no se atrevió a levantar sus miradas hacia la jo­ven, pues se había convertido para él en cosa. sagrada. Y así fue a sentarse en un rincón y comenzó a reconve­nirse, pensando cuán poco le había faltado para ser un criminal y lo audaz que había sida sólo con tocar la piel de Kuat. Y comprendió lo imposible de su amor, y cuán des­graciado era. Y acusó al Destino por los golpes tan injustos que le reservaba. Pero no dejó de someterse a los designios de Alah, y dijo: '¡Glorificado sea Aquel que tiene razones para herir con el dolor el corazón de los buenos y apartar la aflicción del corazón de las viles!” Y después recitó estos versos del poeta:

¡El corazón enamorado no disfrutará la alegría del reposo miernras lo posea el amor!

¡El enamorado no tendrá segura su razón mientras viva la belleza en la mujer!

Me han preguntado: “¿Qué es el amor?” Y yo he dicho: “¡El amor es un dulce de sabroso jugo, pero de pasta amarga!”

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