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当前位置: 首页 » 西班牙语阅读 » 阿加莎·克里斯蒂作品集 » Asesinato en Mesopotamia 古墓之谜 » 正文

Capítulo XX La señorita Johnson, la señora Mercado y el señor Reiter(2)

时间:2023-10-07来源:互联网  进入西班牙语论坛
核心提示:No le guardo yo mucha lealtad a la seora Leidner replic secamente ella. Haba en su voz un tono cido y brusco. En cuanto
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—No le guardo yo mucha lealtad a la señora Leidner —replicó secamente ella. Había en su voz un tono ácido y brusco—. En cuanto al doctor Leidner, es diferente. Y ella, al fin y al cabo, era su esposa.

—Precisamente... precisamente. Comprendo que no desee hablar mal de la esposa de su jefe. Pero ahora no se trata de prestar declaración en un juicio de faltas. Se trata de una muerte violenta y misteriosa. Si he de llegar a la conclusión de que la víctima fue una mártir angelical, mi tarea no va a ser más fácil por ello.

—Yo no diría que fuera angelical —opinó la señorita Johnson, y su tono acerbo se acentuó más aún.

—Dígame, francamente, su parecer sobre la señora Leidner... como mujer.

—iHum!. —refunfuñó ella—. He de advertirle en primer lugar, monsieur Poirot, que siento grandes prejuicios contra ella. Tanto yo como todos los demás, queríamos mucho al doctor Leidner. Y creo que sentimos celos cuando vino su mujer. No nos sentó bien el que ella le absorbiera parte de su tiempo y su atención. Nos molestaba la devoción que él le demostraba. Le estoy contando la verdad, monsieur Poirot, y no me resulta muy agradable, se lo aseguro. No me agradaba la presencia de ella aquí; aunque, como es lógico, no traté de demostrarlo nunca. Su presencia hacía que para nosotros todo fuera diferente.

—¿Nosotros? ¿Dijo usted "nosotros"?

—Me refería al señor Carey y a mí. Eramos los dos veteranos. No nos preocupaba mucho el nuevo orden de cosas. Y supongo que es natural, aunque quizá fuéramos un poco mezquinos en ello, pero todo nos parecía ya diferente.

—¿De qué forma?

iOh! En todas... Antes solíamos pasarlo muy bien. Nos divertíamos, nos gastábamos bromas, como acostumbra a hacer la gente que trabaja junta. El doctor Leidner era alegre... como un muchacho.

—¿Y la llegada de la señora Leidner lo cambió todo?

—Yo creo que no fue culpa suya. El año pasado no nos fue mal del todo. Y por favor, créame, monsieur Poirot, ella no hizo nada. Siempre fue muy amable conmigo... muy amable. Por eso a veces me siento avergonzada. No tenía ella la culpa de que algunas cosas que hiciera o dijera me sentaran mal. Si he de decir la verdad, pocas personas podían ser más agradables que ella.

—Pero, a pesar de todo, las cosas cambiaron esta temporada, ¿verdad? El ambiente era diferente.

—Por completo. No sé a qué atribuirlo. Todo parecía ir mal; no respecto al trabajo, sino a nosotros. Teníamos mal humor y los nervios de punta. Algo así como lo que se siente cuando amenaza tormenta. Nunca había sucedido antes de venir ella —replicó secamente la señorita Johnson iOh! Soy una vieja gruñona. Soy conservadora, no me gusta que cambien las cosas. No debe hacerme usted caso, monsieur Poirot.

—¿Cómo describiría el carácter y temperamento de la señora Leidner?

La señorita Johnson titubeó y luego dijo lentamente:

—Su temperamento era desigual, con muchos altibajos. Un día era amable con la gente y al siguiente no quería hablar con nadie. Era afable y considerada con los demás. Pero, así y todo, se notaba que la habían mimado demasiado durante su vida. Todas las atenciones del doctor Leidner para con ella las tomaba como una cosa perfectamente natural. Creo que nunca se dio cuenta de la grandeza moral del hombre con quien se casó. Ello me molestaba muchas veces. Era, además, terriblemente nerviosa y susceptible. iHabía que ver la de cosas que se imaginaba y en qué estado se ponía en ocasiones! Me alegré mucho cuando el doctor Leidner trajo a la enfermera Leatheran. Era demasiado pesado para él tener que cuidarse a la vez de su trabajo y de los temores de su esposa.

—¿Qué opina de los anónimos que recibía ella?

No pude resistir el impulso. Me incliné hacia delante en mi asiento hasta que pude ver de perfil la cara de la señorita Johnson, vuelta hacia Poirot cuando le contestaba.

Parecía tranquila y dueña de sí misma.

—Creo que hubo en América alguien que la quería mal y trató de asustarla e incomodarla.

—Pasplus serieux ¿ah?

—Esa es mi opinión. Era una mujer muy hermosa y pudo hacerse enemigos con facilidad. Me parece que esas cartas las escribió alguna mujer con ansias de venganza. La señora Leidner, como era nerviosa por temperamento, las tomó en serio.

—No hay duda de que fuera así —dijo Poirot—. Pero recuerde... que la última de ellas no llegó por correo.

—Tal cosa pudo tener fácil arreglo, contando con el suficiente interés para ello. Las mujeres se toman muchas molestias cuando tratan de satisfacer su venganza, monsieur Poirot.

'i Y tanto que se las toman! ", pensé.

—Tal vez tenga usted razón, mademoiselle. Ha dicho que la señora Leidner era hermosa. Y a propósito, ¿conoce a la señorita Reilly, la atolondrada hija del médico?

—¿Sheilla Reilly? Sí, desde luego.

Poirot adoptó un tono confidencial

—Oí decir por ahí que había una tendresse entre ella y uno de los de la expedición. ¿Está usted enterada de algo?

A la señorita Johnson pareció divertirle aquello.

—El joven Coleman y David Emmott le hacen la corte. Creo que se suscitó entre ellos una pequeña cuestión sobre cuál de los dos tenía que ser su acompañante en uno de los actos que se celebran en el club. Por regla general, ambos van allí los sábados por la noche. Pero no creo que por parte de ella exista nada. Es la única joven que hay por aquí y, en consecuencia, todas las atenciones son para ella. También la rondan los de las Fuerzas Aéreas.

—¿Cree usted entonces que no hay nada?

—Pues... no lo sé —la señorita Johnson pareció meditar—. Es verdad que viene a las excavaciones muy a menudo. El otro día la señora Leidner le gastó una broma a David Emmott sobre ello. Dijo que la chica le perseguía. Creo que fue una broma demasiado pesada y me figuro que a él no le gustó... Sí, esa chica viene mucho por aquí. La tarde del crimen la vi que cabalgaba hacia las excavaciones. —Hizo un gesto con la cabeza, indicando la ventana abierta—. Pero ni David Emmott ni Coleman estaban allí en aquella ocasión. Sólo estaba Richard Carey al frente de los trabajadores. Tal vez le atraiga uno de los muchachos, pero es una chica tan moderna y tan poco sentimental que no sabe una hasta qué punto se la puede tomar en serio. No tengo idea de cuál de los dos podrá ser. Bill es un buen muchacho, y no tan atontado como pretende aparentar. David Emmott es uno de esos chicos sosegados y capaces que gustan a todo el mundo.

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