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当前位置: 首页 » 西班牙语阅读 » 阿加莎·克里斯蒂作品集 » Diez Negritos无人生还 » 正文

Capítulo 14(2)

时间:2024-04-12来源:互联网  进入西班牙语论坛
核心提示:Hugo lo haba sospechado? Qu signific la mirada tan extraa que le dirigi despus delaccidente? Lo saba Hugo?Desapareci de
(单词翻译:双击或拖选)

¿Hugo lo había sospechado? ¿Qué significó la mirada tan extraña que le dirigió después del…

accidente? ¿Lo sabía Hugo?

Desapareció de su vida y jamás contestó a sus cartas… ¡Hugo!

Vera se revolcaba por la cama. No, no. Era preciso no pensar más en Hugo. Su recuerdo le hacía

sufrir demasiado. Todo terminó. Debía borrar de su alma la imagen de Hugo. ¿Por qué esta noche

tuvo la sensación de que estaba a su lado?

No podía dormirse y al levantar sus ojos hacia el techo vio el cordón colgado y se estremeció al

recordar aquella mano viscosa que le rozó el cuello… Ese cordón en medio de la habitación le

fascinaba, atraía irresistiblemente su mirada.

El ex inspector Blove, sentado en su cama, con los ojos inyectados de sangre, espiaba las

sombras del cuarto. Parecía una bestia salvaje al acecho de su enemigo.

Inútilmente probó dormirse. La amenaza del peligro era cada vez más angustiosa. De diez

personas sólo quedaban cuatro; a pesar de todas las precauciones, el viejo magistrado sucumbió como

los demás.

«Estemos alerta», es lo que dijo ese viejo. ¡Cuando presidía el tribunal se creía un dios! ¡Pero

con todo, recibió su merecido! ¡Ahora no necesitaba estar alerta!

De las diez personas desembarcadas en la isla, sólo cuatro vivían aun.

Pronto una séptima víctima caería, pero no sería ésta William Henry Blove; vigilaría.

Pero ¿dónde estaba ese demonio de revólver? Este era el lado angustioso de la cuestión… el

revólver… la frente surcada de arrugas, los párpados cerrados, Blove meditaba sobre la desaparición

del revólver.

En el silencio de la noche oyó dar las doce en el reloj. Sus nervios se tranquilizaron un poco y se

tumbó en la cama, sin desnudarse.

Permanecía inmóvil, sumido en sus pensamientos.

Pasaba revista, con todo, a todos los acontecimientos ocurridos en la isla del Negro con el

mismo escrúpulo con que procedía en la redacción de sus partes policíacos cuando estaba en Scotland

Yard. Para descubrir la verdad no hay que desperdiciar ningún detalle.

La llama de la vela amenazaba apagarse. Aseguróse que tenía a mano las cerillas y sopló la luz.

Cosa rara; la oscuridad redobló su inquietud, su cerebro estaba invadido por terroríficas imágenes.

Caras flotaban en el aire; la del juez con su peluca de lana gris; la de mistress Rogers con su delantal;

la cara convulsa de Anthony Marston y una cara que no había visto, mas no era en la isla… hacía

mucho tiempo… No podía decir quién era… ¡Ah! sí, era Landor. ¿Cómo había olvidado esa cara?

Landor estaba casado y tenía una niñita de unos cuatro años. Se preguntaba por primera vez qué

habría sido de ella y de su madre.

¿Dónde estaba el revólver? Esta pregunta dominaba sobre las demás. Cuanto más lo pensaba

más lío se hacía. No lograba entender cómo pudo desaparecer… Alguien sabía dónde estaba.

En el reloj sonó la una de la noche.

Los pensamientos cesaron de repente. Siempre alerta se sentó en la cama; acababa de percibir un

ruido muy tenue al otro lado de la puerta. Alguien se removía en la casa envuelta en tinieblas.

El sudor resbalaba por su frente. ¿Quién se deslizaba tan furtivamente por el pasillo? Alguno

que tenía intenciones criminales… Blove lo hubiese jurado.

A pesar de su peso, saltó de la cama sin hacer ruido y se acercó a la puerta para escuchar. Pero

no oyó nada, aunque estabaseguro de no haberse equivocado. Los pasos se habían percibido cerca de

la puerta. Los cabellos se le erizaron.

Ahora conocía por primera vez el miedo.

Alguien se deslizaba furtivamente… de nuevo escuchó… pero el silencio se hizo…

Tuvo la tentación de abrir la puerta y salir a ver quién era. ¡Si tan sólo pudiera descubrir al ser

que se arrastraba en la oscuridad! Pero fuera locura el abrirla; esto a bien seguro es lo que esperaba el

otro, que saliese de su dormitorio impulsado por la curiosidad.

Se puso rígido de miedo. Le parecía oír ruidos… Murmullos… crujidos… Pero su cabeza los

tomaba por lo que no era en realidad más que fruto de su imaginación…

De repente percibió un ruido… esta vez no era ilusión… pisadas que eran sólo perceptibles al

oído muy ejercitado de Blove. Andaba a lo largo del pasillo (las habitaciones de Lombard y

Armstrong estaban al fondo) y pasaron delante de su puerta sin la menor vacilación.

En este momento tomó la decisión de saber quién era el noctámbulo. Ahora bajaba la escalera.

¿Adonde iba?

De puntillas se fue a la cama. Puso la caja de cerillas en su bolsillo, quitó el enchufe de la

lámpara, arrolló el flexible en el brazo de ésta, que era de acero cromado, y pensó que el aparato le

serviría en caso de necesidad de arma. Con mil precauciones y descalzo, retiró la silla, descorrió el

cerrojo y abrió la puerta. Avanzó por el pasillo y llegó hasta él desde el vestíbulo un ligero ruido. Se

dirigió a la escalera. Comprendió en este momento por qué había oído tan distantemente los pasos,

pues el viento se había calmado y el cielo se despejaba. Por la ventana del pasillo un pálido rayo de

luna iluminaba el vestíbulo y vio una figura humana que salía por la puerta principal.

Bajó los peldaños de cuatro en cuatro en su persecución, pero se detuvo en seco. ¡Una vez más

iba a conducirse como un imbécil! ¡No iba a caer en la trampa que te preparaba el fugitivo para

atraerlo fuera de la casa!

Pero ¡el otro sí que acababa de hacer una bobada! Sólo tendría que examinar cuál de las tres

habitaciones ocupadas por los hombres estaba vacía.

Corriendo volvió al pasillo y llamó a la puerta de Armstrong. Ninguna respuesta. Esperó un

minuto y golpeó en la de Lombard. La respuesta vino en seguida.

—¿Quién está ahí?

—Blove. Armstrong no está en su cuarto, espere un minuto.

Llamó a la de Vera:

—¡Miss Claythorne! ¡Miss Claythorne! La voz asustada de Vera se oyó:

—¿Qué pasa? ¿Qué pasa?

Rápidamente se volvió hacia la puerta de Lombard y éste ya estaba de pie con una vela en la

mano izquierda y la derecha metida en el bolsillo del pijama.

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