»Usted concibió enseguida el plan del crimen. Giselle tenía que morir de modo que todas las sospechas recayesen en lady Horbury. Maduró su plan y este fructificó. Sobornó al empleado de la compañía aérea para que Giselle viajase en el mismo avión que lady Horbury. Anne Morisot le había dicho a usted que ella haría el viaje en tren y no esperaba verla en el avión. Esto trastornó seriamente sus planes. Si se descubría que la hija y heredera de Giselle había volado en aquel avión, las sospechas recaerían en ella. Su idea original era que reclamase la herencia protegida por una coartada perfecta, ya que no se hallaría en el avión cuando se cometiese el crimen, y entonces usted podría casarse con ella. La muchacha estaba loca por usted, pero a usted lo que le interesaba era el dinero.
»Una nueva complicación vino a sumarse a sus planes. En Le Pinet vio usted a Jane Grey y se enamoró apasionadamente de ella, y su gran pasión le llevó a un juego aún más peligroso.
»Quería usted el dinero y a la mujer que amaba. Cometiendo un asesinato por dinero no renunciaba usted a recoger el fruto de su crimen. Atemorizó a Anne Morisot, diciéndole que si se presentaba enseguida a revelar su identidad se haría sospechosa. Así pues, le aconsejó que pidiese unos días de permiso y se la llevó a Rotterdam, donde se casaron.
»A su debido tiempo la instruyó minuciosamente sobre la manera de reclamar la herencia. No había que mencionar su empleo de doncella de lady Horbury y debía dejar muy claro que ella y su marido no se hallaban presentes en el lugar del crimen. Desgraciadamente para usted, la fecha señalada para que Anne Morisot fuese a París a reclamar su herencia coincidió con mi llegada a aquella ciudad, adonde me acompañó la señorita Grey. Eso no encajaba con su guión. La señorita Greyy yo podíamos reconocer en Anne Morisot a la doncella de lady Horbury.
»Procuró usted verla a tiempo, pero fracasó y, cuando llegó usted a París, ella ya había hablado con el abogado. Alreunirse con usted en el hotel, ella le dijo que acababa de encontrarse conmigo. Las cosas se ponían sombrías y resolvió usted actuar sin tardanza.
»Era su intención que su flamante esposa no sobreviviera mucho tiempo a su condición de rica. Después de la ceremonia del matrimonio, firmaron sendos testamentos dejándose mutuamente cuanto tenían. Negocio redondo para usted.
«Supongo que intentaba usted llevar a cabo sus planes sin prisas. Se hubiera ido al Canadá, con el pretexto de haber perdido a su clientela. Allí habría vuelto a llevar el nombre de Richards y su señora se hubiera reunido con usted. De todos modos, no creo que la señora Richards hubiera tardado en morir, dejando una fortuna a un desconsolado viudo. ¡Entonces hubiera regresado usted a Inglaterra como Norman Gale, tras haberse enriquecido especulando con mucha suerte en el Canadá! Pero, en vista de las circunstancias, creyó usted que no había tiempo que perder.
Poirot se detuvo para tomar aliento y Norman Gale, echando atrás la cabeza, prorrumpió en un carcajada.
—¡Es usted muy listo imaginando lo que se proponen hacer los demás! ¿Por qué no se pone a escribir como el señor Clancy? —Y cambiando de tono, exclamó indignado—: Nunca había oído tal sarta de disparates. ¡No es demostrable, monsieur Poirot, todo eso que ha imaginado!
Poirot se mantuvo inalterable.
—Tal vez no. Pero tengo algunas pruebas.
—¿De veras? —repitió Norman, en tono de mofa—. ¿Acaso puede probar que fui yo quien mató a la vieja Giselle, siendo así que todos los que iban en el avión saben bien que nunca me acerqué a ella?