El inspector le dirigió una mirada suspicaz.
El arqueólogo francés habló atropelladamente en su lengua, y el inspector le replicó serena y lentamente en el mismo idioma.
—Todo esto resulta realmente fastidioso —comentó Venetia Kerr— pero supongo que usted ha de cumplir con su obligación, señor inspector.
—Muchas gracias, señora —replicó este agradecido, y prosiguió, dirigiéndose a todos en general—: Tengan ustedes la bondad de aguardar aquí. Quisiera charlar unos instantes con el doctor... ¿el doctor... ?
—Bryant, para servirle.
—Gracias. Venga conmigo, doctor.
—¿Puedo asistir a su entrevista? —preguntó el hombrecillo de los bigotes.
El inspector se volvió hacia él con gesto avinagrado, pero su actitud cambió al momento.
—Perdone, monsieur Poirot. Va usted tan abrigado, que no le había reconocido. Venga, no faltaría más.
Abrió la puerta para permitir el paso a los señores Bryant y Poirot, seguidos de las miradas suspicaces de los demás pasajeros.
—¿Por qué permite salir a este tipo y a nosotros nos retienen aquí? — exclamó Cicely Horbury.
Venetia Kerr se sentó resignadamente en un banco.
—Probablemente es de la policía francesa o un agente de aduanas secreto —comentó.
Encendió un cigarrillo.
Norman Gale abordó con cierta timidez a Jane:
—Creo que la vi a usted en Le Pinet.
—Estuve allí.
—Un lugar muy agradable —comentó Norman Gale—. A mí me entusiasman los pinos.
—Sí. iHuelen tan bien!
Guardaron silencio largo rato, sin saber qué más añadir. Por fin, Gale se arriesgó:
—Yo... yo la reconocí al momento.
Jane se mostró sorprendida.
—¿De veras?
—¿Cree usted que esa pobre mujer ha sido asesinada?
—Supongo que sí —admitió Jane—. Y aunque resulte emocionante, no deja de ser muy desagradable —añadió estremeciéndose.
Norman Gale se le acercó en actitud protectora.
Los Dupont charlaban en francés. El señor Ryder hacía números en una libreta de bolsillo y, de vez en cuando, consultaba la hora. Cicely Horbury daba pataditas de impaciencia en el suelo y encendió un cigarrillo con mano temblorosa.
Contra la puerta se apoyaba un policía enorme, con un uniforme azul impecable, que observaba a todos con mirada impasible.
Mientras, en el despacho contiguo, el inspector Japp hablaba con el doctor Bryant y Hércules Poirot.