—iQué caso más raro el de ese asesinato! —comentó Gale, apresurándose a entrar en conversación. Todavía no se había librado por completo del ridículo sentimiento de embarazo.
—Lo sé —corroboró Jane—, y me tiene preocupada desde el punto de vista de mi empleo. No sé cómo se lo tomarán.
—Es cierto. No había pensado en eso.
—Quizá a Antoine no le guste conservar a una empleada complicada en un caso de asesinato y que tiene que prestar declaración y lo que eso supone.
—La gente es muy rara —afirmó Norman Gale pensativamente—. La vida es... es tan injusta. Una cosa como esta en que, además, no tiene culpa alguna —Y frunció el ceño airado—. iEs indignante!
—Bueno, aún no ha pasado nada — e recordó Jane—. ¿Por qué inquietarse por algo que no ha sucedido todavía? Después de todo, podría tener un buen fundamento. iPodría ser yo quien la hubiera asesinado! Y a un asesino se le supone capaz de matar a otros, y a nadie le gustaría confiar su cabellera a alguien así.
—Basta con mirarla para saber que es usted incapaz de matar a nadie —declaró Norman mirándola con devoción.
—Yo no estaría tan segura sobre eso —advirtió Jane—. A veces, de buena gana mataría a alguna de mis clientas si supiera que no me iban a descubrir Especialmente, a una que tiene una agria voz de loro y que gruñe por todo. A veces pienso que matarla sería una buena acción y no un crimen. Ya ve pues que mentalmente soy una asesina.
—Quizá, pero no cometió usted ese asesinato. Lo juraría.
—Yo también juraría que no lo cometió usted —aseguró Jane—. Pero de nada le serviría que yo lo jurase, si sus pacientes se lo atribuyesen.
—Mis pacientes, sí... —Gale parecía pensativo—. Supongo que tiene usted razón. No había caído en eso. Un dentista con manías homicidas. Realmente, no es una propaganda muy atractiva. —Como obedeciendo a un súbito impulso, añadió—: ¿No le disgusta saber que soy un dentista?
Jane arqueó las cejas.
—¿Disgustarme? ¿A mí?
—Lo digo porque para la gente los dentistas son algo cómico. No es una profesión romántica, que digamos. A un médico todo el mundo le toma en serio.
—No se preocupe. Un dentista siempre estará a mayor nivel que una auxiliar de peluquería.
Rieron ambos y Gale observó:
—Me parece que vamos a ser buenos amigos, ¿verdad?
—Sí, eso creo.
—¿Querría usted cenar una noche conmigo? Luego podríamos ir al teatro.
—Sí, claro.
Tras una pausa, Gale preguntó: —¿Lo pasó usted bien en Le Pinet?
—Mucho.
—¿Había estado ya allí?
—No, verá usted