—Prácticamente igual, pero con más pormenores. Anne Morisot dejó el Institut de Marie hace seis años para trabajar de manicura, después de lo cual se colocó como doncella de compañía y, en calidad de tal, salió de Quebec hacia Europa. No escribía con frecuencia, pero la madre Angélique tenía noticias de ella un par de veces al año. Cuando leyó en los periódicos la noticia sobre la encuesta judicial, sospechó que aquella Marie Morisot era con toda probabilidad la Marie Morisot que había vivido en Quebec.
—Y el marido ¿qué? —preguntó Fournier—. Ahora que sabemos que Giselle se casó, el marido podría ser un gran elemento.
—Ya he pensado en eso. Ha sido una de las razones de mi llamada. George Leman, el marido de Giselle, murió en los primeros días de la guerra.
Hizo una pausa y, de pronto, preguntó:
—¿Qué acabo de decir? No, mi última observación, la de antes. Me parece que, sin darme cuenta, he dicho algo de importancia.
Fournier repitió lo mejor que supo cuanto había dicho Poirot, pero el belga meneó la cabeza con disgusto.
—No, eso no. Bueno, no importa.
Volviéndose hacia Jane, entabló una animada conversación con ella.
Terminado el almuerzo, Poirot propuso tomar el café en el salón.
Jane se mostró de acuerdo enseguida y alargó la mano para coger sus guantes y su bolso. Pero, al hacerlo, dio un ligero respingo.
—¿Qué sucede, mademoiselle?
—¡Oh! Nada —rió Jane—. Que se me ha roto una uña. Tengo que limármela.
Poirot volvió a sentarse pausadamente, exclamando por lo bajo:
—Nom d'un nom d'un nom!
Sus compañeros lo miraron con sorpresa
—Monsieur Poirot —exclamó Jane—. ¿Qué sucede?
—Es que de pronto he recordado por qué me resultaba familiar Anne Morisot —señaló Poirot—. ¡Como que la había visto antes... en el avión... el día del asesinato! Lady Horbury mandó a buscarla para pedirle una lima para las uñas. Anne Morisot era la doncella de lady Horbury.