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当前位置: 首页 » 西班牙语阅读 » 阿加莎·克里斯蒂作品集 » Asesinato en Mesopotamia 古墓之谜 » 正文

Capítulo XVII La mancha junto al lavabo(1)

时间:2023-09-28来源:互联网  进入西班牙语论坛
核心提示:雷德纳博士跳了起来。不可能!绝对不可能!这样的想法荒谬极了!波洛先生非常镇静地瞧瞧他,但是没有作声。你是想假定我太太的前
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Capítulo XVII

La mancha junto al lavabo

El cadáver de la señora Leidner había sido trasladado a Hassanieh, para hacerle la autopsia, pero la habitación quedó tal como estaba en el momento del crimen. Había tan pocas cosas en ella, que la policía empleó muy poco tiempo en sus investigaciones.

Entrando, a la derecha, estaba la cama. Frente a la puerta, se abrieron las dos ventanas enrejadas que daban al campo, y entre ellas había una mesa de roble con dos cajones, que servía a la señora Leidner de tocador. En la pared de la Izquierda se veían unas perchas de las que colgaban varios vestidos protegidos con fundas de algodón. Adosada a dicha pared había también una cómoda de madera de pino. A la izquierda de la puerta, inmediatamente junto a ella, estaba el lavabo. En mitad de la habitación había una mesa de roble, de tamaño bastante grande, sobre la cual se veía un tintero, una carpeta y una pequeña cartera de mano. En esta última era donde la señora Leidner guardaba los anónimos. Las cortinas de las ventanas, cortas y de manufactura indígena, tenían rayas blancas y anaranjadas. El suelo era de piedra y sobre él se hallaban distribuidas varias alfombras de piel de cabra. Tres de ellas, de pequeño tamaño, eran de color castaño con manchas blancas y estaban colocadas frente a las ventanas y el lavabo. La tercera, mayor, de mejor calidad, era blanca con manchas pardas y estaba situada entre la cama y la mesa que ocupaba el centro de la habitación.

No había armarios ni grandes cortinajes; nada, en realidad, donde alguien pudiera esconderse. El lecho era una sencilla cama de hierro con una colcha de algodón estampado. El único signo de lujo en todo el dormitorio lo constituían tres almohadones rellenos de plumón. Nadie más que la señora Leidner tenía almohadones como aquellos en toda la casa.

En pocas y breves palabras, el doctor Reilly explicó dónde se había encontrado el cuerpo de la víctima; sobre la alfombra, al lado de la cama.

Con el fin de ilustrar el relato, rogó que me adelantara.

—¿Si no le importa, enfermera? —dijo.

No soy remilgada. Me tendí en el suelo y traté de adoptar, en lo posible, el aspecto que tenía el cadáver de la señora Leidner cuando lo encontramos.

—Leidner le levantó la cabeza cuando la vio —explicó el médico—. Le he interrogado a fondo sobre ello y estoy convencido de que no cambió la situación del cuerpo.

—Parece bastante claro —comentó Poirot—. Estaba tendida en la cama, dormida o descansando. Alguien abrió la puerta; ella miró al visitante, se levantó..

—Y él la derribó —terminó el médico—. El golpe la dejó inconsciente y la muerte sobrevino poco después. Verá usted...

Explicó en términos técnicos la característica de la lesión.

—Entonces, ¿no hubo mucha sangre? —preguntó Poirot.

—No. El derrame fue interno.

—Eh bien —siguió el detective—; todo parece claro... excepto un punto. Si el hombre que entró era un extraño, ¿por qué no gritó en seguida la señora Leidner, pidiendo auxilio? De haber gritado, la hubieran oído. Tanto la enfermera Leatheran, como Emmott y el muchacho.

—Eso tiene fácil explicación —replicó secamente el doctor Reilly—. El que entró no era un extraño.

Poirot asintió.

—Sí —dijo, como hablando consigo mismo—. Tal vez quedó sorprendida al verlo... pero no asustada. Luego, cuando la golpeó, pudo lanzar un grito sofocado... pero demasiado tarde.

—¿El grito que oyó la señorita Johnson?

—Sí... es decir, si lo oyó. Pero lo dudo. Las paredes son espesas y las ventanas estaban cerradas.

Se acercó a la cama.

—Cuando la dejó usted después de acomodarla, ¿estaba tendida en la cama? —preguntó.

Le expliqué exactamente lo que hice.

—¿Quería dormir, o tenía la intención de leer?

—Le dejé dos libros; una novela y un libro de memorias. Leía, por lo general, durante un rato y luego descabezaba un sueñecito.

—¿Y tenía un aspecto... cómo le diría... completamente normal?

Reflexioné.

—Sí. Parecía absolutamente normal y en buen estado de ánimo —dije — Un tanto brusca, pero yo lo atribuyo a las confidencias que me hizo el día anterior. Eso hace que, a veces, la gente se sienta incómoda.

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