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当前位置: 首页 » 西班牙语阅读 » 阿加莎·克里斯蒂作品集 » Asesinato en Mesopotamia 古墓之谜 » 正文

Capítulo VIII Alarma nocturna(2)

时间:2023-09-28来源:互联网  进入西班牙语论坛
核心提示:Y luego, como temerosa de haber hablado ms de la cuenta, prosigui:Siento por ella una gran admiracin, desde luego. Es un
(单词翻译:双击或拖选)

Y luego, como temerosa de haber hablado más de la cuenta, prosiguió:

—Siento por ella una gran admiración, desde luego. Es una mujer encantadora y cuando quiere tiene unas maneras atractivas.

Y allí acabó la confidencia.

Pensé que siempre ocurre lo mismo. Los celos surgen dondequiera que varias mujeres deban convivir. A la señorita Johnson no le gustaba la esposa de su jefe. Eso estaba claro y hasta parecía natural. Y a no ser que yo estuviera equivocada por completo, a la señora Mercado le tenía también manifiesta ojeriza.

Otra persona que no sentía gran simpatía hacia la señora Leidner era Sheila Reilly.

Vino unas cuantas veces a las excavaciones. La primera en automóvil, y dos veces más a caballo, acompañada por un joven. En el fondo de mi pensamiento estaba persuadida de que Sheila sentía cierta debilidad por el joven americano Emmott. Solía quedarse en las excavaciones, para charlar un rato, cuando el joven estaba allí. Creo que el muchacho la admiraba.

Un día, mientras almorzábamos, la señora Leidner lo comentó algo indiscretamente, a mi modo de ver.

—Por lo visto, la joven Reilly sigue todavía detrás de David —dijo, lanzando una risita—. Pobre David, te persigue hasta en las excavaciones. iCuántas tonterías hacen las chicas!

El señor Emmott no contestó, pero bajo el bronceado tinte de su rostro se le vio enrojecer. Levantó los ojos y los fijó en los de ella con una expresión extraña. Fue una mirada directa y penetrante parecida a un desafio. Ella sonrió, desviando la mirada.

Oí que el padre Lavigny murmuraba, pero cuando le rogué: "Perdón, ¿decía algo?" se limitó a sacudir la cabeza y no repitió su observación.

Aquella tarde, el señor Coleman me dijo:

—Si he de serle franco, al principio no me gustaba ni pizca la señora Leidner. Solía saltarme al cuello, o poco menos, cada vez que yo abría la boca. Pero ahora empiezo a comprenderla mejor. Es una de las mujeres más amables que he conocido. Antes de que uno se dé cuenta, le está contando las mayores tonterías que se le ocurren. Ahora la ha tomado con Sheila Reilly, ya lo sé. Pero, en una o dos ocasiones, esa chica ha sido verdaderamente descortés con ella. Eso es lo malo de Sheila; no tiene educación. iY vaya genio que despliega a veces!

Aquello estaba yo dispuesta a creerlo. El doctor Reilly la había malcriado.

—Es natural que tienda a estar pagada de sí misma, ya que es la única mujer joven de por aquí. Pero eso no le da derecho para hablar a la señora Leidner como si ésta fuera su abuela. La señora Leidner no es ninguna chiquilla, pero es una mujer de muy buen ver. Como una de esas damas fantasmagóricas que salen de los panteones con una luz en la mano y te atraen con embeleso —y añadió amargamente—: Sheila no atrae a nadie. Lo que hace es ahuyentar a todo el que se acerca.

Aparte de esto, sólo me acuerdo de otros dos incidentes que tuvieran algún significado.

Uno de ellos ocurrió cuando fui al dormitorio para coger un poco de acetona con la que quitarme de los dedos el pegamento que se me había adherido mientras estuve recomponiendo varias piezas de cerámica. La señora Mercado estabasentada y tenía la cabeza apoyada en los brazos cruzados sobre la mesa. Creía que estaba dormida.

Cogí la botella que necesitaba y me marché.

Aquella noche, con gran sorpresa por mi parte, la señora Mercado me abordó.

—¿Cogió usted una botella de acetona del laboratorio?

_Sí _dije—. La cogí.

—Usted sabe perfectamente que en el almacén siempre se guarda otra botella.

—¿De veras? No lo sabía.

—iPues yo creo que sí! Lo que quería usted era espiarme. Ya sé cómo son las enfermeras.

La miré fijamente.

—No sé de qué me está usted hablando, señora Mercado —repliqué con dignidad—. De lo que estoy segura es de que no tengo necesidad de espiar a nadie.

—i Oh, no! iClaro que no! ¿Cree que no sé a qué ha venido usted aquí?

Durante un momento creí que aquella mujer había estado bebiendo. Di la vuelta y me marché sin decir nada. Me extrañó su conducta.

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